SEMANA: Usted ha estado de los dos lados de los micrófonos, como una presentadora muy querida y también como paciente de esclerosis múltiple. ¿Cómo fue pasar de entrevistar a ser entrevistada por su condición de salud?
Linda Palma (L. P.): Fue supercomplicado. Para ese momento yo ya era una figura pública. Llevaba años saliendo en televisión, pero nadie sabía de mi condición. Yo tengo esto desde 2008. Yo tenía eso muy cerrado. Muy poca gente sabía lo que vivía. Sentía que era parte de lo más íntimo de mi vida.
Nunca me he visto como una víctima. Simplemente soy una de las millones de personas en el mundo que tienen una condición de salud.
Pero en ese momento tuve una recaída muy fuerte que me dejó varios meses por fuera del aire. En redes sociales se comenzaron a decir muchas noticias falsas. La gente comenzó a preguntarse ¿Qué le pasó? ¿Por qué no volvió a estar en TV? ¿Estará embarazada? ¿Está muerta? Esa fue una de las razones por las que decidí contar.
SEMANA: ¿Y cuáles fueron las otras razones?
L. P.: La principal, quizá, que pude salir adelante y recuperarme ciento por ciento. Pensé que era egoísta tener guardado eso para mí. Y que debía contarles a tantos otros que vivían algo parecido a lo que yo tenía que sí se puede salir adelante.
Aunque hoy suene extraño, también entendí que yo no estaba haciendo nada malo. La carga emocional de estar callada era muy grande. Vivía pensando: ojalá no me pase nada, ojalá no me pase nada cuando esté en vivo. Entonces, al final, contar ha sido lo mejor que me ha pasado.
SEMANA: ¿Ahora cómo explica haber guardado tantos años esa condición?
L. P.: Soy muy reservada. Pensaba que había temas que debía guardar para uno. En este momento no me quería ver como una persona que toma un tema médico para ganar más fama o generar lástima. No quería abrir la puerta a que todo el mundo hablara y asumiera cosas de mi vida, y pensaba que era un asunto solo mío y de mi familia. Hasta un punto eso estuvo bien. Después comencé a salir más en televisión y pensé que ya era justo que el público supiera que como cualquier ser humano tenía un ‘perito’… tremenda condición de salud.
SEMANA: Usted cuenta que las publicaciones en redes sociales la afectaban, ¿recuerda alguna en particular que le haya dolido?
L. P.: Tuve que dejar las redes porque no me hacían bien. Hubo dos comentarios que me dolieron especialmente. El primero fue cuando comenzó a salir que me había muerto. Un tío llamó a mi mamá a preguntar qué me había pasado, si había pasado por una UCI, que había fallado. Se armó como un show en mi casa y eso me bloqueó. Yo estaba en el peor momento.
También otra persona escribió que si yo tenía una discapacidad no debería volver a la televisión. Eso me jodió emocionalmente. Empecé a dudar de mí. Aunque uno diga me vale cinco, cuando uno está tan vulnerable todo hiere y todo es muy complicado.
También tengo que decir que esos dos comentarios me ayudaron a salir adelante. Me motivaron a no dejarme vencer.
SEMANA: Y cuando habló, ¿qué tan liberador fue?
L. P.: Fue muy liberador. Lo veo como un regalo. Comencé a sentir a las personas. A escuchar sus historias. Me mandaban sus casos puntuales. Conocí a decenas que tenían lo mismo que yo tengo. Me sentí muy apoyada.
Tengo la gran bendición de no recibir comentarios malos. Nadie me manda nada negativo. Yo siento como amigos a quienes me escriben. En parte siento que es porque mi carrera no se ha basado en la polémica, en con quién salí, con quién me acosté, con quién peleo.
Me llegó al alma que muchas personas que yo no conocía hicieron cadenas de oración por mí. Eso todavía me conmueve. Después de hablar pensé: ¡uf!... esperé demasiado.
SEMANA: ¿Cómo siente que los medios cubrieron su enfermedad? ¿Se sintió respetada?
L. P.: Miti-miti. Medios serios como SEMANA hicieron reportajes muy completos y se encargaron de averiguar de qué se trataba la esclerosis múltiple. Fueron muy respetuosos conmigo y con lo que vivía. Lo hicieron muy bien porque lo sacaron del chisme. Y aprovecharon mi historia para hacer visible la realidad de la esclerosis múltiple.
