La víspera presentarse a la audición del programa Yo me llamo, Jorge Martínez Fonseca, de 37 años, caminó por todo Bucaramanga buscando un peluquín y un atuendo de gala para imitar a su ídolo, el cantante vallenato Rafael Orozco. Solo encontró una peluca de mujer y aunque por horas intentó recortarla y darle la forma, al ponérsela resultó que se parecía al presidente boliviano, Evo Morales, y no a la estrella de El Binomio de Oro. Con el traje tampoco le fue bien y tuvo que pedirle prestada una chaqueta a su hermana. El maquillaje resultó un fiasco: el espejo lo engañó y terminó dibujándose el característico lunar del artista en el lado contrario. Jorge llegó a la audición nervioso, trasnochado pues venía de presentarse en una parranda vallenata y temeroso de que su físico le impidiera continuar. Tampoco sabía hacer el zapateo característico de Orozco y jamás había tomado una clase de técnica vocal. Pero todo pasó a un segundo plano cuando los jurados escucharon su voz. Fue suficiente con la primera estrofa de la canción Solo para ti y de El higuerón para que Amparo Grisales, Luz Amparo Álvarez y Jairo Martínez quedaran convencidos de que él era el doble de Rafael Orozco. Jorge fue el primer clasificado en Santander y durante los 71 capítulos del programa nunca estuvo en riesgo de ser eliminado. Al final, en una reñida competencia con el imitador de Nino Bravo, obtuvo el 55 por ciento de la votación y se quedó con el cheque de 500 millones de pesos. Ya tiene claro qué piensa hacer con el premio: un porcentaje se lo va a dar a su contrincante y el resto lo va a destinar para construirles una casa a sus padres, pagar deudas, asegurar la universidad de sus dos hijos, de 12 y 7 años, y comprarse un carro, si le alcanza. El doble de Orozco conquistó a los colombianos y se convirtió en el ganador del programa más visto de la televisión este año. Tan solo en las 24 horas previas al desenlace se registraron 740.000 votos telefónicos y, durante la transmisión, el share (porcentaje de televisores encendidos) alcanzó el 70 por ciento. Ahora Jorge está a punto de cumplir su sueño: grabar un disco que rescate el estilo del intérprete de Nostalgia, asesinado hace 19 años. Desde que tiene memoria, Jorge ha admirado a Orozco. Descubrió su amor por la música cuando en su natal San Roque, Cesar, andaba en su burro, el Pollino, vendiendo yuca, plátano y maíz y aprovechaba para cantar vallenatos. Entonces su vida ya guardaba similitudes con la de su ídolo, pues este también era cesarense, provenía de una familia campesina humilde y cantaba en su burro, el Ñato, cuando transportaba el agua que recogía de las orillas del río Maracas. "Voy a ser una gran estrella como Rafa", les decía siempre a sus 14 hermanos, pero ellos se burlaban y le decían que mejor se dedicara al campo y dejara de soñar. Jorge insistía en su locura y, a los 16 años, se fue a cantar de pueblo en pueblo en cuanta parranda y feria lo invitaban. Participó en grupos como Los Uno A e Impacto Vallenato, grabó una producción con reconocidos acordeoneros y, poco antes de ingresar al programa, estaba promocionando el sencillo Ámala, que ya se escuchaba en las emisoras de Valledupar, donde se estableció. Sin embargo, el éxito le había sido esquivo porque las disqueras sentían que no tenía un estilo propio. "Todos me criticaban porque imitaba a Rafa. No entendían que esa era mi forma natural de cantar -asegura Jorge-. Cuando intentaba sonar diferente, me desafinaba. Me decían que ya había un Rafael Orozco, que no se necesitaba otro y me cerraban las puertas en la cara. Creo que si me vieran ahora, cambiarían de opinión".