SEMANA: ¿Cómo recibe este reconocimiento del FICCI?

Alejandra Borrero (A.B.): Se me hizo muy bello que reconozcan el trabajo y la pasión de uno, la entrega que ha significado hacer tantos años esta carrera. Es realmente muy bonito, me siento muy honrada.

SEMANA: Son casi 40 años de carrera, ¿qué recuerda de sus inicios en Cali?

A.B: Empecé desde muy joven. Estudié una carrera de cinco años en teatro en la Universidad del Valle. Trabajé al lado de todos los que hacían cine en ese momento y me metí de cabeza en este mundo. Realmente, ha sido a punta de amor, donde muchas veces uno se pregunta: ¿Será que me dedico a otra cosa? Pero, no he podido más que ser actriz. Dirigir y actuar. La creatividad y la imaginación tienen un puesto muy importante en mi vida.

SEMANA: A usted le toca el privilegio de vivir una época dorada en Cali, donde estaban en ebullición las artes, el cine y el teatro, y grandes nombres como Enrique Buenaventura en el TEC.

A.B.: Enrique fue mi maestro, estuve con él en la universidad. Fuimos la segunda promoción de la Univalle, así que de alguna forma fuimos sus conejillos de indias. Con él tuvimos una relación muy cercana y amorosa. Era un hombre genial, por su manera de ver el mundo. Fui su amiga y lo quise mucho.

"Mis papás me decían que mejor estudiara una carrera que diera plata. Les parecía una cosa traída de los cabellos y les preocupaba mucho mi futuro. Para mi papá era como un chiste que yo estudiara actuación", Alejandra Borrero. | Foto: Copyright: Diana Rey Melo - Publicaciones Semana

SEMANA: Otra de sus grandes influencias ha sido Sandro Romero...

A.B.: Sí, y es una amistad que ha perdurado en el tiempo y que he podido honrar de muchas maneras. La primera obra que monté en Casa E la monté con él. Ha sido mi consejero, un personaje que ha estado toda mi vida, desde el colegio. Él, de alguna manera, fue el que inició esta actriz que está sigue hoy caminando.

SEMANA: Usted viene de una familia muy tradicional de Popayán. ¿Cómo recibieron sus papás la decisión de convertirse en actriz?

A.B.: Me decían que mejor estudiara una carrera que diera plata. Les parecía una cosa traída de los cabellos y les preocupaba mucho mi futuro. Para mi papá era como un chiste que yo estudiara actuación. Al final, me apoyaron. Y cuando empecé a hacer televisión, se sintieron orgullosos. Cuando se dio lo de Café con aroma de mujer y todo el éxito que tuvo y que tiene aún. Porque para muchos, yo todavía soy Lucía de Vallejo. Aunque, la verdad, es que ellos no pensaron que yo fuera a resultar en algo con esta carrera.

SEMANA: No siempre era bien visto en esa época que el actor de teatro pasara a la televisión, que es muy comercial. ¿Cómo fue su caso?

A.B.: En mi caso fue tal cual. Casi que me borraron de los anales de la universidad porque no era bien visto que uno se pusiera a hacer televisión. Pero, creo que me ayudó haber trabajado al lado de toda esa gente grande del Caliwood, que tenían una mente mucho más abierta. Con ellos hice cine y los acompañé desde cargar cables hasta actuar. Para mí fue natural pasar del teatro a la televisión. Y hoy creo que todos los formatos son interesantes para un actor. De hecho, tengo alumnos que terminaron su carrera y ahora son grandes influencers y generan contenidos en redes.

SEMANA: En este largo camino del cine y la televisión tropezó con un genio como Carlos Mayolo. ¿Qué recuerda de él?

A.B: Fue uno de mis amigos del alma desde la juventud; incluso, convivimos juntos un par de años en su casa. Fue un referente importantísimo para mí y fue quien me enseñó a actuar para televisión, era un hombre divertido y loco, pero también muy profundo.

SEMANA: ¿Cómo fue personificarlo en el teatro en la obra Pharmakon y además en Casa Ensamble?

A.B.: Él me llamó estando muy enfermo y me mandó tres versiones de Pharmakon, obra inspirada en su vida. Y monto la obra con Romero, inicialmente con actores, pero en un momento me propusieron que la hiciera yo. No me sonó por ser un personaje masculino, pero me di cuenta de que era lo mejor. Mayolo me llamaba y me decía: “Eso es fácil de montar, almorzá en mi casa y lo trabajamos”. Y el almuerzo nunca se dio porque se murió; entonces personificarlo fue una manera de honrarlo. Si no lo hago, me jala las patas, creo…

Alejandra Borrero se le midió al reto de interpretar a Carlos Mayolo en el teatro.

SEMANA: ¿Cómo nace la idea de Casa Ensamble en un país donde vivir del arte es una tragicomedia?

