Es la serie de la que todos hablan hoy en España. Tiene solo tres episodios, pero desde su estreno se ha convertido en uno de los contenidos originales más vistos de HBO Max, solo superado por la exitosa producción “La casa del dragón”, precuela de “Juego de tronos”.
El momento de su llegada a la televisión no pudo ser más excepcional: corren tiempos en los que millones cuestionan el concepto ‘monarquía’ y los onerosos gastos que implican su sostenimiento, tras la muerte de Isabel II de Inglaterra y la llegada al trono de su heredero, Carlos III.
Ha sido tal el impacto de “Salvar al rey”, un retrato íntimo y revelador del rey emérito de España Juan Carlos I, que su estreno consiguió agitar de nuevo en los titulares de prensa y los tribunales el debate sobre las investigaciones que la justicia debe continuar sobre el pasado del monarca, marcado por la corrupción y sus negocios con el mundo árabe.
Más de 50 testimonios en primera persona en las voces de periodistas, políticos, exagentes secretos y personajes de la vida privada del rey emérito, reconstruyen no solo la vida de un hombre ungido desde niño para convertirse en líder de la monarquía, sino la historia reciente de España, el fin de la dictadura y el convulso regreso a la democracia.
La serie puso a la sociedad española frente a una realidad que desde hace años es un secreto a voces: cómo la maquinaria del Estado protegió durante años a Juan Carlos I de su desbordada ambición, sus negocios turbios y sus constantes infidelidades y escándalos.
Todo ello, soportado con reveladores testimonios recogidos en audios y conversaciones privadas del monarca con Bárbara Rey y Queca Campillo, dos de sus amantes, que hasta ahora eran inéditas.
El rey que no debió ser
“Salvar al rey” comienza su relato en 1948, en plena dictadura de Francisco Franco, y la búsqueda del General de un heredero para perpetuar su régimen.
Entonces pone sus ojos en el hijo de Juan de Borbón, para ese momento exiliado en Portugal, quien sirvió como jefe de la Casa Real Española hasta 1977 y era considerado un aspirante legítimo de la Corona.
Pero otros eran los planes de Franco, quien ‘hipotecó’ el futuro de ese niño, por entonces de solo 10 años, para formarlo a su imagen y semejanza.
Un acuerdo extraño a los ojos de todos. Porque, pese a que la animadversión entre ambos era recíproca, Juan de Borbón y Franco acordaron que el pequeño viajara a España para educarse en academias militares y comenzar así su carrera hacia el poder.
En efecto, el 22 de noviembre de 1975 Juan Carlos I juró su cargo ante las cortes franquistas, solo dos días después de la muerte del dictador.
Fue un golpe devastador para su padre, quien se consideraba heredero al trono, quien se alejó del hijo producto de esa “traición” al punto de no dirigirle la palabra durante años e impedir que la familia Borbón acompañara a su primogénito en su ceremonia de ascenso.
Pero, en poco tiempo —y contra todo pronóstico—, Juan Carlos I comenzó a allanar el camino hacia la democracia.
Tras cuatro años de la muerte de Franco, y luego de celebrarse el refrendo mayoritario del pueblo español a la Constitución de 1978, el nuevo rey apoyó la celebración de las primeras elecciones municipales que constituyeron un paso adelante en la consolidación de la democracia, la libertad y los derechos ciudadanos.
“Recibió el poder absoluto de Franco y lo dejó. En tiempo récord se desprendió de ese poder y comunicó que lo ponía a disposición del pueblo. Eso lo deja bien parado en la historia”, sostiene en el documental el reconocido periodista Iñaki Gabilondo.
Pero el asunto tenía su ‘veneno’: un polémico artículo, el 56, que rezaba que la “figura del rey es inviolable y que no está sujeto a responsabilidad”. En otras palabras, Juan Carlos I quedaba por encima de la ley y quedar impune ante la comisión de cualquier delito.
Nadie avizoraba en ese momento las consecuencias. La prensa y el mundo estaban ‘engolosinados’ con el liderazgo del monarca en la transición hacia unas elecciones libres. El propio Ronald Reagan lo llamó, durante una visita oficial, un “campeón de la democracia”.
Pero, una de las revelaciones más potentes de la serie se da durante la reconstrucción del intento de golpe de Estado que vivió el país en 1981, conocido como el 23F, un hecho que, según repiten muchos desde entonces, pudo apaciguarse gracias a la gestión de Juan Carlos I.
Sin embargo, el documental deja esa teoría en entredicho gracias a un veterano agente de los servicios secretos españoles que lo desmiente asegurando que el rey fue todo lo contrario: “el motor del golpe”.
Es una de las muchas ‘bombas’ que recrea esta producción, que no ahorra detalles en las veleidades del monarca, sus negocios turbios —especialmente en el sector armamentístico—, las millonarias comisiones que cobraba en grandes negocios de Estado y, claro, sus reiteradas infidelidades a la reina Sofía.
En ese sentido, el documental cuenta cómo —con la complicidad de los servicios de inteligencia del país— hasta le adecuaron un chalet para sus amoríos.
Por ello, “Salvar al rey” termina siendo una fascinante historia de espías, conspiraciones y pactos de silencio.
Con el correr de los años, esas aventuras y su obsesión por acumular dinero le pasaron factura al monarca, hasta que el 2 de junio de 2014 el entonces presidente, Mariano Rajoy, le contó al mundo desde La Moncloa la intención del rey de abdicar en su heredero, el entonces Príncipe de Asturias Felipe de Borbón.
Contrario a lo que sucede con otros monarcas del mundo, el fin de la era de Juan Carlos I no fue producto de su edad. Su enorme lista de escándalos menoscababa cada vez más la confianza y popularidad de los españoles en la monarquía y su permanencia como rey era insostenible.
El punto final de esta historia no ha terminado de escribirse. Las investigaciones de la fiscalía sobre su patrimonio y además la acusación de acoso de Corinna Larsen, obligaron al Juan Carlos a ‘refugiarse’ en terreno seguro, los Emiratos Árabes Unidos.
España aún espera por el futuro judicial del monarca emérito. Porque cada vez son menos los que creen, como se dice en el documental, que ‘salvar al rey’ era salvar la democracia.