La muerte de la reina Isabel conmociona al mundo entero. Y la llegada de Carlos al trono deja al Reino Unido con un sentimiento agridulce. Muchos habrían querido que en el palacio ascendiera la muy querida Lady Di, quien justamente cumplió hace unos días 25 años de fallecida. Hace unos meses, la reina ofreció a sus súbditos un discurso en el que reflexionó sobre su reinado, que ha sido el más largo de la historia de la monarquía británica. Pero lo que más cautivó la atención de todos fue el visto bueno que le dio a su nuera Camila, esposa de Carlos, de llevar el título de reina consorte cuando él acceda al trono.
La sorpresa se dio porque, por mucho tiempo, Camila no tuvo esa posición asegurada. Aun más, en una época ella fue la mujer más odiada de ese país. Eso fue a finales de los años ochenta, cuando aún el público británico estaba embelesado con la historia de hadas que parecían vivir Carlos y Diana, y ella apareció como la amante inescrupulosa que estaba dispuesta a arruinar el hogar. Con el tiempo se supo la verdad. El gran amor de Carlos siempre había sido Camila. Más bien quien se interpuso entre ese gran amor fue Lady Di.
Según los expertos en realeza, la reina en ese discurso no solo aprobó la unión de Carlos y Camila, sino que allanó el camino del príncipe Carlos para llegar al trono. Según el diario The New York Times, al ser la reina consorte, el estatus de Camila queda validado y su papel como compañera legítima de Carlos, sellado. También significa que Camila podría tener un papel más protagónico el día de la coronación de Carlos y que ella misma posiblemente también será coronada. En ese sentido, las palabras de la reina han sido interpretadas como un sello de aprobación. También es un ajuste de la monarquía a los nuevos tiempos. De los hijos de la reina solo uno, Eduardo, no se ha divorciado de su pareja.
¿Cómo logró pasar Camila, de quien la princesa Diana se refería como “Rottweiler”, a ser la futura reina de Inglaterra? Camila Rosemary Shand nació en 1947 en una familia de clase alta y, a diferencia de Diana y Carlos, tuvo una niñez feliz. Siempre estaba contenta, así fuera cabalgando su poni o enredada en las olas del mar. No era muy ambiciosa en términos académicos. Por el contrario, añoraba una vida sencilla alrededor de sus hijos, los caballos y los perros.
A Carlos lo conoció en 1971 y cuentan que hubo atracción instantánea, más por el lado de él que de ella, según le dijo Penny Junor, una experta en realeza, a Vanity Fair. El noviazgo iba viento en popa, pero a Camila no la veían con buenos ojos algunos miembros de la familia real, especialmente el tío de Carlos, lord Mountbatten, quien decía que a Camila le faltaban nobleza y virginidad. Además, aunque la pareja la pasaba bien y se reía de las mismas bobadas, ella estaba enamorada de Andrew Parker Bowles, un oficial que, a pesar de su fama de mujeriego, le podía dar la vida tranquila que ella anhelaba.
Se casó con él a pesar de las súplicas de Carlos para que no lo hiciera. Camila y Andrew tuvieron dos hijos, Tom y Laura, pero con el tiempo los problemas de las infidelidades de él llevaron a Camila de regreso a los brazos de Carlos, en un comienzo solo en calidad de amiga, pero luego, a principios de los años ochenta, como amante. La relación continuó hasta que surgieron las dificultades de su propio matrimonio con Diana. “Estaba al borde de una depresión, pero ella lo rescató y lo hizo volver a reír”, señala Junor a Vanity Fair.
Vino entonces un doloroso capítulo en el que todos los trapos sucios de los futuros reyes de Inglaterra se ventilaron en entrevistas televisadas. Diana dijo al mundo que “había tres personas en su relación” y en publicaciones de conversaciones grabadas ilícitamente a Carlos se conocieron intimidades de la relación de él con Camila. En una conversación telefónica una noche, el príncipe se despidió de ella con la poco romántica frase de que él quería ser su támpax.
Ante tanta humillación, la reina pidió a la pareja que se divorciara. Y así lo hicieron Diana y Carlos, que se separaron en 1992 y se divorciaron en 1996. Diana murió en 1997 en un terrible accidente automovilístico en París.
Pese a la tragedia, su muerte abonó el terreno para Carlos y Camila, quien se había divorciado de Parker Bowles en 1995. Ya sin Diana, la pareja formalizó su relación y se casó en 2005. Era el segundo matrimonio de ambos y sucedía luego de años de mala prensa y cuando todavía la imagen de Camila estaba por el suelo por haberse involucrado con Carlos estando casado con la princesa Diana.
Era tan mal vista esta boda que la reina, al ser la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, que entonces no permitía a los divorciados volverse a casar, no asistió a la ceremonia. Ese día, Camila no se convirtió en princesa de Gales por respeto a Diana, sino en duquesa de Cornwall. Ese título llegó con una serie de actividades y patronazgos que le fueron asignados por ser miembro sénior de la familia real. Eso, a la postre, le permitió acercarse al público británico y conquistarlo.
De hecho, en los 17 años de matrimonio de la pareja ambos han trabajado para cultivar una imagen de servicio, estabilidad y discreción. La percepción del público sobre ella ha cambiado, pero más que un trabajo de relaciones públicas lo que logró ese viraje fue que la gente la pudo conocer mejor. Según le dijo al diario The Telegraph el historiador Simon Heffer, “ella no ha cambiado como persona. La gente la admira porque la ha visto y ha podido constatar que siempre fue una gran persona”.
Penny Junor, autora del libro The Duchess: Camila Parker Bowles and the Love Affair That Rocked the Crown, señala que Camila tiene una personalidad arrolladora. “Cualquiera se le puede acercar, es buena conversadora, cálida, amigable y con un gran sentido del humor. Su risa contagia a los demás. Es de apuntes graciosos y de chistes que hace incluso sobre ella misma”. Según Junor, cuando la actriz Elaine Stritch le lanzó un piropo al decirle “te ves fantástica”, Camila le respondió “necesitas gafas”.
Hoy nadie duda de la popularidad de Camila. Es, junto con la princesa Ana, uno de los más activos miembros de la realeza. Y no solo eso. Pese a que se oponían a que se le llamará reina, los hijos de Diana, William y Harry, han aprendido a quererla. Todo eso contrasta con lo que hoy se ha podido conocer de Diana, una mujer inestable, rebelde, con problemas emocionales, que siempre supo que no llegaría a ser reina. Camila no es la única que ha llegado a esta familia en medio de la controversia.
El príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria, fue criticado por sus orígenes alemanes y Wallis Simpson, por quien el rey Eduardo abdicó al trono, por ser norteamericana y divorciada. A ellos, sin embargo, la familia real les concedió el título de duques de Windsor, pero los despojó de que fueran llamados “su alteza”, una humillación que nunca superaron.
Todo parece indicar que cuando Camila sea reina consorte en pocos días la llamarán “su alteza real”, a pesar del escepticismo que la rodeó por haber sido la amante de Carlos. Esta mujer tranquila, mesurada y alegre, cuya personalidad contrasta con la inestable y conflictiva Diana, es quien le ha brindado estabilidad y felicidad al futuro rey. Es una historia de amor que, a pesar de sus tropiezos e imperfecciones al inicio, ha tenido un final feliz.