Hay medios, en cambio, que no son medios, sino personas sentadas detrás de un computador. Decían cosas exageradas, amarillistas y que no tenían que ver con la enfermedad. Confundieron mi condición con otros tipos de enfermedades. Cambiaron totalmente la historia.
SEMANA: Ahora usted va a ser profesora de un diplomado de la Universidad del Rosario y el Hospital Méderi para formar periodistas en temas de salud. ¿Por qué participar en algo así?
L. P.: Primero, porque me he tratado mis recaídas siempre en Méderi. Le tengo gran aprecio y agradecimiento a esa red hospitalaria. Pero sobre todo porque yo he estado en los dos lados, en el micrófono y como paciente. Sé como paciente qué significa hacer la fila para ser atendido en urgencias y esperar por los medicamentos. Ahora que trabajo en noticias siento que es urgente que los periodistas tengamos conocimiento de los temas y los tratemos con respeto.
SEMANA: En estos años que ha vivido con esa condición ha pasado por momentos muy difíciles, ¿qué la ha hecho no desfallecer?
L. P.: Yo tengo puro amor por la vida. Puro instinto de supervivencia. No he desfallecido porque tengo la claridad de que me faltan muchas cosas por vivir. No me voy a dar por vencida tan rápido. No tengo eso en mi cabeza. Me caigo y vuelvo a intentarlo. Lo que tengo son puras ganas de vivir.
Pienso que la ciencia avanza mucho y que cada que pase el tiempo yo podré estar mejor. Para mí fue un regalo gigante ser de las primeras en hablar de eso. Claro que he tenido momentos en los que sentí miedo, angustia, no sabía para dónde coger. Pero salí victoriosa y agradeciendo todo. Hoy me levanto y hago cosas y digo: “wow, gracias Dios mío por caminar, por vivir”.
SEMANA: Con la pandemia, estos años han sido muy difíciles para muchas personas que se han enfermado de covid gravemente, que han perdido seres queridos, que han quebrado en sus negocios de toda la vida, que no tienen trabajo, que se han separado de sus parejas. Usted en uno de los momentos más críticos, hizo un post en el que decía “Saldrá el sol”. ¿Qué le generó esa publicación que se volvió tan viral?
L. P.: Yo sé que es cliché decir eso. Pero pienso que hemos vivido uno de los momentos más duros como humanidad. Y de mi experiencia, puedo decir que a veces hay que alejarse de eso malo que vivimos e intentar entender por qué y para qué llegó esto tan complicado a la vida de cada uno.
Hasta lo más negativo termina siendo un gran regalo que llegó para ti. Entonces, yo soy de las que piensa: “Bueno, perdí mi trabajo, ¿para qué pasó esto? ¿Qué voy a hacer con esto?”. Porque los seres humanos siempre tenemos la capacidad de salir adelante.
Me acuerdo de esa publicación. Mucha gente me escribió cosas superpersonales. Mucha gente estaba muy caída y me decía que pensaba que sí valía la pena seguir intentándolo. Entonces, la verdad siento que para eso son las redes sociales, esa debería ser su finalidad verdadera.
SEMANA: ¿Qué significa volver a empezar? Usted ha contado que con la recaída tuvo que aprender todo de nuevo, desde caminar...
L. P.: Para mí fue clave la fe. Creo mucho que por más que lloré, me desesperé, me preocupé, siempre supe que todo estaría bien. Pero igual vivo este proceso y me lo permito. Sé dentro de mí que todo mejorará. La fe en el Dios que creas. Y la fe en sí mismo. Fe en poder recomenzar. Siempre es fe en uno, en lo que uno cree, en lo que a uno le gusta, en tener pasión. Claro que uno piensa tirar la toalla. Pero también en la vida ves gente que lo intentó muchísimas veces y pudo al final. Es saber que uno puede caerse siempre. Y no esperar en que el resultado se va a dar mañana, sino en que en algún momento se va a dar.
SEMANA: Usted siempre se despide en televisión diciendo: “La vida es linda”. ¿Esa frase tiene alguna historia?
L. P.: Sí. Esa frase la empecé a usar justo después de mi recuperación. Estaba con mi suegro y él se había sorprendido de cómo había podido volver a comer. En algún momento él me dijo: definitivamente verla así debería recordarle a uno que la vida es linda. Como coincide con mi nombre nos toteamos de la risa. Después hice mi libro que se llama así y así me despido siempre. ¿Por qué? Pienso que uno debe recordarlo todos los días.