SEMANA: ¿Cómo vivió el día de elecciones, el pasado 29 de octubre?
Taliana Vargas (T.V): Con una gran sensación de paz, aunque sin tener certeza del resultado. Con mi esposo nunca nos imaginamos toda esta acogida y ese apoyo tan impresionante.
SEMANA: Ese día, muchos en Cali se preguntaban dónde estaba Taliana en el tarjetón...
T.V.: Es que Alejandro y yo somos un equipo, porque eso es el matrimonio. Cuando me casé, hace diez años, nos prometimos estar juntos en las buenas y en las malas. Y me casé con él sabiendo de su gran amor por servir y que en algún momento iba a terminar en algo como esto y me tocaba ponerme la camiseta. Los dos amamos también las transformaciones sociales, en las que tengo diez años de experiencia. Y sabía que si me tocaba pasar por la experiencia de la política sería duro.
SEMANA: ¿Qué tanto cree que pesó su popularidad como reina e inclinó la balanza en favor de su esposo?
T.V.: Creo que no solo fue el reinado, tengo 16 años como figura pública y en redes, durante la campaña, me dediqué a mostrar cómo somos como familia en realidad. Colombia entera me conoce desde que tengo 18 años y siempre he sido una persona muy coherente. El día de las elecciones, una de las cosas que me compartió la gente fue una frase del día en que terminé mi reinado y dije: “Mi labor social no termina aquí”. Ni yo me acordaba de eso. Y ese día entendí por qué Dios me permitió ser imagen pública.
SEMANA: En Cali hubo mucha campaña sucia. Y un día usted terminó quebrándose en medio de tantas agresiones...
T.V.: Hubo días en que nos dieron como a una piñata de fiesta, nos dieron mucho palo. Fue duro porque eso golpeaba tu dignidad con ideas falsas y uno se la pasaba desmintiendo una gran cantidad de cosas. Algo espantoso. Pero soy una persona de fe. Y le puse el turbo en la oración para sostenerme. El 29 de octubre creo que sentí paz porque, más allá del resultado, celebraba que toda esa campaña sucia se hubiera acabado. En este momento, Alejandro y yo sabemos que de ahora en adelante no será fácil liderar una ciudad en la que se sembró tanto odio. El voto de Alejandro fue de opinión, silencioso.
SEMANA: En algún momento esos ataques también los dirigieron contra usted, como cuando la acusaron de usar eventos públicos, como el Festival Petronio Álvarez, para hacer campaña en favor de su esposo...
T.V.: Sí, yo también sufrí ataques injustos; porque suelo ir al Petronio desde que vivo en Cali. Cuando me casé, dentro de la agenda del matrimonio estaba ir al festival. Este año me invitaron a abrir un desfile, no me colé, no me monté en una tarima sin invitación. Hoy, creo que las críticas me han hecho más fuerte y me han ayudado a entender la complejidad de lo público, que es desde donde se hacen las grandes transformaciones. Pero no me quedó ningún mal sabor, no soy rencorosa.
SEMANA: Usted es samaria de nacimiento, pero hoy en día se siente una caleña más. ¿Cómo ha sido su historia con Cali?
T.V.: Cuando me casé, al otro día mi esposo me dijo que él sabía que yo tenía una carrera muy exitosa en Bogotá y el mundo entero a mis pies, pero que necesitaba que me radicara en Cali. “Este es mi hogar y mi casa, y aquí está todo por construir”, me dijo. Y yo dije sí, y me enamoré de Cali. Y así como yo no nací aquí, Cali es el hogar del 42 % de personas que nacieron afuera. Hoy, Cali es la ciudad donde quiero criar a mis hijos y que nos dio una oportunidad de transformarla. Cuando recién nos casamos, Alejandro era director de ProPacífico, y cuando se iba a trabajar, yo buscaba en el directorio diferentes fundaciones a ver cómo podía colaborar con proyectos en Cali a través de mi fundación, Casa en el Árbol. Y así, poco a poco, fui haciendo un camino al que se han sumado ángeles, vecinos, amigos de Emaús y amigas de Cali.
SEMANA: ¿Cuál será su papel como primera dama de Cali?
T.V.: Seguiré trabajando como gestora social. No tocaré un solo peso público. Seguiré trabajando con mi equipo, con el que sabemos buscar plata en el exterior y en entidades privadas para fomentar acciones en las mujeres y los jóvenes, y en materia de cultura. Eso es lo que he venido haciendo en los últimos diez años.
