SEMANA: ¿Cómo describe su paso como mentor por La descarga, que ya está en su recta final?
Santiago Cruz: Es un proyecto entrañable. La primera temporada fue mi primera experiencia en un programa de televisión y hubo mucho aprendizaje. En la segunda me siento más cómodo y asentado en el papel de mentor de mi selección. Mi rol ahí se ha centrado en compartir mi experiencia y llevar a los muchachos a un lugar de conexión emocional con lo que cantan. La gran mayoría son enormes cantantes en lo técnico, pero un artista debe ir más allá: debe emocionar. Y, para lograrlo, hay que saber conectar lo que sentimos, nuestras experiencias, con lo que cantamos. Tenemos el privilegio de estar en primera fila, cada noche, como testigos del enorme talento que hay en este país. No deja de sentirse lindo, además, que sea el programa más visto en Colombia en su franja.
SEMANA: ¿Las historias de los concursantes le recuerdan sus propios inicios en la música? ¿Cómo evoca esa etapa de su vida?
S.C.: Cantar en bares, restaurantes, con equipos técnicos limitados, pero con la ilusión como bandera y escudo. Era otra industria, una sin realities, ni redes sociales, ni plataformas de streaming. Cuando saqué mi primer disco, no había YouTube. Los caminos para entrar eran distintos y un poco más limitados. Ahora hay diferentes vías, aunque también captar un público grande y fiel es un reto mayor. Pero, antes y ahora, se trata es de ser auténtico y tener tu propia voz.
SEMANA: ¿Cómo ha logrado mantener su esencia, lejos de las presiones de la industria, que apuesta por música más comercial? ¿Cómo ha ganado esa batalla?
S.C.: No sé si es una batalla, y, si lo es, sí la he ganado. Se puede ver de esa manera, porque vivo de lo que hago y he sido fiel a una idea de canción. Nunca se trató de vender o pegar. Claro, uno sabe que cuanta más gente te oiga, más fácil será vivir de la música, pero esa nunca fue mi motivación inicial. La mía fue, y sigue siendo, la gestión emocional. Hago canciones como una necesidad propia. Y hago el tipo de canciones que siento hacer. En algún punto de mi carrera dije: “Si no es con la idea que tengo de lo que es una canción, pues el camino no es la música. Prefiero dedicarme a otra cosa”. Siempre se ha tratado de lo que yo quiero decir, sin saber si necesariamente es lo que la gente quiere oír. Por suerte, eso que yo he querido decir durante 20 años hay gente que lo quiere oír. ¡Y vivo de eso! ¡Es una fortuna inmensa!
SEMANA: Sus fanáticos destacan la profundidad de sus letras. ¿Qué opinión tiene de temas del estilo de +57, que puso a debatir al país sobre la responsabilidad social de los artistas?
S.C.: Cada quien tiene la libertad de hacer lo que mejor le parezca, y una posición frente a la música y lo que quiere ofrecer. Sí, hay una responsabilidad en lo que uno ofrece. No digo que así deba ser ni creo que quien no piense así está equivocado. Así como hablamos de la huella de carbono y su impacto en el medioambiente, existe la huella energética, que tiene impacto también. El poder de la palabra es infinito, y se potencia cuando esa palabra se junta con música y se vuelve canción. Nunca es “simplemente una canción”. Nunca es “simplemente un comentario”, hay mucho poder detrás de la palabra.
SEMANA: ¿Cómo reaccionó al escucharla?
S.C.: Soy un señor mayor, de casi 50 años, y no soy el público objetivo de una canción como +57. Al ser un adicto recuperado, me cuesta mucho cuando las canciones celebran la intoxicación, porque he sufrido mucho por eso. Y no hablo solamente de esa canción, sino de muchas otras y en muchos géneros, no solo en el urbano.
SEMANA: En La descarga lo hemos visto hacer presentaciones en las que se le ha medido a la música urbana. ¿Le interesaría realizar una propuesta musical propia con ese tipo de sonidos?
S.C.: Hace un par de años lancé Yo te todo, en colaboración con Alejandro Sanz, producida por Juan Pablo Vega y Mosty, uno de los cerebros del sonido urbano en Colombia. Quería elementos de la sonoridad urbana en una canción mía. No es un reguetón, pero tiene cosas de ese universo, y el resultado, para mí, fue sublime. Es de mis canciones favoritas. La exploración siempre es bienvenida, pero debe ser respetuosa, con uno mismo y con el género explorado. No me veo haciendo cosas urbanas o regional mexicano/corridos, porque “es lo que hay que hacer para vender”. Visito esos géneros con espíritu de aprendiz. En lo urbano me gustan cosas de Eladio Carrión y una leyenda como Tego Calderón. En la orilla más mexicana, me gustan cosas de Carín León, y estoy obsesionado con un tipo que se llama Iván Cornejo.
