Patricia Castañeda llegó a la televisión por casualidad. Tenía 17 años y su hermana le habló de un casting para un programa infantil al que la habían invitado, pero ella no deseaba asistir. Solo debía preparar una canción. “Yo, de una, dije que sí”, recuerda la actriz caleña. Y, tras la audición, la escogieron en la Brújula mágica.

A partir de ese momento, pasó varios años delante de las pantallas en grandes producciones, como Pecados capitales. Ahora, desde el 28 de noviembre, los colombianos la verán en otra faceta. Luego de trabajar como guionista y escritora, Patricia lleva a las salas de cine del país su ópera prima, Estimados señores, un drama político que reconstruye la historia de las mujeres que hicieron posible el voto femenino en Colombia. Desde Los Ángeles, donde reside, Castañeda habló de este reto con SEMANA.

La historia llega a las salas el 28 de noviembre.

SEMANA: Los colombianos la han conocido por muchos años como actriz. ¿Cómo decidió dar ese paso a directora?

Patricia Castañeda: Comencé actuando, sí, pero en muy poco tiempo ya estaba también escribiendo. Después, lancé un libro, una novela y otro libro de cuentos. Además, para el cine escribí el guion de una película, Roa (la historia del asesino de Gaitán). También escribí cortos. Así siento que hice todo el proceso antes de convertirme en directora. Si me pongo a pensar, cuando tenía 14 años hice una publicidad para una gaseosa. Y necesitaban una hora específica, que era como las cinco de la tarde, el atardecer. Pasaban cosas ahí, salía una nube. El caso es que me tocó por varios días grabar la misma escena en el mismo set. Uno de esos días me le acerqué al director y le dije: “Yo quiero es hacer lo que estás haciendo vos”. Y él me empezó a mostrar la cámara y los planos.

SEMANA: Y se estrenó como directora no con cualquier historia, sino con Estimados señores, una película sobre el voto femenino en Colombia...

P.C.: Algo se detonó cuando descubrí cómo se dio todo en esa historia. Los debates a los que fue sometido el proyecto para que las mujeres votaran. Fueron como ocho, y luego hubo un plebiscito. Me pareció tremendo, muy disruptivo. Quería entender cómo se había dado todo en el Gobierno de Rojas. Comencé a buscar los referentes femeninos de esa historia, las que dieron la lucha. Y fue cuando me encontré con Esmeralda Arboleda. Comencé a leer sobre todo este proceso, me fui a la Luis Ángel Arango, a archivos de varios medios como SEMANA, y vi que se trataba de una historia con muchas perspectivas; casi todas de quienes estaban en el poder, y casi todos hombres. Me parecía necesario reconstruir ese capítulo de la historia, pero desde sus protagonistas. Y no un documental, sino desde la riqueza de la ficción.

SEMANA: ¿Cuál fue el mayor reto de llevar esta historia al cine?

P.C.: Creo que el mayor reto para todos los que formamos parte de este proyecto fue contar una historia que conectara con la gente, que generara empatía con sus protagonistas, que se emocionara con ellas y que sufriera con ellas. O que le generara repudio si es el caso. Que la gente se conectara con un drama político, que es un género que poco se ha explorado en nuestro cine. Yo buscaba que el espectador viviera lo mismo que ellas vivieron hace casi 80 años y que, a la vez, advirtieran lo difícil que ha sido para las mujeres todo, incluso con derechos que aún hoy están buscando. Fueron cinco semanas de rodaje, con presupuesto de película independiente y con el reto de recrear la Bogotá de los años cincuenta.

SEMANA: Hoy las mujeres ejercen el derecho a votar y muchas lo hacen sin la conciencia de todo lo que eso significó. ¿La película buscaba un poco sensibilizar sobre el tema?

P.C.: Sí, porque de este hecho es que surge todo lo que nos está pasando. Derecho a votar, a tener una voz, ya pudimos luego divorciarnos, salir del país sin permiso del esposo, comprar casa o que un hijo pueda llevar el apellido de la mamá y no del papá. Cuesta trabajo creer que eso antes no se podía. Como tampoco mujeres directoras. Si me pongo a pensar, casi no tengo referentes. Claro, a mí nadie me ha dicho: “No puedes dirigir”. Pero tampoco he tenido voces que me impulsen a “anímate a hacerlo”.

SEMANA: Si hacer cine en Colombia de por sí es difícil, hacer un drama político debe serlo aún más.

