Hace apenas una semana, en uno de los canales regionales de televisión en EE.UU., y como una macabra premonición, Orson Welles le decía a un investigador que sigue sus pasos tratando de probar su pasado como criminal nazi: "No se preocupe de las apariencias, amigo, la muerte y la vida en elfondo no son sino la misma cosa". Era una escena de una película dirigida y protagonizada por él, "El extraño", de 1946, en la que mata y medio sepulta al que quiere cazarlo. Para este hombre que llegó a pesar más de 300 libras, que adoraba el buen vino y los enormes cigarros que hacían juego con su barba de mago y sus capas negras y elegantes, que logró la que numerosos críticos consideran la mejor película en toda la historia del cine, "El ciudadano Kane", que se ganó el odio de los críticos y la admiración de los jóvenes realizadores, quienes veían en él una especie de genio no aprovechado en toda su intensidad, para este hombre que según el New York Times cambió con sus películas todos los parámetros, todas las condiciones, todas las reglas, todos los conceptos del vino universal, la vida y la muerte no eran sino la prolongación permanente y ruidosa de un espectáculo, de esos que tienen elefantes y caballos y trapecistas.Todo en su vida estaba compuesto por exageración. Hace pocos días, como prueba de esa aureola de personaje extraño y maldito, aparecieron simultáneamente 3 libros que recogen, cada uno a su manera, las distintas facetas de este auténtico genio que a los 18 meses de edad, cuando la mayoría de los seres humanos apenas se agarra de las paredes, fue descubierto por el médico de la familia como un niño prodigio, dotado de una serie de cualidades que no podía ser desaprovechada, y entonces, en vez de regalarle juguetes, le dieron un violín, un teatro de marionetas y hasta una batuta para dirigir orquestas. A los 10 años comenzó a estudiar las obras de Shakespeare y poco después ya estaba interpretando algunos de sus personajes. Para no perder el tiempo, con su maestro publicaba una revista que servia a los colegios y universidades para la adaptacion más simple de las obras del dramaturgo inglés.Todos los biógrafos, todos los amigos, todos los críticos de Orson Welles, se quejan de su megalomanía, su tendencia a exagerar todo cuanto tiene que ver con su vida, su obsesión por ser siempre la figura principal de las películas y obras de teatro, propias y extrañas. Esto se hace evidente en estos 3 libros en los que algunas anécdotas alcanzan el nivel de lo ridículo, lo grotesco y hasta lo macabro, como la situación curiosa en que se encontró la primera vez que intentó cometer adulterio. Durante varios años, con su voz profunda y bíblica Welles actuaba en una serie radial en la que interpretaba el personaje de "La sombra", un elemento que, como conciencia se encargaba de perseguir a los criminales sin que ellos supieran de dónde salía esa voz dominante. Una tarde de lluvia, mientras estaba en la cama con una señora casada, mientras el pecado estaba a punto de ser cometido, en la radio de la habitación apareció su misma voz, profunda, ceremoniosa, diciendo: "Quién sabe que puede hacer el demonio en los corazones de los hombres débiles...".Todo en su vida estaba compuesto por escándalos y exageraciones, como en la noche en que conoció a Marilyn Monroe en una fiesta, la convenció de que fueran a una alcoba del segundo piso y mientras hacían el amor, fueron sorprendidos por un marido celoso que había derribado la puerta pensando que ahí estaba su esposa.Al finalizar la secundaria (había nacido el 6 de mayo de 1915, hijo de un inventor de aparatos domésticos y una actriz de teatro que se divorciaría 6 años después), Welles estudió pintura en el Instituto de Artes de Chicago, se marcho a Irlanda y para disimular su verdadera edad, 16 años, se presentó al Teatro Nacional de Dublín con un enorme cigarro, diciendo que era un director que recorría Europa. A las pocas semanas ya había logrado actuar simultáneamente en varias obras, pero se aburrió y se marchó a España y Marruecos, dos paises que amaría durante toda su vida.Comenzaba entonces la más controvertida carrera de actor que lo llevaría a interpretar personajes sórdidos, malvados, terribles, vengativos, tanto en el cine como en el teatro. Incapaz de realizar una o dos actividades cotidianamente, como numerosos artistas lo hacían para sobrevivir, se embarcaba hasta en 6 y 7 proyectos simultáneamente, y mientras estaba en Broadway actuando y divirtiendo varias piezas, se hizo muy popular en EE.UU. interpretando el ya citado personaje de "La sombra", que le arruinaría su primer acto de adulterio.En 1925, para combatir el desempleo, el presidente Roosevelt puso en marcha una serie de proyectos y obras, entre los cuales estaba el Teatro Federal, con