Juan Alfonso Baptista lo dice sin rodeos: su personaje de Óscar Reyes en Pasión de Gavilanes supuso un antes y un después en su vida y su carrera actoral. Para entonces, 2003, este venezolano tenía 26 años. Ya lo conocían como el Gato y el suyo era un rostro reconocido por algunos comerciales y producciones de televisión.
Aquello fue hace ya dos décadas. El 21 de octubre de ese año, Colombia comenzaría a seguir de cerca la historia de las hermanas Elizondo y los hermanos Reyes en la que se convertiría en una de las telenovelas más vistas en Colombia y Latinoamérica. Una producción inspirada en Las aguas mansas, ambas, de la pluma brillante de Julio Jiménez.
Solo en el país esta producción alcanzó 40,8 puntos en índice de audiencia de hogares, con una cuota de pantalla de 61,1 por ciento. Aún es catalogada como el segundo programa más visto en la historia de la televisión colombiana privada y la tercera producción más exitosa en la historia de la televisión nacional.
En diálogo con SEMANA y a punto de llegar el 13 de septiembre a las pantallas del Canal Caracol la segunda temporada de esta exitosa historia, Baptista habla de este personaje que lo marcó para siempre y de lo nuevo que trae “el mundo gavilán”.
SEMANA: Usted ya parece un colombiano más y permanentemente actúa en producciones nacionales. ¿Qué lugar ocupa Colombia en su corazón?
Juan Alfonso Baptista: Colombia me ha recibido como en casa. La verdad, me siento muy conectado con este país maravilloso. A lo mejor no nací en Colombia, pero me siento de aquí. Colombia me ha abrigado de una manera muy especial y me ha dado muchos más regalos de los que yo le he dado.
SEMANA: ¿Dónde quedó el venezolano que quiso ser futbolista?
J.B.: Sigue aquí. Con la misma ilusión. Pasan los años y a uno a veces le van quitando las ilusiones, aunque he logrado hacer una carrera gracias a la televisión. Pero el portero que alguna vez tapó en la selección de Venezuela sigue estando ahí y a veces quiere seguir jugando fútbol, así ya no pueda porque hay lesiones.
SEMANA: ¿Y el pasado jueves a cuál selección apoyó, Colombia o Venezuela?
J.B.: Quería que ganara el mejor. Yo soy amigo del fútbol, del buen fútbol. Venezuela es mi patria querida, pero amo a Colombia. Lo que pasa es que para quienes tenemos el corazón en ambos países ya no hay fronteras.
SEMANA: ¿Qué pasó con el odontólogo en el que alguna vez quiso convertirse?
J.B.: Dejé la odontología y no me arrepiento. Realmente, no me creo ya tan odontólogo. Pensándolo bien, es bien doloroso sacar una muela y que se la saquen a uno. Fue una profesión que quedó siempre ahí, para cumplir la ilusión personal de estudiar una carrera, pero gracias a Dios por medio de comerciales, que fue por donde empecé, me dediqué al entretenimiento.
SEMANA: ¿Qué recuerdos tiene de ese primer papel en A todo corazón, que le abrió las puertas de la televisión y le dejó para siempre su apodo del Gato?
J.B.: Ese nombre del Gato les gustaba a los productores, pero a mí me decían así desde los 4 años. Alberto Villaroco y Carlos Cerutti, productores argentinos de La montaña rusa, fueron los que me dieron la oportunidad de hacer A todo corazón. Fue el inicio de esta carrera, que es ya tan larga. Hoy creo que seguir vivo en la industria es un privilegio.
SEMANA: Fue por esa época que vivió ese difícil episodio de la parálisis facial. ¿Creyó que con eso había llegado el final de su carrera?
J.B.: Al principio, fue duro porque estaba haciendo un personaje muy querido y que tenía muy buena sintonía. Todo empezó un día en el estudio. Faltaba una escena por grabar. Cogí un vaso y cuando fui a beber se me cayó el agua. “Qué raro”, dije. Y de repente sentí que el ojo se me resecaba. Cuatro días después estaba completamente paralizado. Estuve en rehabilitación por más de un año. Y mi rostro se veía muy afectado, estuve a punto de perder mi carrera. Pero nunca pensé en abandonarla y tuve que trabajar para aprender a hablar de nuevo. Ese ha sido el papel más duro de mi vida. Tener una parálisis facial y estar sin poder hablar es un recordatorio de que sí se puede, que nada es imposible.
