Jorge Villamizar puso a bailar a millones en Hispanoamérica a ritmo de grandes éxitos como Mi primer millón, Tabaco y Chanel y Caraluna, de la mano de una agrupación que nació como una banda universitaria en Miami, que en pocos años cosechó cinco premios Grammy.
El músico colombiano conversó con SEMANA a propósito de su nuevo álbum, Permiso, que asegura es el mejor trabajo musical de su carrera. Reveló por qué se siente vetado en su propio país y cómo siente que el gremio le sigue ‘cobrando’ el hecho de pensar políticamente distinto.
SEMANA: Hace unas semanas sorprendió a sus seguidores con su deseo de unirse a la ‘vaca’ que impulsan los paisas para mejorar sus vías. ¿De dónde le nació la motivación?
Jorge Villamizar: Estuve casado por muchos años con una paisa y tengo muchos amigos paisas. Puse ese mensaje en X con sarcasmo. Y en las redes sociales nunca sabes qué pasará. A veces dices algo tremendo y nadie dice nada. O de repente pones una tontería como esta y crece como bola de nieve. Muchos le vieron el lado positivo. Otra gente me insultó. Alguno hasta me llamó ‘un indio que salió facho’. Para mí ser indio no es un insulto, yo soy mestizo, lo tengo clarísimo. Y como latinoamericano viviendo en Europa y Estados Unidos, me lo recuerdan todos los días. Lo que sorprende es que estos insultos vengan de alguien que se dice progresista.
SEMANA: Jorge, hablemos de música. Muchos creen que Bacilos ya no existe, pero de hecho estrenarán disco próximamente, ¿qué ha pasado con la agrupación desde su época de grandes éxitos?
J.V.: Sí se acabó y el grupo estuvo frenado unos diez años. Cada integrante hizo lo que quiso, pero hace ya ocho años regresamos. Nacimos como tres músicos, pero ahora somos dos y trabajamos muchísimo en Chile, Perú, Ecuador, México, Bolivia, España, Estados Unidos, Centroamérica. Viajamos, grabamos, vivimos la música.
SEMANA: Curiosamente, en Colombia no los volvimos a escuchar. ¿Qué pasó?
J.V.: Tristemente, en Colombia no me volvieron a contratar. Como que desapareció Bacilos. Son cosas que pasan y uno trabaja donde lo contratan. Pero no me puedo quejar. He tenido una carrera muy especial, muy a mi manera. Somos una banda independiente, con millones de personas que nos escuchan en Spotify. Seguimos siendo un grupo con peso, muchos Grammys, con un público que nos sigue por todo el continente. Pero me duele que en Colombia, mi país, por razones que no terminé de entender, no se den las posibilidades.
SEMANA: ¿Le pasó factura su postura frente al proceso de paz con las Farc?
J.V.: Puede ser. Los artistas podemos hablar de política y cosas sociales, siempre y cuando seas de izquierda. ¡Y pues no soy de izquierda! Estuve en la Escuela Naval de Colombia, vengo de una familia militar. Me gustan el orden, las reglas. Y cuando vino el proceso de paz, fui uno de los que dijeron: “Lo siento mucho, no estoy de acuerdo”. Y, desafortunadamente, yo tenía la razón. Y el costo de esto es terrible para el país. Solo soy un cantante y no soy un comunista, no soy de izquierda. Y si otros artistas de izquierda que piensan distinto pueden hablar, yo también. No me puedo quedar callado viendo cómo una parte de la juventud va a dañar ese país tan increíble que es Colombia.
SEMANA: ¿Se siente vetado en Colombia?
J.V.: Sí. Nadie me ofrece un concierto. O, si me lo ofrecen, lo hacen por unos dineros ridículos, cuando saben que me presento en escenarios grandes en todos lados. No tienen en cuenta la trayectoria en mi carrera y el catálogo largo que tengo. Entonces, creo que pisé un par de callos. Y ya perdí la fe, profesionalmente hablando, me acostumbré a no tener ese mercado. Y a lo mejor esta entrevista no ayude mucho (risas).
SEMANA: ¿O a lo mejor le vuelve a abrir las puertas?
J.V.: El sentimiento por Colombia sigue ahí. Recuerdo las buenas épocas de Bogotá, con Peñalosa o Mockus. Era increíble, una gran ciudad que imitaban otras. Pero la gente se está cansando, abriendo los ojos. Y viendo que por habernos quedado callados, le cedimos el micrófono a una gente que lo utilizó con mala fe para tomarse el control de la verdad, de la historia y, a través de eso, el poder. Se fue creando una narrativa. Y ves jóvenes que dicen en Colombia que vivíamos en una dictadura. Por Dios, tenemos a Venezuela al lado. Eso sí es dictadura. Vemos a los venezolanos caminando, rumbo a Colombia, a Ecuador, a Perú, a Chile. Cuando traté de volver a Colombia, Petro se volvió alcalde de Bogotá y de repente había basura por todas las calles y la inseguridad estaba tremenda. Y esa sensación de progreso que se sentía se perdió. La ciudad poco a poco se fue volviendo lo que es hoy. Un caos. Internacionalmente, hablabas de Bogotá y era como ¡wow, esa ciudad es increíble! Muchos piensan igual. Yo espero que no nos quedemos callados y podamos salvar nuestro país.
