En las casi dos horas de entrevista con Meghan y Harry, muy pocas cosas se dijeron del príncipe Carlos. El padre y suegro de la pareja ocupa un lugar poco honroso en el amor del pueblo británico y la atención mundial que gira en torno a él no suele estar llena de luz. Su infidelidad a la princesa Diana y el dolor que ella vivió por años en un matrimonio infeliz le siguen pasando factura.
“Mi papá y mi hermano están atrapados. No pueden irse. Y siento compasión por eso”, dijo el príncipe Harry a la popular presentadora de televisión norteamericana. El joven aseguró que a relación entre ambos está prácticamente rota y que ya ni siquiera le contesta las llamadas.
La vida del hijo de la reina Isabel también dista mucho de ser un cuento de hadas. En 2004, Carlos de Inglaterra dijo algo que estremeció a la realeza: “Nadie sabe lo infernal que es ser el príncipe de Gales”. En ese momento, lejos de generar la solidaridad mundial de Harry y Meghan, el mundo estalló en burlas contra el hombre que supuestamente consideraba una cárcel una vida de lujos que todos desearían.
Su infelicidad ha sido retratada en varios libros y documentales. “Pobre Carlos”, fue la frase que más oyó la biógrafa Sally Bedell Smith a lo largo de los cerca de 300 testimonios que recopiló para escribir una biografía del hijo mayor de Isabel II, quien es el príncipe de Gales que más años, 59, ha llevado ese título, que lo acredita como heredero del trono de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
No había cumplido 10 años cuando su madre anunció, en 1958, que lo nombraba como tal y ello significó una vergüenza para él, en momentos en que luchaba para ser un niño normal en Cheam School, donde su posición le dificultaba interactuar con sus compañeros, cuenta Bedell Smith en su obra, titulada Prince Charles: The Passions and Paradoxes of an Improbable Life.
Con sus padres en su investidura como príncipe de Gales en el castillo de Caernarfon el 2 de julio de 1969.
Es también conde de Chester, duque de Cornualles, duque de Rothesay, conde de Carrick, barón de Renfrew, señor de las Islas y príncipe y gran senescal de Escocia. Foto: Getty Images.
Desde su nacimiento, el 14 de noviembre de 1948, el príncipe siempre ha lidiado con las altas expectativas sobre él y un escrutinio inmisericorde sobre todos sus pasos. Él mismo se ha quejado de lo “sombría” que fue su juventud y su primer gran escollo estuvo personificado en su padre, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo.
De enérgica personalidad, atlético, audaz, irreverente, brusco y de formación espartana, el marido de la reina esperaba que su hijo fuera como él, cuando en realidad era tímido, muy sensible y lloraba fácilmente cuando lo regañaba y menospreciaba porque era amanerado y mal deportista, cuentan sus amigos.
Carlos aún resiente la rudeza con que su padre, Felipe de Edimburgo, lo regañaba y menospreciaba de niño porque era mal deportista, débil y susceptible. En la foto, los dos en una conferencia en Londres en 1970. Foto: Getty Images.
Isabel subió al trono en 1952 y desde entonces tuvo menos tiempo para él y su hermana Ana, que quedaron bajo el total control de Felipe. Cuando estaba con ellos, la reina no era dada a los abrazos y caricias maternales, algo que también le ha reprochado Carlos, para quien ella era una mamá “desapegada” antes que indiferente.
Su expresión en esta foto refleja sus amargos días en la ruda Gordonstoun School, donde también soportó golpes de maestros y alumnos sin chistar. Foto: Getty Images.
El príncipe de Gales fue el primer heredero británico en educarse fuera de palacio y esa fue su siguiente fuente de pesares. En Cheam School, sus compañeros lo llamaban el ‘Gordito’ y se burlaban de sus orejas grandes, mientras que dos profesores le pegaban, recuerda Bedell Smith en su obra, best seller de The New York Times.
Felipe decidió que siguiera sus estudios en Gordonstoun School, el internado donde él se había educado, una “sentencia a prisión”, juzga hoy el príncipe. Allí, sus padecimientos fueron más crudos, pues el plantel buscaba liberar a los hijos de los poderosos de la carga del privilegio, con una educación ruda. En un país gélido como Escocia, los alumnos eran obligados a usar pantalones cortos todo el año y a bañarse con agua helada luego de trotar antes del desayuno. “El acoso era prácticamente institucionalizado”, cuenta John Stonborough, compañero de clases de Carlos, según el cual él soportó los golpes del jefe de dormitorio, Robert Whitby, “un verdadero canalla ruin”, y de los otros internos, sin quejarse jamás. Nadie quería ser visto como el “lambón” del futuro rey, así que lo aislaban y no hizo un solo amigo.
Era, por otro lado, un alumno de desarrollo “lento”, según su propia madre, y solo le iba bien en música, dibujo y teatro, así que una de las pocas cosas buenas de esa época fue descubrir que se sentía bien en el escenario, en 1961. Pero, una vez, Felipe soltó una carcajada en plena función de un drama en que actuaba, porque su papel le recordó a un cómico de la televisión. Fue una puñalada para su hijo, quien lo adoraba y vivía obsesionado con complacerlo a él y a los demás.