P.C.: La clave es el pitch. Hacerlo atractivo para que la historia se vea como lo que es cualquier película, una forma de entretenimiento. Hice un camino con el guion de esta película. Fui a varios laboratorios, a un festival con unos directores increíbles. Estuve en Cali, en México, en Ecuador. Se los mostré a varias personas que no me decían que no, tampoco que sí. Pero soy un poco terca y cuando quiero algo me gusta terminar de hacerlo. De pronto, me encontré con Álvaro Gutiérrez, productor. Le mandé el guion y él me dijo: “Tomémonos un café”. Y agregó la cosa más hermosa que yo haya escuchado: “Lo leyó mi mamá, que es dramaturga, y le encantó. Me dijo: ‘Esta historia hay que hacerla’”. Entonces, en esto del cine un poco la clave es también encontrar a la persona que quiera contar esa historia contigo.

SEMANA: ¿Le ha servido su carrera como actriz para enfrentar la dirección de actores?

P.C.: Sería una buena pregunta para el elenco. Pero puedo decir que una de las cosas que más disfruté fue elegir el casting. Es gente con la que he trabajado, he visto su carrera, los tengo muy presentes en lo que hacen; creo saber cuáles son sus fortalezas, entonces, los escogí como a un pincel. Lo que hago como directora es ponerme en los pies de ellos. Pensar cómo a mí me gustaría que un director me dirigiera, que sea muy claro y muy coherente.

SEMANA: ¿Por qué hay tan pocas mujeres dirigiendo?

P.C.: Quizás es algo cultural. En mi caso, siento que me demoré mucho en dar el paso, a lo mejor no estaba lista. Pero creo que vendrán más mujeres dirigiendo. Mujeres que se van a volver referentes. Vamos lento, pero sé que se vienen cosas muy buenas. En Estados Unidos también se está haciendo un movimiento muy grande de mujeres directoras.

SEMANA: Otro de los dolores de cabeza de los realizadores es seducir al público nacional. Que los colombianos vean películas colombianas...

P.C.: Creo que juegan varias cosas. En Italia, por ejemplo, hay muchas películas italianas que les encantan a los de ese país y son hasta más taquilleras que una de Marvel. De pronto puede ser que a la gente en Colombia le gusta ir más a cine a ver cosas más espectaculares como a nivel de sonido y efectos. Creo que también es la forma de llegar al público. A ese público hay que llegarle mostrándole que es entretenimiento. Porque, al final, eso es el cine. Hay que decirle: “Ven a ver historias colombianas bien hechas en las que vas a pasar dos horas entretenido, ya sea llorando, ya sea riéndote, ya sea arrancándote la ropa, lo que sea”. Venderlas a lo Marvel, que te muestran unos trailers espectaculares, así al final la película no sea la mejor. Hay que empezar a cambiar la forma de vender las producciones.

SEMANA: Algunos estarán agradecidos de ver en cines una película como esta, que se sale del camino fácil del humor que caracteriza a casi todas las cintas colombianas.

P.C.: Todo es bienvenido. Las de comedia atraen más público y son las que permiten que el fondo de cinematografía financie películas como Estimados señores. Lo que sí creo es que hay muchas películas muy personales, de autor. Y no siempre el cine independiente debe irse por allí. ¡Son tantos los géneros por explorar! Tú puedes contar un terror para la mayoría, pero esa es como la conexión que todavía nos falta hacer.

SEMANA: ¿Qué extraña de su carrera como actriz?

P.C.: Siendo honesta, a mí nunca me ha gustado ser reconocida. Me encanta estar encerrada, meterme en mi cueva y que la gente no sepa de mi existencia. Pasar desapercibida. Cuando salí de El desafío, me pasó una cosa curiosa: la gente me veía en la calle, en el supermercado y me llamaban y me tocaban. Y yo quedaba en shock. Pero en cierta forma me parece maravilloso que la gente reaccione así.

SEMANA: De tantos personajes que ha interpretado, ¿cuáles se quedaron a vivir en su corazón?

P.C.: Dos en especial. El que hice para Pecados capitales, porque me dio la oportunidad de trabajar al lado de unos actorazos como Róbinson Díaz y Frank Ramírez. Es una de esas oportunidades inolvidables que te pone la vida. Luego, me llamaron de Teleantioquia para interpretar a Débora Arango en una serie y darle vida a un personaje de esos. Se me hizo único, maravilloso.