Delphine Boël y el rey Alberto II de Bélgica

Delphine Boël canta victoria luego de seis años de batalla legal. Según lo demostró una prueba de ADN, Alberto II es su padre biológico, tal como ella estuvo afirmándolo durante las dos últimas décadas. Sin embargo, se trata de un triunfo agridulce, pues el exmonarca, quien abdicó en extrañas circunstancias en 2013, no la quiere ni poquito. Ello quedó claro, una vez más, con el reticente reconocimiento del vínculo que se vio obligado a hacer, tras conocerse la decisión de un tribunal. “Su majestad el rey Albert II ha tomado nota de los resultados de la prueba de ADN en la que colaboró a petición de la corte de apelaciones de Bruselas. Las conclusiones científicas muestran que es el padre biológico de la señora Delphine Boël. Aunque existen argumentos y objeciones jurídicas para justificar que la paternidad legal no necesariamente significa paternidad biológica, y que el procedimiento usado le parece cuestionable, el rey ha decidido no usar esos argumentos y finalizar con honor y dignidad este penoso procedimiento”. 

Frente a tanta renuencia, la prensa europea afirma que existen sobrados testimonios de que tuvo una larga relación extramatrimonial con la madre de Delphine, la baronesa Sybille de Selys Longchamps, de 1966 a 1984, y estuvo involucrado en la vida de ella durante la infancia, al punto que lo llamaba “Papillon” (mariposa). Pero cuando fue nombrado sucesor de su hermano, el rey Baudouin, se alejó de su amante y su hija. Así mismo, el propio Albert y su esposa, la reina Paola, son famosos por los cuernos que se han puesto mutuamente. Ellos mismos admitieron que tuvieron una crisis marital en los años 1960, aunque el rey niega el affaire con la baronesa. Cuando el rey abdicó, fue despojado de la inmunidad que obstruía el proceso. El año pasado, la justicia concluyó que Delphine no era hija de Jacques Boël, primer marido de su madre y con quien se crio, y le ordenó a Albert someterse a la prueba de ADN. El rey se rehusó tanto, que la corte tuvo que imponerle una multa de más de 5000 dólares por cada día que se demorara en dar la muestra biológica.

Por haber nacido fuera del matrimonio, Delphine está excluida de la línea de sucesión al trono y no recibirá ningún título, pero sí tiene derecho a un octavo de la fortuna del rey. Ella ha dicho que no le interesa el dinero, sino que dio la pelea motivada por el vacío emocional que le provocó la ausencia de su padre, cuyo corazón no da muestras de conmoverse a los 85 años. Albert Solà, Ingrid Sartiau y el rey Juan Carlos I de España

Albert Solá asegura que buscando a sus padres biológicos, tuvo que demandar a la maternidad donde nació en 1956 en Barcelona. Como lo cuenta en su libro El monarca de la Bisbal, que publicó el año pasado, el lío terminó en que un juez le reveló hace dos décadas que era hijo del rey Juan Carlos I y de Anna María Bach, de una prestante familia de banqueros que la alejó de él y lo dio en adopción a unos campesinos para evitar la deshonra de ser madre soltera. En ese momento, asegura, empezó a comprender por qué, a lo largo de su vida, siempre ha sentido que alguien muy poderoso lo protege. Desde entonces inició un proceso judicial para lograr que el monarca emérito lo reconociera, pero ha sido en vano.