Welles como director, que sirvió para darle empleo a numerosos actores y técnicos, montar obras de ideas avanzadas y provocar una serie de polémicas que todavía se recuerdan, especialmente la de un Macbeth montado sólo con negros. Pero las ideas de izquierda del Teatro Federal provocaron la ira de algunos funcionarios, quienes intentaron pedir la puesta en escena de una nueva obra, "El nido se romperá". La noche de inauguración un cordón de policías vio la entrada del público. Welles se unió entonces a los actores, y a la cabeza de 2 mil personas avanzó por la Sexta Avenida en Manhattan, llegó a un teatro que estaba desocupado, entró y preguntó la hora. Para evitar que la Policía continuara hostilizándolos y saliera en el escenario, entonces los actores interpretaban sus papeles confundidos entre el público. Ese grupo se disolvió después y nació el que es considerado el Arte Nuevo Teatro Norteamericano, Mercury; y para que el escándalo no estuviera lejos, Welles montó "Julio César" (1937) con actores que vestían trajes modernos inspirados en los uniformes fascistas.Con el fin de aumentar los ingresos, el Mercury aceptó realizar una serie de programas radiales con la CBS. Eran historias sencillas que dependían en buena parte de los efectos de sonido truculentos y escandalosos. Entonces, ocurrió lo que nadie ha podido olvidar: el 30 de octubre de 1938, se lanzó al aire la dramatización de "La guerra de los mundos", de H. G. Wells. Antes de iniciarse el programa, se advirtió a los oyentes que todo era falso, que todo era imaginario, pero fue en vano. La adaptación estaba realizada en forma de boletines noticiosos en los que un periodista, desde el sitio de los acontecimientos, informaba sobre la invasión de marcianos que habían llegado a Nueva Jersey. En la historia de la radio ningún otro programa ha ejercido un efecto tan devastador como ese. La gente que estaba escuchando música normalmente y de golpe se veía informada sobre la llegada de los marcianos, perdió el control, muchos se lanzaron a las calles, otros se encerraron en sus casas listos a combatir la invasión y otros gritaban desde las ventanas.Orson Welles tenía entonces 23 años y pocas semanas antes había aparecido en la carátula del Times como un niño prodigio. El Teatro Mercury se disolvió como grupo y algunos de sus integrantes se fueron con un contrato de trabajo a la televisora R.K.O.A los 24 años, Welles dirigió su película "El ciudadano Kane", retrato humorístico, despiadado, cínico, de la prensa amarilla Randolph Hearst, cuya cadena de periódicos y revistas desde entonces y para siempre vetó el nombre de Welles. A lo mejor, esta noticia de su muerte debió aparecer destacada el fin de semana anterior. Randolph, y más tarde sus herederos, han tratado de comprar los negativos, los derechos y las copias de "El ciudadano Kane", pero la industria del cine no ha querido, al menos en un gesto de independencia, y ha rechazado la posición.Los años que siguen, las películas realizadas, los proyectos frustrados, los tres matrimonios (el primero con Virginia Nichelson, con quien tuvo un hijo, Cristopher; el segundo con la actriz Rita Hayworth, y el último con su viuda actual, una actriz italiana llamada Paola Muri, con quien tuvo una hija Beatriz).Las fiestas interminables con los millonarios en las playas españolas y marroquies, las peleas con los estudios que le quitaban las películas sin acabar y las editaban como podían, su fama de discolo y dictador su pésimo humor, la gordura que le iba aumentando peligrosamente, la progresiva alcoholización, todo esto ya forma parte de la leyenda, la misma leyenda donde seguirán sus peliculas como "Obsesión", "La dama de Changay", "El proceso", "Campanadas de media noche"; sus actuaciones en películas ajenas como "El tercer hombre", "Compulsión", "Un hombre de dos mundos", "Trampa 22"; sus apariciones en algunos piadosos comerciales de televisión que le servian para llevar la vida ampulosa que se daba; sus peleas con los criticos de Nueva York que lo consideraban un payaso (Welles se quejó siempre de que no criticaban sus peliculas sino que lo criticaban a él); todo lo que era mito antes de morir.Durante muchos años en las escuelas de cine se seguirá hablando de los largos planos, sin interrupción que Welles usaba como un lenguaje metódico, personal, para reflejar la atmósfera ominosa de sus historias. Se dirá que era un genio y también se dirá que Hollywood, como en tantos casos, no supo comprenderlo. En el fondo, por supuesto, a Orson Welles le importaba un pepino que lo comprendieran.En un restaurante francés, en la ciudad de Los Angeles, una mesa ha quedado vacia. Sobre el mantel a cuadros, siguen un enorme tabaco encendido y un vaso de vino rojo esperando a un comensal que ya no llegará. --