SEMANA: Se le siente muy desesperanzado. ¿Cómo ve a Colombia en la distancia?
J.V.: Soy un colombiano que creció fuera, en Ecuador, en Estados Unidos. Y cuando viajas, ves los procesos de otros países. Y ves esta plaga demagógica que ha atacado Latinoamérica, que atacó a Venezuela, a Ecuador en un momento dado, Argentina, Nicaragua, ni hablar de la pobre Cuba. Solo queda preocuparse con lo que pasa en Colombia, con el sistema de salud, con las pensiones, con el ejército. Ver que se está perdiendo el norte, es muy triste, porque a donde va todo esto no es un buen lugar. No hay ningún país latinoamericano que haya seguido estas doctrinas y esté bien. Todos están muy mal, muy mal. Exportando su juventud, su gente. Pensar que después de la lucha que ha dado Colombia contra problemas como el narcotráfico y guerras imparables ahora esté en esto duele mucho.
SEMANA: Y se desahoga en sus redes...
J.V.: Es que uno escucha, por ejemplo, que se va a lograr el cambio y la paz total. Y no veo resultados. Y entonces te caen encima, eres un facho y pues caes mal. Pero nada de lo que está pasando en Colombia me da optimismo, lo siento.
SEMANA: Colombia vive hoy su primer Gobierno de izquierda. ¿Cómo ve el rumbo que está tomando el país?
J.V.: Siento que va por el mismo camino que Bogotá cuando Petro fue alcalde. Creo que ha habido gobernantes de izquierda que han logrado hacer cosas buenas, como un Andrés Manuel López Obrador, que fue alcalde de Ciudad de México por años, y la ciudad funcionó bien. Pero el desempeño de Petro como alcalde fue muy malo. Y apestoso porque, literalmente, apestaba la ciudad. Y cuando he hecho críticas hasta me han insultado en restaurantes. Ahora como presidente no será diferente. Llegó a destruir cosas que costó mucho armar. Destruirlas y culpar a los demás. Es muy triste.
SEMANA: Lo saco un poco de la política para hablar de Permiso, el nuevo álbum de Bacilos. ¿Conserva el sonido que siempre le hemos conocido al grupo?
J.V.: Acabo de terminar el que creo que es el mejor disco que he hecho en mi vida. Un disco muy sólido, grabado a la antigua, con instrumentos reales y grandísimos músicos cubanos, que son hoy la banda de Bacilos. Fuimos buscando un sonido clásico, acústico. Nada programado, nada urbano, nada actual. Más como el Bacilos de hace 20 años. Estoy superagradecido con Dios y la vida, porque hace rato no escribía tanto y logré desahogar una cantidad de cosas internas, personales. Y con eso creé unas muy buenas canciones.
SEMANA: ¿Es fácil sobrevivir en la industria sin hacer lo que está de moda, música urbana, por ejemplo?
J.V.: Pues uno es uno. Nosotros no llegamos aquí por bonitos, ni porque teníamos un inversionista o un gran sello detrás. Tuvimos una esencia que vibró con la gente y se conectó con el corazón de las personas. He coqueteado con otras cosas y Bacilos surge justo antes de la música urbana y tenemos ciertas coincidencias rítmicas. Entonces, no le tenemos miedo a ningún tipo de expresión cultural latinoamericana. Bacilos fue una de las primeras bandas que habló de fusión. Cuando surge Bacilos no había dónde encasillarla.
SEMANA: ¿Cómo termina una banda universitaria convertida en una agrupación que ganó premios Grammy
J.V.: Nosotros trabajamos por muchos años en el underground de Miami. En el mundo universitario, en los pequeños bares. Y las canciones fueron caminando solitas, entre casetes y CD que la gente quemaba. Fue un sonido que les gustó a los colombianos con su acordeón y su guacharaca. Pero conectamos con los dominicanos, los cubanos, los gringos, los españoles, los ecuatorianos, los peruanos. Y ese sonido se fue desarrollando en las calles. Y cuando llegó la fama, la receta estaba lista. Por eso hubo un éxito muy rápido.
SEMANA: ¿Sueña con traer este álbum a Colombia, no pierde la esperanza?
J.V.: Claro que sueño con compartir mi música con mi país. Es que esta música es vista en el mundo como colombiana. No importa cuántos cubanos haya en el grupo, todo el mundo siempre dice: la música colombiana de Bacilos. Sería lindísimo volver. Algún día se va a dar.