SEMANA: ¿Qué significó el personaje de Óscar Reyes en su carrera actoral?
J.B.: Definitivamente, Pasión de gavilanes nos cambió la vida a todos los que participamos en ella. El que diga lo contrario es mentira. Había hecho otras cosas, sí, pero Pasión de gavilanes fue una apertura. Un antes y un después. Me ha costado sacarme de la piel a Óscar Reyes.
SEMANA: ¿Y qué tanto ha cambiado Óscar Reyes para esta segunda temporada?
J.B.: Mucho. Ese Óscar pícaro e impulsivo de la primera temporada ya es un hombre serio, empresario, hombre de familia, pero tiene una carga emocional fuerte porque tiene un hijo extramatrimonial. Y esa historia lo marca profundamente porque resulta que la persona con la que tuvo ese hijo, ese milagro de vida, es muy mala, es más mala que el hambre. Por eso, se convierte en un personaje con mucho dolor por dentro.
SEMANA: ¿Y Juan Alfonso Baptista tampoco es el mismo después de 20 años?
J.B.: Para nada. He vivido cosas maravillosas. Obviamente, tengo ya otra manera de pensar, pero no se ha perdido esa ingenuidad, esa ilusión del hombre que era hace 20 años. Pero ya soy un poco más serio... Bueno, un poquito nada más.
SEMANA: ¿Cómo fue el reencuentro con el resto del elenco?
J.B.: Fue un regalo de la vida. Volver a encontrarnos fue un regalo para mi carrera. Yo era una de las personas que más quería que pasara esta segunda parte de la novela y me encantaría una tercera temporada. Creo que el público se lo merecía y para nosotros fue un regalo hacerlo. Cada uno ya grande, unos casados, unos divorciados. Otros con hijos. Con Paola (Rey) fue muy linda la labor de volver a ser pareja en la novela. Y fue un reto llevarles esta historia a las nuevas generaciones.
SEMANA: ¿Y a las nuevas generaciones, más acostumbradas a las plataformas que a la televisión abierta, sí les gusta el melodrama?
J.B.: A todos nos gusta el melodrama. Y esa medición se hizo en la pandemia cuando la gente se enganchó de vuelta con la segunda temporada. Han pasado dos generaciones ya de esta historia y la gente la sigue disfrutando. Sí, se ha perdido la costumbre de las familias de sentarse a ver una telenovela frente al televisor. Y ahora están las plataformas digitales, en las que todo pasa más rápido. Pero, en medio de ese vértigo, conozco gente que se ha enganchado con este proyecto y muchos pelaítos que supieron de la novela por la mamá e igual la han visto.
SEMANA: ¿Extraña a alguno de los actores que no estará en la segunda temporada?
J.B.: Estuvieron casi todos. Menos el maestro Jorge Cao, que no pudo interpretar el personaje de don Martín, pero el actor que asumió ese reto lo hizo muy bien.
SEMANA: Una de sus grandes pasiones es la música y precisamente en Pasión de gavilanes hay un par de composiciones suyas. ¿Cómo surgió eso?
J.B.: Yo he sido más músico que actor. Lo tengo en la sangre. Y no de oficio, sino de empírico. Escribo desde hace mucho tiempo, compongo y toco algunos instrumentos y tuve el privilegio de enseñarle a la gente de Telemundo ocho propuestas para que entraran en el mundo gavilán. Y me aprobaron dos. Una es Volcán, que se la escribí a ese hijo extramatrimonial que tiene Óscar. Se la canta a Ximena, y es una historia de amor, en la que le digo que ya no somos dos, sino tres. También está otra canción que se llama Alebrije. Pocos saben que las hice, yo no ando dando bombo con eso.
SEMANA: ¿En una lista suya de Spotify qué canciones o artistas no pueden faltar?
J.B.: Yo escucho de todo. Cristian Nodal me gusta mucho. Y los corridos, que están muy de moda con las bandas norteñas. Luis Miguel no puede faltar; escucho Bomba Estéreo, Monsieur Periné, no concibo ir por la vida sin música.
SEMANA:¿Y cómo está el corazón de Juan Alfonso después del divorcio?
J.B.: Está tranquilo, muy tranquilo. Aunque siempre será un corazón inquieto, con ganas de amar y de recibir amor. Pero, ojo, no estoy solo, estoy conmigo mismo. Hoy creo en eso de estar bien primero con uno para después sí estar con alguien más y ser feliz.