SEMANA: Usted ya estaba en Cali cuando sucedió el estallido social. ¿Cómo recuerda ese momento tan duro para la ciudad?
T.V.: En ese momento tenía un bebé de brazos. Antonio, mi hijo, tenía 4 meses. Pero con Alejandro nos dedicamos a servir. Él y yo pegados a un teléfono, en la casa, porque no podíamos salir a ninguna parte. Estábamos pendientes de la gente que más lo necesitaba. Cuando nos decían, por ejemplo, “van a cerrar esta fábrica” y en esta había muchas mujeres cabeza de familia trabajando que podían perder sus empleos. Lo que hacíamos era unir fuerzas, tender puentes para que la gente no muriera de hambre. Eso no nos puede volver a pasar como ciudad. Hay que unir a Cali.
SEMANA: Hablemos de Alejandro Eder como esposo y hombre de hogar... ¿Es de los que cocina y cambia pañales?
T.V.: Es un papá que cambia pañales, amoroso, besuqueador y una persona sencilla, y eso me enamoró. Es de pocas cosas materiales. Al comienzo yo decía: en esta relación basta con que yo sea vanidosa. Ya dos vanidosos, no. Y él, como esposo, me consiente mucho. Él me da los mejores consejos y yo le doy los mejores a él. Por eso, a las ‘peladas’ que están pensando en casarse les digo: escojan bien, hay muchas a las que les gustan los malos, pero yo les digo que escojan a los buenos del curso.
SEMANA: ¿Y baila salsa como buen caleño?
T.V.: Es salsómano a morir. Todo el día en mi casa se escucha salsa. Y, gracias a él, ya bailo salsa como toda una caleña. Cuando nos conocimos, yo bailaba mucho como buena samaria y bailaba salsa moviendo los hombros, y los caleños no hacen eso. Y la primera vez que bailamos en Cali, Alejandro me enseñó que en Cali se bailaba distinto. Desde entonces, amo la diversidad de esta ciudad, ese es su gran potencial.
SEMANA: Pero, algo malo debe de tener el nuevo alcalde...
T.V.: Tiene una virtud que es a la vez un defecto. Alejandro es muy intenso. Un trabajador compulsivo. Yo soy la que lo hace a veces dejar el celular a un lado para pasar tiempo en familia, con los niños. Yo estoy pensando en hacerle una cláusula, en una cita romántica, para que la firme. La idea será cuidar a la familia por encima de todo, llevar a los niños al colegio una o dos veces por semana, por ejemplo.
SEMANA: Cuentan que Alejandro no la tuvo tan fácil para conquistarla. Lo tuvo ‘remando’ durante semanas para llegar a su corazón...
T.V.: Nos conocimos en una puertica en Cartagena, en el Festival de Cine, en medio de una fiesta. Yo estaba lanzando la novela Rafael Orozco y él había ido unos días a descansar. Mi mánager de ese momento era Fernán Martínez y Alejandro y él eran vecinos. Y le dijo que nos presentara. Al día siguiente, le pidió a Fernán mi teléfono, pero él le aclaró que yo no era el tipo de mujer que recibía llamadas así. “Si la llegas a llamar te tira el teléfono”, le dijo. Para esa época ya andaba con mi fundación Casa en el Árbol, y me contaron que Alejandro era experto en temas sociales. Entonces, entre Fernán y él organizaron un encuentro con esa excusa de lo social. Y yo llegué creyendo que sería una reunión de trabajo, sin saber que en realidad estaba en nuestra primera cita. Terminó siendo una cita a ciegas que funcionó.
SEMANA: ¿Cómo está su salud hoy? Hace poco nos enteramos de su vitíligo.
T.V.: La verdad, ni me acordaba. Ojalá todas las enfermedades fueran como manchas en la piel que no duelen. Solo es una falta de pigmento y ya. Hoy agradezco cada una de mis manchas. Ya no hago tratamientos. Ya no tengo rollo con eso. Siempre he sido una mujer natural, quiero envejecer con dignidad. Sí, Dios me dio unos genes a los que les he sacado jugo, sin cirugías. Cuando fui Señorita Colombia, me decían que debía hacerme siete cirugías plásticas y me gané de enemiga a mucha gente porque no accedí. Y han pasado 16 años y nunca lo hice. Ni bótox. Nunca quiero ser esclava de la vanidad ni de la belleza.