Cuando Jaimito, el cartero de "El Chavo del 8", decía orgulloso "Tangamandapio es mi pueblo natal. Un hermoso pueblito con hermosos crepúsculos arrebolados", muchos pensaban que se trataba de un pueblo ficticio que solo existía en los libretos de Roberto Gómez Bolaños y en el imaginario del adorable personaje de la serie mexicana. Pero no. Tangamandapio existe y, desde 2012, una estatua en honor a Jaimito el cartero reposa en su calle principal. Se trata de un monumento de bronce de 1,7 metros de altura.
El monumento fue inaugurado por Juan Campos Gónzalez, presidente municipal en ese tiempo. En ese momento González aseguró que "gracias a Jaimito, Tangamandapio fue conocido a nivel mundial como el pueblito de los crepúsculos arrebolados". Según Jaimito, su pueblo natal era tan grande como Nueva York, y sus habitantes eran tantos que no alcanzaba a aparecer en el mapa, pero no es así. Villa de Santiago Tangamandapio es un municipio ubicado en el estado de Michoacán. Su nombre es de origen chichimeca y significa "tronco podrido que se mantiene en pie". Incluso, el escudo local tiene un tronco de ahuehuete (‘Taxodium huegelii‘), el árbol nacional mexicano.
Cuenta la historia del pueblo que Tangamandapio empezó a usar ese nombre oficialmente a partir de 1822, pues antes había tenido otros nombres como son: Tanmangandepeo, Tamandapio o Atengomandapeo. Jaimito el cartero es recordado también por sus menciones a la fatiga y porque siempre se le vio arrastrando la bicicleta, nunca aprendió a montarla.
El personaje fue interpretado por Raúl ‘Chato‘ Padilla, quien nació en Monterrey, México, el 17 de junio de 1918 y falleció el 3 de febrero de 1994 luego de padecer diabetes. La muerte de Padilla quedó plasmada en el libro ‘Sin querer queriendo’ de Roberto Gómez Bolaños. “Después de grabar lo estuve esperando en la escalera para demostrarle que yo también podía brincar desde el quinto escalón de la escalera. Pero no bajaba. Entonces subí para ver si le pasaba algo y lo que pasaba es que ya estaba muerto”, escribió Bolaños, y aseguró que Jaimito siempre tenía los ojos cerrados como si estuviera durmiendo, soñando algo bonito. “Tenía cara de estar contento. Pero no puede ser, porque ni modo que le diera gusto morirse. O quién sabe, porque Jaimito siempre decía que quería evitar la fatiga… o sea que ya evitó la fatiga para siempre”.