La boda de Alberto de Mónaco fue inusual. Todo estaba listo para que ese junio 2 de 2011 fuera una gran celebración, y no era para menos. El hijo de Rainiero y la princesa Grace no había mostrado ninguna intención de sentar cabeza y conseguir una novia digna de su posición. Todas sus relaciones amorosas se asociaban a romances pasajeros de los que quedaban hijos ilegítimos, pero entre sus conquistas amorosas no había nadie de la talla de una princesa. Hasta que apareció Charlene, una campeona de natación nacida en Zimbabue, 20 años menor que él, de ascendencia irlandesa como su madre Grace y muy parecida a ella físicamente. Era la princesa perfecta.
El día de la boda, los súbditos del principado se agolparon jubilosos para el gran evento, y mientras todos estaban radiantes y felices, la novia, que lucía impecable un vestido Armani bordado con piedras de Swarovski, lloraba sin lograr contenerse pese a que él le suplicaba una y otra vez “no llores, no llores”. Ella luego explicaría que eran lágrimas de emoción, pero los que saben, temieron que fuera un presagio de desdicha entre la pareja.
El presagio podría cumplirse hoy, diez años después de esa boda. Precisamente el día del aniversario, la pareja estuvo separada por todo un continente: él en Montecarlo y ella en Sudáfrica. No fueron suficientes los videos y las frases amorosas de ella en sus redes sociales. Nadie entendía qué pasaba y ante los rumores de separación, ella aclaró que había desarrollado una fuerte infección en los senos nasales, por lo que tuvo que ser sometida a una cirugía y en ese momento se encontraba en proceso de recuperación.
Por todas esas complicaciones médicas los especialistas le prohibieron tomar un avión de vuelta a Europa. Pero el asunto no paró ahí. Luego vino otro gran indicio de que las cosas entre la pareja no estarían bien cuando Alberto de Mónaco apareció sin ella en los dos eventos insignia del principado –el tradicional Baile de la Rosa y el Grand Prix– con una invitada especial: su examante Nicole Coste, una azafata de Togo con quien tuvo un hijo ilegítimo, Alexandre, hoy de 18 años, quien también estuvo invitado a las festividades.
A partir de ese momento no solo fueron las revistas del corazón las que ventilaron la posible ruptura, sino también publicaciones serias como Paris Match y L’Express. Ante eso, Alberto empacó maletas y se fue con sus dos hijos a visitar a su esposa. La última vez que habían estado juntos fue el 25 de enero, cuando participaron en una ceremonia anual para conmemorar el martirio cristiano en 304.
Pero si la intención era disipar las dudas de un posible divorcio, no lo consiguieron. A pesar de la serie de fotos que se tomaron juntos y que ella publicó en su cuenta de Instagram, las sonrisas y los abrazos parecen forzados y planeados con la única finalidad de mostrar a una familia feliz.
Los monegascos no se creyeron el cuento y preguntaron dónde estaba la princesa y por qué no asistía a los eventos del principado. Ya antes estaban decepcionados de ella por su constante enfado y “sus estados de ánimo caprichosos, y tan cambiantes como su cabello”, en palabras de Paris Match. Entre las posibles causas que se tejen, estaría que el matrimonio nunca estuvo bien y que ella, incluso antes de casarse, quería escapar de su destino.
De hecho, en el periodo previo a su propia boda, el semanario francés L’Express cuestionó su compromiso con el matrimonio porque una vez, mientras estaba en Francia para una prueba del vestido de novia, se detuvo en la Embajada de Sudáfrica para devolverse a su país. Pero fue interceptada en el aeropuerto de Niza y regresó a Mónaco donde, según un detective de alto nivel, “el séquito del príncipe la persuadió de que se quedara”.
Ella ha dicho en varias ocasiones que se siente sola en Mónaco. Dicen que no quiere hablar francés, que no vive en el palacio, sino en un apartamento justo arriba de una chocolatería, cedido en préstamo por la princesa Carolina. Tampoco se le ve contenta en los eventos de caridad que deben atender. Aun más, tiene fama de cancelar a última hora, y con cualquier excusa, encuentros con presidentes y otros dignatarios. En uno de ellos, dejó plantados a Emmanuel Macron y a su esposa, Brigitte. Pero la causa más fuerte del rompimiento sería otra: los constantes vagabundeos del corazón de Alberto.
A finales de 2020, una brasileña de 34 años residente en Italia lo demandó para que reconociera la paternidad de una niña de 16 años. Al parecer, esa noticia le habría hecho colmar la copa. Charlene admitió casarse con Alberto sabiendo de la existencia de dos hijos ilegítimos; Alexandre y Jazmín Grace, producto de una relación con Tamara Rotolo, una vendedora de bienes raíces en Los Ángeles. A Rotolo la conoció en 1992, cuando ella se fue de vacaciones a la Costa Azul. La historia de amor fue breve, pero del idilio quedó una niña que los uniría de por vida. Rotolo tuvo que ir a la justicia para que Alberto reconociera que era el padre de Jazmín Grace, lo que se logró en 2006.
Ese mismo año, algo parecido sucedió con Nicole Coste cuando la exazafata reclamó que su hijo, a quien había bautizado Alexandre Grimaldi-Coste, era hijo del príncipe Alberto. Meses más tarde, después de una prueba de ADN, el recién posesionado príncipe admitió oficialmente que Alexandre era su hijo biológico. Ellos son producto de relaciones de Alberto antes de conocer a Charlene, por eso se da por descontado que ella aceptó su pasado sin mayores objeciones.
Pero Charlene no habría resistido la revelación de un supuesto nuevo hijo escondido, que nació cuando apenas ellos se estaban conociendo. El niño, que hoy tendría 15 años, le envió una carta a Alberto en la que le escribe que no entiende por qué creció sin un padre “y ahora que te he encontrado tú no quieres verme”. El Palacio de Montecarlo ha negado el romance y dice que todo es un montaje. Los expertos en realeza, por su parte, dicen que la última transformación de cabello de Charlene, que consistió en un mechón largo de un lado y la cabeza rapada del otro, sería un acto de rebeldía ante el engaño.
La princesa ha dicho que volverá en octubre, cuando sus quebrantos de salud se resuelvan. Pero en Mónaco nadie cuenta con eso y más bien creen la versión del diario alemán Bunte, que dice que ella está buscando una casa donde vivir de manera permanente en Sudáfrica. Ni Jazmín Grace Grimaldi, ahora de 28 años, ni Alexandre Grimaldi-Coste, de 18, pueden reclamar el trono de Mónaco, según los acuerdos financieros negociados.
Así las cosas, la línea de sucesión favorece al príncipe Jacques y a la princesa Gabriella, los mellizos hijos de Charlene. Los niños acaban de cumplir 6 años y hoy están en Mónaco con su padre atendiendo la escuela. Los niños, por lo tanto, quedarían con su padre por razones de sucesión, lo cual perjudicaría la felicidad de Charlene.
Por ahora, quienes siguen la intricada vida de la realeza europea aseguran que el malestar de Charlene es este nuevo escándalo en la vida de su esposo, porque sí sucedió mientras ellos eran novios. Dicen, además, que ese affaire fue la razón por la cual ella quiso salir del país antes de casarse y la causa de esas lágrimas el día de su boda. Tal vez para Charlene ya fue suficiente.