“Conseguiría cuatro chicas de Harajuku (distrito comercial de Tokyo) para inspirarme y ellas vendrían a rescatarme. Las vestiría perversamente, las llamaría: Amor, Ángel, Música y Bebé. Apúrense, vengan a salvarme”, es una de las estrofas de una de las canciones más famosas de la cantante estadounidense Gwen Stefani, quien adquirió relevancia internacional desde que hizo parte del grupo de rock-punk No Doubt y luego en la década del 2000 se lanzó como solista con su álbum Love.Angel.Music.Baby, del que salieron éxitos rotundos como What You Waiting For, la misma Rich Girl cuya estrofa inicia este texto, Hollaback Girl, Luxurious y la romántica Cool.
Este disco catapultó aún más a la fama a Stefani, quien rápidamente se convirtió en una de las cantantes alternativas más conocidas a nivel mundial y cuya marca principal era su notorio gusto por la cultura japonesa, que no solo imprimió en sus canciones, sino que lo llevó a la realidad convocando a cuatro bailarinas japonesas denominadas Harajuku Girl, que Gwen nombró como su álbum: Maya Chino era “Amor”, Jennifer Kita “Ángel”, Rino Nakasone “Música” y Mayuko Kitayama “Bebé.
Dichas bailarinas no solo aparecían en los videos de algunas de las canciones ya mencionadas, sino que también acompañaban a la cantante en las alfombras rojas de galas de premios y eventos a los que Stefani asistía como una de las artistas más queridas del momento, fama que hasta ahora le ha perdurado, no con la misma intensidad, pero sí con mucho más prestigio, pues ahora ha logrado ser coach de shows como The Voice.
Sin embargo, el tener a las Harajuku de su lado como inspiración no siempre fue visto de la mejor manera, pues muchos alegaban que no era debido utilizarlas a ellas como referentes de otra cultura para hacer dinero, más porque fue gracias a ellas que Gwen vendió una estética que aún hoy conserva, asunto que se tocó en la pasada entrevista que la cantante concedió a la revista Allure, que hoy tiene a medio Internet flameando de la ira.
En el artículo publicado este martes, Gwen hizo la afirmación de la discordia mientras hablaba sobre la colección de fragancias que lanzó en 2008, Harajuku lovers: “Dios mío, soy japonesa y no lo sabía”, le atinó a decir a la escritora filipina-estadounidense Jesa Marie Calaor, quien no recibió de la mejor forma dicha declaración, pues su posición sobre la apropiación cultural es clara y no va de la mano con las declaraciones de la cantante.
“Si (la gente) me va a criticar por ser fan de algo hermoso y compartir eso, creo que no está bien. Creo que fue un hermoso momento de creatividad... Un momento de juego de ping-pong entre la cultura Harajuku y la cultura estadounidense. Si no compráramos, vendiéramos y comerciáramos con nuestras culturas, no tendríamos tanta belleza, ¿sabes?”, fue la respuesta que le dio Stefani a Calor cuando la también editora le increpó sobre los aprendizajes de esta época “harajuku” que vivió, experimentó y vendió.
Esta charla cultural entre Stefani y Calaor, que terminó en polémica, se dio en el marcó del lanzamiento de la nueva línea de productos de belleza de la cantante denominada GXVE Beauty, “una línea vegana que presenta su característico color de labios rojo (junto con su cabello platinado, es una de las únicas casi constantes en su historia estética) y algunos otros elementos básicos de belleza, como paletas de sombras y delineadores en gel”, tal como publica la experta en belleza en su artículo.
En dicha conversación también se tocó la primera línea de perfumes que tuvo Stefani, Harajuku Lovers, en la que había cinco opciones de fragancia, cada una con el nombre de una chica harajuku y finalmente una quinta con la inicial de Gwen. Esto fue lo que desató la conversación sobre la apropiación cultural y las posteriores declaraciones de la cantante, cuyo equipo, al ver el revuelo en redes sociales sobre las palabras de la intérprete de Sweet Scape, intentó ofrecer una entrevista de seguimiento y declaraciones adicionales por parte de la artista; sin embargo, Allure no respondió al llamado.
“Envidio a cualquiera que pueda afirmar ser parte de esta comunidad vibrante y creativa, pero evita la parte de la narrativa que puede ser dolorosa o aterradora”, concluye Calor en su texto, donde también menciona los crecientes ataques racistas contra la comunidad asiático-estadounidense en el país norteamericano.