Cuando el jefe de Estado ordenó el aislamiento obligatorio para todos los colombianos a mediados de marzo, su mamá, Juliana Márquez, se quedó sola. Sus dos hijos Iván y Andrés, sus tres nietos, y su nuera María Juliana no volvieron a verla, por su seguridad. Como tantos abuelos en nuestro país, estuvo aislada y lejos de su familia.
Pero la suya no es una historia de soledad y tristeza. Todo lo contrario, aprovechó la pandemia para multiplicarse, para ser útil y, como dice ella, “para invitar a otros a servir”.
Desde su confinamiento se ha dedicado, sin descanso, a pedir, organizar y despachar mercados y productos de bioseguridad a más de veinte departamentos. Tiene el apoyo de más de sesenta empresas que, gracias a su gestión, le entregan importantes donaciones al país: “Aproveché mi cuarto de hora, la fortuna de que todos me pasan al teléfono. Lo estoy usando para invitar a la gente a servir, a ser solidarios, a ayudar”.
La experiencia de cómo la pandemia la transformó comenzó con un pensamiento: “O me pongo oficio, o me enloquezco”. Lo primero que hizo fue llamar a la Fundación El Nogal. Les propuso llevar mercados a algunos hogares de adultos mayores en Bogotá. “Empezamos llevando pan, yogur, galletas y ropa, pero muy pronto crecieron también los aportes”.
Al cabo de unos días se sumaron la Fundación Siemens, la Fundación Santo Domingo y Davivienda, entre otros... Y tuvo que buscar un lugar para almacenar las donaciones, y organizar un equipo para despacharlas debidamente. “Hay días en que no alcanzo ni a arreglarme, porque no hay tiempo”, dice.
Tal vez no calculó bien el alcance de su “cuarto de hora”, pues desde su escritorio en Bogotá superó sus propias expectativas al beneficiar a más de 370.000 personas en cinco regiones de Colombia. “Me levanto por la mañana y no alcanzo a sentir la angustia por lo que está pasando, porque desde temprano me llaman a ofrecerme ayuda, y arranca una felicidad muy grande”.
Sus días comienzan a las 7:00 de la mañana con tareas de logística, y las tardes las dedica a hacer videollamadas con posibles donantes. “Todo lo hago sola. Soy la que barre, hace el desayuno, tiende la cama, contesta las llamadas y escribe los correos. Se me pasa el día feliz, trabajando en lo que amo”. Su gestión ha sido tan exitosa, que su casa convertida en depósito ya no da abasto. Pero el Ejército, la Armada y la Policía le ayudan con almacenamiento y entregas.
Además, desde hace unos el Barco Hospital San Rafael la apoya llevando medicina a zonas remotas de la costa Pacífica colombiana. “Todo es muy primario, pero nos hemos vuelto muy serios y profesionales en la entrega de las ayudas. Es muy emocionante ver cómo la gente quiere aportar”.
“No leo prensa”
A lo que no ha dedicado tiempo Juliana Márquez es a leer prensa. Las constantes críticas en contra de su hijo se convirtieron en tal tormento, que le afectó su salud. “Ahora no leo periódicos ni escucho radio. Prefiero oír música, estar en paz y trato de perdonar a quienes ofenden a Iván”. Con su hijo habla varias veces en la semana y se han visto muy poco en los últimos meses.
Sus años casada con Iván Duque Escobar, exgobernador de Antioquia y exministro de Minas, la entrenaron para los desencantos de la política. De ello le quedó una importante lección: “Los amigos son los de siempre. A los otros, los que aparecen momentáneamente, uno los quiere momentáneamente”.
Pero es la pandemia, no la política, la que cambió para siempre a Juliana Márquez. “He mejorado como persona. Aprendí a fijarme más en los demás, dejando a un lado mi afectación para poder ser un apoyo para mis hijos y mis nietos. Aprendí a quejarme menos, a ser más paciente y a buscar un equilibrio”.
Ese nuevo balance le ayuda a llevar la angustia que significa ser la madre del presidente cuando el país atraviesa su peor crisis de sanidad. “Pasé de que me molestaran mucho las críticas a tener una seguridad muy grande en Iván. No dudo que nos llevará a buen puerto. Confío plenamente en él”.
Durante las primeras entregas en Bogotá, una señora mayor, conmovida por la ayuda que le llegó al hogar donde vive, pidió el número telefónico de Juliana, y desde entonces le graba y le manda canciones de agradecimiento. Por estos días eso es lo único que Márquez quiere escuchar al despertar, la voz de esa mujer que le recuerda el nuevo sentido de su vida y el motivo por el cual hoy tiene razones de sobra para levantarse.