Con la ayuda de investigadores, obtuvo una muestra de saliva del rey para una prueba de ADN que confirmó el vínculo. Sin embargo, los tribunales no la aceptaron por la forma irregular en que se obtuvo el material biológico. A través de las redes sociales, entró en contacto con la belga Ingrid Sartiau, quien también asegura ser hija de Juan Carlos. Entonces, resolvieron hacerse otro test genético que determinó que son hermanos por parte de padre.  Sartiau asegura que, en 2002, al ver al entonces rey de España en televisión, su madre, Liliane Sartiau, le reveló: “Ese hombre es tu padre”. Era una verdad que había tardado años en escuchar y, al igual que a Albert, se volvió un tema central de su existencia. En los tribunales, su demanda de paternidad llegó más lejos que la de Solà, pero en últimas fue desestimada. Aún así, ella se mantiene en que es uno de los bastardos, entre cinco y diez, que se le atribuyen a Juan Carlos. Leandro de Borbón Ruiz y el rey Alfonso XIII de España

Alfonso XIII es uno de los mejores exponentes del gen mujeriego de los Borbón. Tuvo mujeres a granel, pero si una le inspiró amor verdadero fue la actriz Carmen Ruiz Moragas. Mientras que muchas fueron flor de un día, a ella le montó su propio hogar, con todo el lujo, ante las narices de su esposa, la reina Victoria Eugenie de Battenberg.

El monarca pasaba allí los días viendo crecer a sus hijos: Anna María Teresa y Leandro de Borbón Ruiz, el más conocido, nacido en 1929. Poco antes del estallido de la Guerra Civil, siete años más tarde, Carmen murió de cáncer y ellos, todavía niños, pasaron la contienda en la pobreza. Al final del conflicto, el ahora derrocado Alfonso los protegió. Leandro, muerto en 2016, fue educado acorde con su estirpe e hizo la carrera militar. Cuando fue mayor de edad, recibió la herencia que le dejó su padre, fallecido en 1941, y durante varios años tuvo buenas relaciones con la familia real. Pero, para los años 1990, las desavenencias terminaron por alejarlo de los Borbón y eso lo llevó a luchar por ser reconocido legalmente como hijo del rey, lo que provocó un sensacional escándalo de primera plana.  En 2003, un auto confirmó la filiación y le concedió a Leandro el derecho de usar los apellidos Borbón Ruiz. Decía merecer además el título de “infante de España” y el tratamiento de “alteza real”, pero la justicia no le dio la razón. Los Borbón nunca se pronunciaron al respecto, pero Leandro sí aireó su historia en los medios de comunicación, dado lo cual se convirtió en un personaje nacional.

De telenovela fueron también los líos con sus hijos mayores, a quienes desheredó. Blanca, una de ellos, contó que Leandro le hizo cosas horribles, como ponerla a trabajar con unos camioneros a los 15 años. Por eso, no tiene dudas sobre cómo titulará su libro de memorias el día que lo escriba: El bastardo que me parió. Jazmin Grace Grimaldi, Alexandre Grimaldi-Coste y Alberto II de Mónaco

Antes de casarse con la princesa Charlene, a los 53 años, el actual príncipe soberano de Mónaco fue un playboy. Tuvo romances con famosas como Brooke Shields y Claudia Schiffer, pero también le gustaban mucho las mujeres comunes y corrientes. Una de esas ilustres afortunadas fue Tamara Rotolo, una mesera californiana que fue a pasar una pena de amor en Mónaco en 1991. Luego de un partido de tenis, el príncipe Alberto la abordó y tuvieron un romance de dos semanas del que nació Jazmin Grace, al año siguiente.

El príncipe se ha ocupado de su hija, a quien le puso el nombre de su madre, Grace Kelly. Pero solo se conocieron cuando ella tenía 11 años. Desde entonces, la joven se ha mantenido en contacto con él y la familia principesca, y es muy amiga de su prima Pauline Ducruet, hija de la princesa Estefanía de Mónaco. Por una historia similar vio la luz Alexandre Grimaldi-Coste, a cuya madre, la azafata togolesa Nicole Coste, Alberto conoció en un vuelo a París, en 1997. La relación duró varios años, pero Alberto solo se convenció de que el niño, nacido en 2003, era suyo, con la prueba de ADN. Él sostiene al joven, pero su madre se queja de que casi nunca lo ve.

* Este artículo hace parte de la última edición de la revista Jet Set. Puede leer otros aquí.