John Leguizamo es, de lejos, el actor colombiano que más alto ha llegado en la gran industria del cine. Casi siempre en papeles secundarios, pero con historias potentes, este bogotano de 62 años suma en su carrera más de un centenar de películas, algunas de ellas al lado de grandes nombres como Keanu Reeves, Scarlett Johansson, Dustin Hoffman y Robert Downey Jr.
El suyo ya es un rostro reconocido en Hollywood, donde ha tenido la oportunidad de producir más de 20 películas y documentales. Su talento detrás de cámaras, prestando su voz para inolvidables personajes, también lo mantiene vigente: hace poco lo escuchamos como Bruno Madrigal en Encanto y hasta hace unos años como el adorable Sid en La era del hielo.
La suerte ha estado de su lado además para jugársela como director y actor en una misma producción, como sucedió con Critical Thinking.
En la televisión no ha sido menos popular: completa unas 30 apariciones y se destaca como productor en varias series. Justamente, hace poco este actor y comediante estrenó El poder (Prime Video), historia que cuenta un mundo en el que las adolescentes del planeta desarrollan el poder de electrocutar y crear fuego con las yemas de sus dedos.
En ella, Leguizamo es el protagonista: un médico casado con la alcaldesa de Seattle, cuya hija también desarrolla estos misteriosos poderes.
Su personaje, claro, es un latino. Como casi todos con los que se ha cruzado en su larga carrera. Leguizamo, siempre migrante, siempre latino, siempre narco, siempre delincuente, siempre humilde. Como si nunca hubiera dejado de ser el vecino de Jackson Heights en Queens, donde pasó la juventud rodeado de sus amigos negros y latinos. Lugares comunes para los que aún no se acostumbra.
Y esa queja no es vieja. En tiempos en los que el empoderamiento parece común, en los que las minorías han subido el volumen de sus reclamos para conquistar nuevos espacios, la voz de Leguizamo ya completa varios años en esa lucha.
El hijo de Luz Marina Peláez y Alberto Rudolfo Leguizamo, que salió de su natal Bogotá hacia Nueva York con su familia siendo muy joven para abrirse camino –sí, como inmigrante– en Estados Unidos, no se cansa de exigir una mayor visibilidad para los latinos en la gran pantalla.
Su reclamo, una vez más, volvió a ocupar los titulares tras el reciente estreno de la película Super Mario Bros, que ha roto varios récords de taquilla y desempolvó la nostalgia de los seguidores del videojuego. Se trata del debut mundial más grande de la historia para un título animado tras haber recaudado, en apenas cinco días, 368 millones de dólares.
En medio de los aplausos, Leguizamo –que precisamente saltó a la fama con su papel de Luigi en la versión de acción real de Mario Bros de 1993– se mostró como un aguafiestas. “Pudieron incluir a un personaje latino. Eso hubiera sido algo innovador. ¡Se equivocaron! Echaron a perder la inclusión”, se lamenta el actor en entrevista con SEMANA.
Habría sido meritorio, dice, que “al menos una de las voces de los hermanos Bross le correspondiera a un actor de América Latina”, ya que en la nueva versión la interpretación de los fontaneros corre por cuenta de los estadounidenses Chris Pratt y Charlie Day.
Y entonces vuelve a su viejo –pero, tristemente vigente– reclamo. “En Hollywood somos el 20 por ciento de la población, el grupo más grande de personas de color, y estamos subrepresentados”, se lamenta.
¿Por qué no somos más?
Su decepción es aún más profunda. Relata que en casi cuatro décadas metido de cabeza en la industria ha intentado impulsar decenas de proyectos “con personajes latinos” y le cierran las puertas. “Y con cada intento he escuchado excusas de todo tipo. Eso te pone a pensar: si hay un mercado, si hay un talento, ¿por qué no somos más?”.
Es que su historia o la de latinos como Pedro Pascal —célebre por sus papeles en The Last of Us o The Mandalorian— son excepcionales. Los dos son tréboles de cuatro hojas que han sabido resistir al “desprecio de la industria. Pascal hoy es famoso, pero la suya es una fama tardía. Se la pasó muchos años aceptando papeles secundarios porque no le daban la oportunidad”, dice Leguizamo.
El colombiano cuenta que se la ha pasado buscando “el sí de los ejecutivos”. Y desempolva una frase que aún lo hiere: “Hace diez años uno de ellos me dijo: ‘No tenemos que perseguir a la audiencia latina, porque la audiencia latina ya viene a nosotros. Ya tenemos su dinero’”.
Es una lección que lo acompaña hasta hoy. Con un apellido que no es precisamente fácil de pronunciar para el mercado gringo, cuenta que un día sus agentes le sugirieron que adoptara un apellido italiano para tener mejor suerte en los casting. Y no exageraban. Una amiga suya, tan latina como él, envió sus fotos a diferentes pruebas. Algunas con su nombre latino y otras con uno estadounidense. “Y ¿adivina qué pasó? La llamaron por su nombre estadounidense. ¡Es la manera cómo funcionan las cosas aquí!”, dice con enojo.
En su caso, Leguizamo dio un no rotundo. “Jamás haría eso. Prefería no encontrar trabajo a hacerme pasar por otra persona”.
Y con ese “apellido raro” a cuestas comenzó a tocar puertas. Algunas se abrieron. Al comienzo de su carrera, dice, estaba “encantado” de tener con qué pagar las facturas. “Pero llegó un punto en el que ya no quise hacer más esos papeles. Un día me planté cuando me ofrecieron hacer otra vez de terrorista en otra película de secuestros aéreos”.
Es que Leguizamo ha hecho de la terquedad una virtud. Con ese mismo apellido raro quiso conquistar Broadway. Eran los años 90. Y entonces ocurrió que, sin proponérselo, fue Hollywood quien llegó a él: a las presentaciones de su obra Mambo Mouth fueron llegando leyendas… Arthur Miller, Sam Shepard, Al Pacino y Robert de Niro. Para el joven de Jackson Heights aquello era un sueño más que cumplido.
En esas estaba cuando le llegó a las manos el que estaba destinado a convertirse en el papel de su vida, Luigi en Super Mario Bros. No tenía pierde: un presupuesto con varios ceros a la derecha y un ejército de seguidores del videojuego de Nintendo listos para abarrotar las salas de cine. Pero, lejos de las expectativas iniciales, en la historia de Hollywood la cinta quedó instalada como uno de sus grandes fracasos de taquilla.
Lejos de rendirse, el colombiano siguió saltando muros. Lleva 40 años en esas. Ahora mismo, habla con emoción de Leguizamo does América, serie documental que él mismo presenta y en la que viaja por Estados Unidos investigando cómo los latinos se las han ingeniado para no perder sus raíces y su cultura en ese país.
Al tiempo, no se cansa de pedir más oportunidades para los latinos. Las mismas que, asegura, no pudo tener: “Pude haber sido Will Smith y hasta Brad Pitt, pero, claro, estoy seguro de que por ser latino me cerraron las puertas, no me dieron las mismas oportunidades”.