Hasta hace unos años, nadie pensaba que Mohammed bin Salmán se iba a convertir en el príncipe heredero de Arabia Saudita. Estaba bastante lejos en la línea de sucesión al trono, pues tenía cinco hermanos mayores y su papá era el hijo número 25 del legendario rey Abdulaziz bin Saud, el fundador del reino. Y a diferencia de sus hermanos y primos, no estudió en universidades extranjeras, no dirigió compañías y ni siquiera hizo parte del ejército. El rey Abdullah, quien murió en 2015, incluso lo definía como “un advenedizo cuya experiencia está muy lejos de sus ambiciones”.
Pero una serie de muertes y su ambición lo empujaron hasta lo más alto de la casa real saudí. Ben Hubbard, periodista del diario The New York Times, narra ese camino en su nuevo libro MBS: The Rise to Power of Mohammed Bin Salman (El ascenso al poder de Mohammed Bin Salmán), publicado hace unas semanas en Reino Unido y en Estados Unidos.
Allí, luego de una meticulosa investigación, cuenta cómo este joven de 34 años terminó al frente de los destinos de su nación. Algo impresionante, si se tiene en cuenta que era solo un adolescente cuando ocurrieron algunos de los episodios más importantes de la historia reciente de Medio Oriente, como los ataques del 11 de septiembre. El ascenso de Mohammed bin Salmán La sucesión al trono de Arabia Saudita no funciona de forma lineal. Desde la muerte del rey fundador, la corona había venido pasando a manos de sus hijos, hasta que debido a la muerte de varios de ellos, este modelo se volvió insostenible. El joven ordenó a la fuerza aérea de su país bombardear a Yemen. Aunque eso ha causado “el mayor desastre humanitario del mundo”, según las Naciones Unidas, lo volvió muy popular en su país. Cuando el actual rey, Salmán bin Abdulaziz, llegó al trono en enero de 2015, estaba claro que su heredero tenía que ser alguien de la siguiente generación de la familia. Sus hijos mayores tenían credenciales de sobra, pero su favorito era Bin Salmán, en ese entonces de 29 años: su mano derecha cuando fue gobernador de Riad, la capital.
La cosa, sin embargo, no era tan fácil. Por tradición, el heredero oficial al trono tenía que ser uno de sus sobrinos mayores: el príncipe Mohammed bin Nayef, de 55 años. Bin Salmán, sin embargo, espero pacientemente y comenzó a trabajar con sus propios aliados. El rey, además, lo nombró ministro de defensa y jefe de la corte real, lo que le dio un poder inesperado.
Su papá, el rey Salmán, tiene 84 años y principios de demencia, por lo que para muchos el príncipe gobierna de facto. Decidido a hacerse notar, el joven comenzó un proceso de reestructuración para hacer más eficiente el gobierno y ordenó a la fuerza aérea de su país bombardear a Yemen, para atacar a los rebeldes apoyados por Irán. Aunque la aventura bélica, que aún no termina, ha causado “el mayor desastre humanitario del mundo”, según las Naciones Unidas, fue enormemente popular en su país. Finalmente en 2017, cuando ya era claro que gran parte de la población y de su familia lo apoyaban, el rey Salmán desbancó a su sobrino y lo nombró heredero al trono. Los jóvenes lo aman porque abolió la policía religiosa, que se encargaba de prohibir cosas tan básicas como el entretenimiento o la mezcla de hombres y mujeres en lugares públicos. Algunas fuentes, que prefirieron no dar su nombre, le dijeron a Hubbard que el movimiento no fue tan consensuado: a Mohammed bin Nayef lo habrían encerrado en un palacio y le habrían negado su medicación para forzarlo a dimitir. Entre la ‘libertad’ y el terror Una vez nombrado heredero al trono, los poderes de Mohammed Bin Salmán aumentaron. En un esfuerzo sin precedentes, comenzó a liderar un proceso de apertura que al comienzo Occidente vio con buenos ojos: visitó Estados Unidos y Europa y les habló a los millonarios e inversionistas de su plan económico, llamado Visión 2030, para abrir su país al extranjero y dejar de depender exclusivamente del petróleo.
Abolió la policía religiosa, que se encargaba de prohibirle a la población cosas tan básicas como el entretenimiento o la mezcla de hombres y mujeres en lugares públicos. Abrió el primer centro comercial del país con la primera sala de cine, con lo que acabó un veto impuesto por los clérigos musulmanes, y permitió presentar óperas, espectáculos de lucha libre y hasta giras del Circo del Sol.
Desde que lo nombraron heredero ha modernizado las rígidas tradiciones de Arabia Saudita: abrió el primer centro comercial y les dio a las mujeres permiso para conducir. En uno de sus movimientos más audaces, incluso levantó una regla anacrónica que prohibía manejar a las mujeres. Pero al mismo tiempo encarceló y torturó a las activistas que habían luchado durante años para acabar con ese veto. Según explicó en su momento The New York Times, “el mensaje es que las cosas buenas solo vienen del palacio”. El príncipe tiene solo 34 años, por lo que muchos medios del mundo lo denominan ‘el millennial‘ más poderoso del mundo. No ha sido su única acción terrorífica. Al tiempo que lidera esa ‘revolución de las libertades’, ha dejado una estela de autoritarismo que preocupa a los observadores internacionales. Sobre todo porque como el rey Salmán, de 80 años, tiene principios de demencia, algunos dicen que el príncipe gobierna de facto.
Varias organizaciones lo acusan de estar detrás del asesinato del periodista Jamal Khashoggi y del encarcelamiento de su primo Muhammad bin Nayef, a quien desbancó como príncipe heredero a punta de presiones. Su acción más mediática fue el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, un crítico del régimen torturado en la embajada de Arabia Saudita en Turquía. Aunque el príncipe ha dicho que no sabía del plan para matarlo, varios gobiernos dicen tener pruebas de ello. Incluso lo acusan de hackear el celular de Jeff Bezos, dueño del diario The Washington Post, que seguía de cerca las investigaciones del periodista.
Hace un mes, en su episodio más tiránico, ordenó detener a su primo, el ex heredero al trono Mohammed bin Nayef, y a su tío, Ahmed bin Abdulaziz, por supuestamente planear un golpe de estado en su contra. Algo que ya había hecho con otros miembros de su familia. Con solo 34 años, el príncipe tiene toda una vida por delante para gobernar. Solo el tiempo dirá si pasará a la historia como un gobernante moderno y liberal o como un tirano más. Hasta ahora, se inclina por la segunda opción.