La coronación de Carlos III, el pasado 6 de mayo, sólo fue una pausa de pompa y celebración en medio de las tensiones imparables de la disfuncional familia real británica.
Así lo dio a entender Tom Bower, cuyos libros y biografías sobre los Windsor, como Revenge (sobre Harry y Meghan) necesariamente, se convierten en best sellers.
Para la muestra, el también periodista y productor de la BBC británico sacó a colación un incidente de ese día que había pasado inadvertido para la mayoría, en entrevista para el programa de otro biógrafo de la realeza, Dan Wootton.
“Si miras bien la grabación del programa, verás que cuando el rey y la reina se disponen a salir de la abadía (de Westminster), todos inclinan la cabeza o le hacen reverencias al rey, pero nadie mueve ni un dedo ni un músculo cuando Camilla pasa”, anotó Bower durante su participación en Dan Wootton Tonight. Lo adecuado, según dicta el protocolo, es que ella también fuera objeto de esos gestos de respeto por su dignidad de consorte del rey, recién coronada, además.
Según Bower, fue notorio que no lo hiciera Kate Middleton, quien como segunda dama de más relevancia de la monarquía, por ser la esposa del heredero al trono, está llamada a respetar las formas y la jerarquía, que es la regla de oro de la realeza.
Ello, continuó, no fue ningún descuido, sino un gesto deliberado, una retaliación contra Camilla.
Kate, afirmó Bower, estaba molesta con la madrasta de su marido por la lista de invitados a la ceremonia.
Como se recuerda, en aras de hacer economías, el rey Carlos ordenó hacer una lista lo más compacta posible de invitados, la cual, además, debía darles relevancia a funcionarios y personas de mérito en el campo del trabajo benéfico, por encima, por ejemplo, de muchos nobles.
Hay que recordar que para la coronación de Isabel II, su madre, todos los pares del reino fueron convocados. Esta vez, no solamente quedaron descabezados muchos aristócratas, sino hasta parientes del propio rey, como su prima Pamela Hicks, una de las pocas damas de honor de la reina en su ceremonia que sobreviven.
Pues bien, resulta que esa limitación también le pasó factura a Kate, quien sólo pudo tener como invitados a cuatro parientes: sus padres, Carole y Michael Middleton, y sus hermanos Pippa y James Middleton.
Estos dos últimos no pudieron llevar a sus esposos y eso no le agradó para nada a la princesa de Gales, que veía cómo a Camilla sí se le permitió llevar a 20 parientes. ¿Y qué dijo William al respecto? Se solidarizó con su esposa y estaba muy molesto también.
Según Bower, la rabia de los Gales se prolongó al día siguiente, cuando siguieron los festejos de coronación con el concierto en el castillo de Windsor. El hecho de que William no hiciera ninguna mención de Camilla en su cariñoso discurso en homenaje a su padre fue la prueba patente de eso, afirmó el biógrafo. “Hay tensión ahí”, remató.
Pero William y Kate no son los únicos que no estaban queriendo mucho a Camilla por los días de la coronación. Bower cita a un grupo de personas, entre periodistas, relacionistas, expertos en imagen y otros que también vieron como un gesto ingrato el haber sido excluidos de la lista, cuando la ahora reina les debe su actual estatus.
En efecto, señaló, se trata del equipo que Carlos contrató, a finales de la década de los noventa y comienzos de este siglo, para rescatar la imagen de Camilla, que en esos días era la mujer más odiada del Reino Unido, por ser vista como la causante de la desgracia de la muy amada Lady Di. Personas allegadas a ellos, que sí estaban en la iglesia, también optaron por no hacerle la reverencia, en muestra de su molestia, por lo que vieron como un desaire.