Hace cinco años lo tacharon de loco por tratar de levantar un restaurante de alta cocina en un pueblo como Marinilla, conocido más por sus trovadores que por sus cocineros. Cinco años después, esa pequeña ciudad del oriente antioqueño es referente gastronómico del departamento y de Colombia, pues allí la movida culinaria ha sido todo un fenómeno.
Uno de los responsables de esa transformación es Sergio Botero, un chef de 29 años que estudió en el Sena de Rionegro, hizo pasantías con la afamada Leo Espinosa y un buen día se fue a trabajar a Europa, donde aprendió del chef Juan Mari Arzak (tres estrellas Michelin) en San Sebastián, España, y que luego quedó impactado con lo que vio en Lyon, Francia.
Cuando regresó a Colombia, tenía muchas ganas de volver a sus raíces y de montar un restaurante lejos de las grandes capitales y en medio de un estilo de vida más relajado.
“Recordé que, en Europa, los grandes restaurantes del mundo, la gran mayoría, estaban a las afueras y rodeados de industria. Yo crecí en Marinilla. Hicimos un estudio de mercado y nos dimos cuenta de que Marinilla tenía gran potencial por muchas cosas: es paso obligado para todos los que van a Guatapé y a los embalses; estamos sobre una de las principales vías del país: la autopista Medellín-Bogotá, a 20 minutos del aeropuerto internacional José María Córdoba, y aparte, los marinillos tenemos fama de emprendedores, de comerciantes. Además, nos dimos cuenta de que en un radio de menos de 10 kilómetros, Marinilla contaba con más de 25 multinacionales”, señala.
Aún con todos esos buenos antecedentes, le seguían diciendo loco, pues muchos veían como quijotesca la hazaña de inventar una carta sin bandeja paisa, en un restaurante cuyo título es Con tradición, ubicado actualmente en el casco urbano de Marinilla.
“No tengo nada en contra de la bandeja paisa, pero considero que la cocina antioqueña es mucho más. Entonces decido que no va. En estos años hemos venido enseñándole a la gente que hay muchas más preparaciones, que Colombia es una biodiversidad culinaria impresionante. Así fue como lentamente irrumpimos en la cotidianidad del municipio y empezamos a hacer una labor también con los empresarios para que invirtieran en nuevos restaurantes”, cuenta.
Tiempo después llegaron otras ofertas gastronómicas al municipio, que supieron valorar propios y extranjeros. Elemental, una propuesta de cocina saludable, y Terrasole, de comida italiana, lograron seducir el paladar de muchos y aumentar la fama de Marinilla como destino gastronómico.
Hoy, Sergio siente que esa ‘quijotada’ de hace cinco años salió bien. Está a punto de cumplir 10 años como cocinero. “Es mi pasión, mi forma de ver la vida. Yo me levanto, desayuno, almuerzo y ceno, pensando en cocina y pensando en toda las cosas que hay que hacer por este país. La gastronomía es un medio para llegar a las comunidades, para llegarle a la gente y mostrar nuestra cultura. Esto ha dinamizado nuestro municipio porque los que estamos acá trabajamos con productores locales”, cuenta.
Y si de algo se siente muy orgulloso es de saber que su restaurante es referente de lo que alguna vez soñó: alta cocina, comida local, creatividad y tradición. “Simplemente, abrí una ventana, una puerta, porque yo había ambicionado esto y me enorgullece mucho cuando abren emprendimientos gastronómicos, y los abren con calidad y gran esfuerzo”.