El pasado viernes 16 de agosto, una sonriente Isabella Mebarak presentó en la galería La Cometa de la ciudad de Miami su exposición ‘Cuando el arte une corazones’. El objetivo de este espacio es recaudar fondos para financiar brigadas médicas que atienden a niños de escasos recursos en su natal Colombia.
Es una exposición impulsada por la Fundación Juan José Payares Bustos, que trabaja por la comunidad de Galerazamba, un pequeño corregimiento en la frontera entre Bolívar y Atlántico. En dichas brigadas, un grupo de médicos evalúan a pequeños con parálisis cerebral y les brindan la oportunidad de recibir intervenciones quirúrgicas en Estados Unidos.
El evento contó con la presencia de la más grande inspiración y mentora de Isabella: la superestrella de la música Shakira. Isabella es su sobrina, hija de Tonino Mebarak, uno de los hermanos más cercanos a la artista. A pocos en la familia les extrañó, entonces, que Isabella, de 26 años, terminara también abrazando el arte. Hoy estudia artes visuales en Nueva York y que eligiera este camino no solo tuvo la influencia de su afamada tía, sino de su propia madre, Eliana, quien estando embarazada solía pasar largar horas pintando frente a un lienzo.
“Cuando yo era bebé, ella me dejaba en pañal y me ponía un delantal encima para que me pusiera a hacer garabatos en una pared para ella poder pintar tranquila. Es una mujer muy creativa. Esas fueron en realidad mis primeras obras de arte, ella dejaba que me untara, sin problema, que experimentara con los colores, que fuera libre y eso sin duda me marcó”, relata la joven barranquillera en SEMANA.
También asegura que la influenció la figura de su abuelo William Mebarak, quien vive en la capital del Atlántico y desde hace varios años ha tenido serios quebrantos de salud. “Es triste, hace dos años que no puede hablar, que era una de las cosas que él más disfrutaba hacer. Era un gran lector y él nos inculcaba ese amor por la lectura, por los libros”, recuerda Isabella.
“De niña, conservo en mi mente los almuerzos que se organizaban allá en Barranquilla los domingos. Yo me leía un libro entero la semana previa solo para poder comentarlo con mi abuelo; era un placer oírlo conversar, disfrutar de su sabiduría. Eso te llenaba el alma”, comenta la joven.
Sería con esa poderosa influencia a cuestas que Isabella fue creando, poco a poco, su propio sello como artista. Siempre, dice, marcado por un fuerte componente social, por lo que ha sido común verla participando de numerosas subastas de arte para financiar distintas causas. “Eso es algo que aprendí de mi tía, que siempre ha sido generosa, disfruta ayudar a los demás. Los tiempos que vivimos no son fáciles y quienes hemos tenido una vida más privilegiada estamos llamados a ayudar a los demás”, comenta la artista.
Una sobrina brillante
Los colombianos supieron de su talento por los días en que Shakira puso a cantar al mundo con la Music Sessions, Vol. 53, el pegajoso tema que le regaló a los corazones rotos uno de sus más grandes lemas: “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”.
Isabella tomó la frase, la estampó en una sudadera y se la mostró a su mamá. Y Eliana, sin mayores pretensiones, se la enseñó a la cantante. Shakira, feliz, la lució luego a través de sus redes sociales. Ese día, el mundo se enteró de que la creatividad era casi un sello de la familia Mebarak.
Isabella, que también ha estudiado en escuelas de arte de Europa y Los Ángeles, confiesa que varias veces le ha pedido consejos a su tía sobre su quehacer artístico. “Quizás uno de los consejos más valiosos me lo dio el día que hablamos sobre la inspiración, qué hacer cuando esta no llega. Cuando uno se enfrenta a la hoja en blanco. Ella me dijo que así como ella nunca deja de escribir sus canciones yo nunca dejara de pintar. Así lo que pinte en ese momento no me guste. La inspiración, dice mi tía, no necesariamente es una cosa que llega y se va. Es una habilidad que se debe entrenar. Y la única forma de hacerlo es creando”, asegura la artista barranquillera, la mayor de un hogar de tres hermanos, junto con Tarik y Najwa. Este último también abrazó la música, como su tía, aunque más desde el campo de la producción.
Su propuesta artística, asegura, recoge lo mejor de dos mundos: el Caribe, con esos soles dorados y colores que plagaron su infancia, y su vida en Estados Unidos, país al que se mudó desde hace más de seis años. “Barranquilla, de alguna manera, siempre está presente y me llena de ideas, me transmite emociones. En estos últimos tiempos me he inspirado en los picós, esos grandes sistemas de sonido que siempre están presentes en las fiestas de mi ciudad, sobre todo en los sectores más populares. Son, además, una expresión de la identidad y de la cultura de la gente del Caribe”, sostiene Isabella desde Nueva York.
Hasta ahora, la joven suma tres exposiciones en solitario y cerca de una decena colectivas. “Mi sueño es seguir creando. Liderar grandes exposiciones en este país y el mío, y hacer mi propio camino en un mundo como el arte, que siempre está lleno de retos”.
En SEMANA, Isabella confiesa que no es fácil aquello de ser la ‘sobrina de’. “Mi tía Shakira me ha abierto las puertas a grandes cosas, eso es innegable, es la primera en apoyar mis ideas. Aunque sé que eso implica también lidiar con la atención que supone ser familiar de alguien tan reconocido. Pero yo no le presto atención a esas cosas. La gente siempre hablará. Muchos dirán que en esto ha habido nepotismo, que lo que he logrado ha sido solo por esta circunstancia, pero la verdad es que llevo muchísimos años labrando un camino como artista, mi propio camino, sin la sombra de nadie”.
Cuenta que lo que más admira de Shakira es “su fuerza y resiliencia, incluso en los momentos más duros. Eso ha sido un ejemplo para mí como mujer, como profesional. Y me ha enseñado, sobre todo, que el arte es a veces un refugio. Por eso, creo que mi tía ha sido mi más grande inspiración”.