En estados Unidos no son pocos los que aún asocian el nombre de Sofía Vergara con el de Gloria Pritchett, la sexi esposa colombiana de un empresario del mundo de los clósets, en la exitosa serie Modern Family, que completó 11 temporadas al aire y convirtió a la barranquillera en la actriz latina mejor pagada de la televisión en ese país.
Y Sofía disfrutó ese papel. Aun en medio de las críticas: por su acento marcado, por caricaturizar a los latinos, porque decían que solo se interpretaba a sí misma. Con 51 años, la Toti pone el espejo retrovisor de su carrera, y confiesa que ese personaje de migrante latina que conquista a un millonario gringo con su belleza y desparpajo le dio “mucho más de lo que hubiera imaginado cuando me mudé a Estados Unidos con apenas 20 años. Desde el primer día me hizo famosa”.
Es que ese papel la puso en el mapa de la industria: Sofía Vergara resultó ganadora de cuatro premios SAG (que entrega el Sindicato de Actores de Estados Unidos) y logró además ser nominada a cuatro premios Globo de Oro y otros cuatro en los Emmy, los más importantes de la pantalla chica.
Después de Modern Family llegaron otros proyectos: actuó junto a la estrella de Hollywood Reese Witherspoon en Dos locas en fuga, en un personaje también en clave de humor; prestó su voz para varios doblajes de filmes animados y formó parte de otros elencos, como el de la película Chef, la receta de la felicidad, protagonizada por el reconocido director, actor, guionista y productor de cine estadounidense Jon Favreau.
También, desde hace un par de años, es jurado de America’s Got Talent, uno de los realities de talentos más vistos en el mundo.
Y mientras su brillo crecía, también lo hacía su fortuna, que hoy se estima en 180 millones de dólares.
Pero ella quería ir por más. Y las oportunidades no llegaban. “Es que no era la típica latina que todos esperaban. Era una latina que no parecía latina porque soy blanca y rubia. En Estados Unidos creen que todas nos vemos como Salma Hayek. Hasta que un día caí en la tentación de oscurecerme el cabello para poder encajar. Entonces ahí sí todos: ‘Te ves como la latina sexi y picante’”, relata la actriz en SEMANA.
Entonces, ella misma se encargó de retarse. Mientras grababa a Gloria Pritchett y el mundo se rendía a sus pies, a las manos le llegó la historia de Griselda Blanco, considerada la madrina de las drogas y una de las primeras mujeres en hacerse a un nombre en ese negocio dominado por hombres.
Lo hizo en los años setenta, y Griselda, sanguinaria y “visionaria” a la vez, inundó de coca colombiana las calles de Miami y Nueva York ante el desconcierto de las autoridades de Estados Unidos, que no daban crédito a que una mujer manejara un emporio de esas proporciones.
Sofía sabía que se enfrentaba a un personaje polémico, pero era una oportunidad de oro para interpretar el primer papel dramático de su carrera y demostrar que podía ser más que una actriz de comedia. Por eso, no quiso solo protagonizarlo, también fue su productora ejecutiva. Durante 2023 estuvo a punto de lanzarlo en dos ocasiones, pero la extensa y compleja huelga de guionistas y escritores retrasaron los planes hasta el 25 de enero, cuando Griselda llegará al fin a las pantallas de Netflix.
Pero hablar de Griselda la confrontaba con su pasado. “Mi hermano Rafael estuvo metido en el negocio y por eso lo mataron en 1996. Fue un dolor por el que pasamos muchas familias colombianas y que yo conocí de cerca. Ese fue el punto de partida. Nunca he puesto mi nombre en algo en lo que no crea”, relata Sofía.
No obstante, deja claro que con esta serie no pretendía ponerse del lado de los malos: “No buscaba romantizar a Griselda, pero, nos guste o no, la historia de mi país ha estado escrita también por personajes como ella. También me interesaba contar la historia más allá del relato de una viuda negra. Fue una mujer empoderada en tiempos en que nadie hablaba de esas cosas y, a pesar de todo, una buena madre”, dice la actriz.
El papel, cuenta, la expuso a una fuerte presión durante seis meses. Todo ese tiempo con una prótesis de plástico en la nariz, dientes postizos, un brasier que le aplanara los senos y cintas en las nalgas que la hicieran ver menos voluptuosa. Además de horas enteras de maquillaje para hacerla lucir más vieja y, algo bien difícil, menos bella. Hasta caminaba encorvada para lucir menos glamurosa.
“Me han preguntado si habrá segunda temporada o una precuela de Griselda. Pero seis meses fueron demasiado para mí, a mis 51 años. Este es un personaje que me absorbió y me exigió como ningún otro porque temía que la gente dijera: ‘Prefiero a Gloria Pritchett’. Tuve que exigirme el doble, aprender a fumar, aprender cómo se mete el perico. Al final terminé enferma de la espalda y harta de Griselda”, relata la Toti.
Fueron también meses de actuar en español en buena parte de la historia por primera vez. “Toda esa presión me afectó mucho, el reto no solo fue actoral, sino personal. Un día el dolor de espalda me obligó a parar las grabaciones y salir corriendo al médico. Llegaba a la casa con un peso gigante; ahora entiendo por qué los actores dramáticos terminan tan locos después de ciertos personajes”.
Más allá de la aceptación, la polémica o las reacciones que pueda generar su interpretación, Sofía asegura que la mayor satisfacción de este proyecto fue poder incorporar a muchos talentos latinos.
“He tenido mucha suerte, se me han abierto muchas puertas en Hollywood. Sería ingrato decir que no. Pero si no hubiera dado este paso, aún estaría esperando a que me dieran un personaje distinto, que no fuera de humor. Hay muchos actores latinos. A esta historia invité a Karol G y a Paulina Dávila, mi prima, una mujer supertalentosa. Pero nos faltan más escritores y guionistas latinos que hagan historias sobre nosotros, que hablen como nosotros, que cuenten en la pantalla las cosas que nos pasan a los latinos. Esa fue una de las motivaciones para meterme en este proyecto. Hoy tengo el corazón dichoso”, cuenta Sofía.
Un corazón en paz también, pese al divorcio reciente que vivió con Joe Manganiello, el actor estadounidense con el que estuvo casada por casi ocho años. “Es algo que no puedes esconder por más doloroso que sea. Fue un capítulo de mi vida que tuve que cerrar porque hubo algo en lo que no nos pudimos poner de acuerdo: él quería tener hijos. Yo no. No quería ser una mamá vieja. Ya mi hijo mayor tiene 33 años, ahora me preparo es para ser abuela”.