A.B.: Es que nunca pensé en un proyecto así de grande. Estaba buscando un espacio para ensayar y dictar mis talleres. Yo había montado Ensamble Latino, en Miami, y quería hacer un montón de cosas, pero se vino el 11 de septiembre, y los proyectos se cayeron. Me vine a Colombia con la idea de producir mi propio material. Y recuerdo que Fanny Mickey me decía: “¡Cómo se ocurre, mirá los números!”. Pero de una manera realmente ingenua me fui metiendo en este espacio. Encontrar esa casa hermosa en Teusaquillo se convirtió en la identidad de lo que fue Casa Ensamble en ese momento: un espacio donde se podían ver todo tipo de obras, arte, teatro, música. Soy una fanática del arte.

SEMANA: Y la gente respondió. ¿Se imaginó tanta acogida desde el inicio?

A.B.: Para la primera función de Pharmaton no tenía quién vendiera la boleta. No sabía qué hacer. Le dije a mi hermana: “Mona, te tocó vender boletas porque yo no puedo hacer la obra y vender la boleta al tiempo, porque esto parecerá circo pobre”. Y a los días le pregunte: “¿Cuántas boletas vendiste?”. Y ella me dijo que le había dado pena cobrarle a la gente, así que la primera función fue gratis. Y con el tiempo, fuimos abriendo otros espacios y la casa fue creciendo. Y lo hice de la mano de mi socia que tenía una gran visión, y a la par fue naciendo todo el tema social sin darnos cuenta. En ese camino, monté una obra sobre abuso sexual infantil, que la escribió mi tío Guillermo Borrero, y nos dimos cuenta del valor del arte en estos temas difíciles de tratar. La premisa era ser únicos. Ahora es Casa E Borrero y esto es un trabajo de equipo.

SEMANA: ¿Es verdad que la tentaron con la política?

A.B.: Sí, con campañas como Ni con el pétalo de una rosa, que nacieron de haber vivido violencias de muchas maneras. Poco a poco fui entendiendo el tema. Y quise trabajar por las mujeres desde el arte. En ese momento me propusieron entrar a la política, me decían que ya tenía los votos, que sería fácil. Y seguramente los tenía, pero mi intención es trabajar con arte, porque toca el alma de la gente. La política no logra eso.

SEMANA: Llegó un momento que no estaba en los libretos de nadie: la pandemia. Y usted le puso rostro a un sector que se vio sumamente golpeado…

A.B.: Y que sigue estando muy golpeado. Muchos teatros no volvieron a abrir, mucha gente se quedó sin nada. Realmente, el estado no hizo mayor cosa por ayudar a los artistas, que vivimos una situación muy compleja, dos años cerrados. En el caso de Casa E, nosotros vivíamos de nuestro público, al momento de la pandemia, tenemos todo vendido, no había una sola boleta para ninguna obra. Y nos tocó sortear todas las deudas. Hemos ido pagando poco a poco con trabajo. Llegó un punto en el que pensé que no volvería a abrir. Y me sentía con una gran responsabilidad de toda la gente que trabajaba conmigo, mantuve a todo el staff dos meses, pero nos dimos cuenta de que la pandemia no sería tan corta como pensábamos. Y fue cuando dije: Ya no puedo más. Fue un momento muy difícil, no poderse montar en el escenario, no poder hacer tu trabajo. La gente en la calle me preguntaba: ¿Ya va a abrir? Y yo me preguntaba: ¿Pero, cómo?

SEMANA: ¿Qué aprendizaje le dejó este difícil momento de la vida?

A.B.: Muchos aprendimos a bajar el ritmo. Yo venía trabajando incansablemente, aunque la gente pensará que uno de actor vive muerto de la risa. En ese momento llevaba 15 años seguidos sin parar, sin vacaciones. De una novela a la otra. Fue un momento de darme cuenta de que valía la pena ver un atardecer. Es que a mi generación le enseñaron que el trabajo era lo más importante, que había que trabajar hasta reventarse. Otra lección es que en esa época, como nunca antes, demostró que el arte es el alma de la gente. Qué habría sido de muchos sin series, películas, conciertos y teatro en internet. Nos hubiéramos enloquecido.

SEMANA: ¿Es cierto que tuvo que vender su casa para paliar todas esas deudas?

A.B.: Sí. Y Casa E aún está en venta. Aunque sigo mirando otras posibilidades. Y salir, como al principio, a buscar empresas que apoyen. Hoy, creo que la vida le pone en el camino lo que uno necesita para aprender.

SEMANA: ¿Cómo, además de la grave crisis económica, vivió el duelo con la muerte de su pareja en esa época?

A.B.: Aún no sé cómo hice. Creo que me ayudó cambiar paradigmas. Empecé a meditar, a comprender la belleza de estar viva y seguir aquí todavía. Ha sido un camino personal profundo. Hacer un duelo no es fácil. Todos los que hemos sufrido pérdidas en estos años de pandemia seguimos sintiendo ese vacío. Es un proceso lento. Sé que Elizabeth me manda su energía para seguir adelante desde donde esté.