SEMANA: Está próximo a los 50. ¿Le está dando duro este momento de la vida?
S.C.: La crisis de los 40, la midlife crisis, deja una sensación inevitable de mitad de camino. Mirar atrás y ver lo que uno hizo, y descubrir cómo lo hizo. Mirar hacia adelante y ver todo lo que queda por hacer, y hacer las paces con todo lo que ya no se hizo. La crisis me coincidió con pandemia, así que fue una crisis de los 40 en esteroides. Voy saliendo bien librado, a la espera ahora de la crisis de los 50. Durante ese periodo escribí un libro del cual estoy orgulloso, Diciembre, otra vez. Escribí y grabé un disco bellísimo, Nueve. Me voy sintiendo cada vez más cómodo con quien soy, sin negar que por momentos me siento dando tres pasos hacia atrás y luego dos hacia adelante.
SEMANA: Usted ha sido honesto sobre la forma en que superó sus adicciones. ¿Qué lecciones le deja esa época?
S.C.: Soy honesto con mi historia de adicciones porque le puede servir a alguien. De hecho, varias personas me han dicho que mi testimonio, ya sea en mi libro o en distintas entrevistas o pódcast, les ha servido de motivación para cambiar el rumbo de su vida. ¿Lecciones? Que todos estamos rotos, y que nuestra tarea en la vida es recomponer, juntar y pegar esas piezas, de la mejor manera, para que sus filos no nos hagan daño o a quienes nos rodean. Mis piezas las junto con la música y la composición. Las junto gracias a mi esposa y a nuestros hijos. Con el amor que me brinda la gente que va a mis conciertos y se permite ser vulnerable. Las junto a través de la aceptación de mis esquinas más oscuras. No huyo de lo que no me gusta de mí. Sé que vivo con un desadaptado adentro. Abrazo lo que no me gusta de mí, y trato de quitarle volumen al reconocerlo, porque ese lado oscuro necesita que lo mire a los ojos y reconozca que existe, con eso se le baja la agresividad.
SEMANA: ¿Escribir ha sido terapéutico?
S.C.: Es de lo más terapéutico que existe. Durante mi proceso de rehabilitación fue fundamental. Mi terapeuta me ponía a escribir mucho. Aún tengo blogs guardados por ahí, después de 18 años. De hecho, mi disco Cruce de caminos, que cambió mi vida y mi carrera, lo escribí durante ese proceso. Tiene esa carga energética, por eso es un disco único e irrepetible.
SEMANA: ¿Cómo define la fama?
S.C.: Es un arma de doble filo. En una charla que tuve con Leiva, artista español que admiro profundamente, me tiró una frase que trataré de repetir lo más fielmente posible: “Disfruto de una fama modesta, una que me permite ir a hacer mercado tranquilamente, pero que hace que me ayuden cuando voy a bancos y hospitales”. He disfrutado de momentos de reconocimiento abrumador, y luego ese reconocimiento cae, para luego renacer, y así. Supongo que esa fama que no te permite vivir la calle debe ser complicada. Yo vivo la calle, camino, me siento en lugares a tomar café, voy al cine con mis hijos y salgo a cenar con mi esposa y amigos. Vivo de lo que soñé vivir cuando era adolescente. Hago canciones, y hay gente que las canta y que sella momentos de su vida con ellas. He podido decir en un escenario: “¡Buenas noches, Ibagué!”, y decir también: “¡Buenas noches, Nueva York!”.
SEMANA: Es difícil, pero ¿quién quisiera que ganara La descarga?
S.C.: Alguien de la Selección Amarilla, obviamente. Hay que refrendar el título que conseguimos en la primera temporada.
SEMANA: Más difícil aún: ¿Tolima campeón?
S.C.: Uy, hay que ir partido a partido. A mi Deportes Tolima le pido que siempre dé la pelea, y la está dando. Ya nos tiene acostumbrados a jugar cuadrangulares finales y también finales, y eso, como hincha consciente desde hace 40 años, lo agradezco profundamente. ¿Quiero que gane títulos? ¡Claro! ¿Torneos internacionales? ¡Por supuesto! Ha sido de los equipos de mayor regularidad de esta última década. Vamos por buen camino, pero vamos paso a paso. Los partidos duran 90 minutos, y los torneos se acaban en la última fecha.