En la foto, en una obra teatral en el Trinity College de Cambridge en 1970. Foto: Getty Images.
El ensimismamiento en que lo sumió esa experiencia le hizo difícil también su relación con las mujeres, hasta que con la ayuda de Rab Butler, director del Trinity College de Cambridge, donde estudió, conoció a Lucía Santa Cruz, una elegante chilena, rica, bella e inteligente, su primer amor. Otros dicen que solo fueron amigos, pero lo cierto es que fue ella quien le presentó, en 1972, a Camilla Shand Kydd, luego señora Parker Bowles y su actual esposa, en quien finalmente encontró la atención, aprobación y amor espontáneo de los que había carecido.
Lucía Santa Cruz, hija del embajador de Chile, y Carlos de Gales. Foto: Getty Images.
El príncipe no se pudo casar con ella porque no era virgen ni de tanta alcurnia, aunque venía de una familia con viejas conexiones en la realeza y la nobleza. Lord Mountbatlen, el tío Dickie, su preferido, le aconsejó que tuviera todas las amantes que se le antojaran y luego eligiera a una niña bien, dulce y virgen por esposa. La elegida fue Diana Spencer, hija del conde Spencer y descendiente de varias dinastías célebres.
El gran mentor de Carlos fue su tío abuelo lord Mountbatten. Foto: Getty Images.
Bien conocida es la historia del fiasco que fue la unión, pero la biografía de Bedell Smith se suma a la tendencia de destapar la otra cara de la moneda. Si bien Carlos fue el arquitecto de la desgracia, al humillar a su esposa mostrándole que seguía amando a Camilla, casada ya con Andrew Parker Bowles, el libro sostiene que, en principio, él pensó que se enamoraría de ella y que hizo todo para que las cosas funcionaran.
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Bedell Smith insinúa que Diana no era el dechado de bondad que todo el mundo adora. Su hermano Charles, por ejemplo, anotó una vez que ella “tenía problemas con decir la verdad”, mientras que su padre explicó que era muy voluntariosa. Bulímica, tan ávida de cariño como Carlos, la princesa lloraba por horas, enloquecía de la furia intempestivamente y trató de matarse varias veces, como se ha revelado. Ahora el nuevo libro asegura que ella también matoneaba a Carlos diciéndole: “Nunca serás rey”, poniéndole apodos como el ‘Chico Maravilla’ o burlándose de lo ridículo que se veía con sus medallas. Cuando él trataba de detener sus violentas peleas arrodillándose a rezar antes de dormir, ella seguía vociferando y le pegaba fuertemente en la cabeza.
La compleja psicología de Diana se reveló antes de la boda, pero el libro defiende a Carlos recordando que no rompió el compromiso para protegerla. Si el heredero al trono de Inglaterra la repudiaba, ¿quién más podría quererla? Además, él se apresuró a casarse en vista del acoso al que lo tenía sometido su padre Felipe al respecto.
El caso es que el horrible matrimonio y final divorcio de la fallecida Diana marcó un periodo muy triste para Carlos (duró 14 años en psicoterapia), en el que no contó con el hombro de su madre para llorar, argumentan sus amigos.
Isabel II y Carlos en 2003. Foto: Getty Images.
Y la mala imagen de su vida con la venerada Diana ha dado al traste con su popularidad y acentuado su búsqueda obsesiva de relevancia, la cual lo ha llevado a ser un activista de causas polémicas como el cambio climático. Esto le ha merecido el mote de ‘entrometido’, pero según Richard Kay, famoso columnista de realeza del Daily Mail, con una madre que bien podría pasar de los 100 años, él sabe que su corto reinado no marcará mucha diferencia. Entonces, se ha propuesto ser el príncipe de Gales más significativo de la historia, con injerencia en todos los aspectos de la vida nacional.
Otro experto de realeza del tabloide, Geoffrey Levy, da fe de los sentimientos encontrados del príncipe sobre el largo reinado de Isabel, “la eterna espera”, en sus propias palabras. Por ejemplo, Carlos no se junta con reyes jóvenes como su primo Felipe de España, Philippe de Bélgica o Willem-Alexander de Holanda, cuyos padres abdicaron en ellos y eso les está permitiendo dejar su huella. El inglés detesta sus miradas de condescendencia y los comentarios maliciosos que surgen cuando aparece con ellos.
La última chanza de Felipe de Edimburgo
En su sede oficial, Clarence House, los cortesanos ya casi no hablan de cómo sería su reinado, mientras que Carlos finalmente parece dispuesto a dejar que la naturaleza siga su curso, dicen Kay y Levy. “Su esposa Camilla (con quien se casó en 2005) ha sido una figura clave en su transformación, al convencerlo de hacer lo mejor de lo mejor del presente, una visión típica en ella, una mujer que siempre ha vivido el momento”, concluyen los especialistas en la familia Windsor. La pareja debe estar afrontado unida la crisis que generó la polémica entrevista en la que su hijo y su esposa pusieron la público sus tristezas.
Camilla es la única que lo calma en medio de sus fuertes rabietas contra su equipo. Foto: Getty Images.
*Este artículo fue publicado inicialmente en la revista JET SET.