Aquellos afortunados por haber presenciado un concierto en vivo de The Beatles -en Liverpool, Londres, Nueva York, Washington, Los Ángeles, Tokio, Sídney, o en cualquier parte- saben cuán increíbles y únicas fueron esas presentaciones. No se trataba únicamente de la voz de John, Paul, George y Ringo, era la expresión de la juventud del mundo entero”, expresó el llamado quinto Beatle George Martin, el productor de casi toda la obra discográfica de la banda. La frase de Martin, quien murió en marzo pasado, encapsula el sentido de lo que representa este septiembre para los fanáticos: la posibilidad de redescubrir el sonido de la banda en vivo mientras vivían su mayor pico de fama.Los Beatles se disolvieron hace 46 años, luego de casi una década (1962-1970) de intensa actividad musical y fílmica, y de vivir un frenesí sin igual. Pero su legado perdura y aún tiene mucho para ofrecer. Para probarlo, recientemente salió a la luz el disco Live at the Hollywood Bowl, que registra en gran calidad tres conciertos (del 23 de agosto de 1964, y del 29 y 30 de 1965) en uno de los escenarios clásicos de Los Ángeles. La mezcla de sonido deja oír las reacciones de la gente y las 18 canciones suenan claras y fantásticas. Lennon y McCartney muestran su espontaneidad con el público, y los tambores contundentes de Ringo alimentan los estallidos de histeria de los casi 18.000 asistentes que cabían en el Bowl. El disco alcanzó rápidamente el top 10 de Billboard, algo que la banda ha conseguido en 32 ocasiones, al igual que Frank Sinatra. Solo The Rolling Stones con 36 y Barbra Streisand con 34 superan esa marca.Pero más especial aún resulta el estreno de Eight Days a Week - The Touring Years, un largometraje dirigido por Ron Howard, conocido por cintas como Una mente brillante y Apollo 13. El primer documental aprobado por Paul McCartney, Ringo Starr, Yoko Ono, viuda de John Lennon, y Olivia Harrison, viuda de George Harrison, se enfoca en los años de gira del cuarteto de Liverpool entre 1962 y 1966. La cinta rescata visual y auditivamente conciertos históricos, como el que en 1965 los vio llenar el Shea Stadium en Queens, Nueva York, que por su nivel de ruido fue extremadamente complicado para ellos como músicos, pues no se podían escuchar. Tiene un arco narrativo, presenta nuevas entrevistas con los dos integrantes vivos y también con fanáticos de alto perfil que tuvieron la oportunidad de presenciar y sumar sus gritos a la histeria colectiva que generaron los Fab Four.Howard y su productor británico Nigel Sinclair emprendieron una exhaustiva búsqueda de material, e incluso les pidieron a fanáticos aportar sus archivos fílmicos, sus videos y registros de prensa. Dieron con una mina de oro al encontrar material en vivo que ni los asistentes a los conciertos pudieron gozar claramente.A cargo del audio del concierto y de la película estuvo Giles Martin, hijo de George, quien le contó al diario LA Times: “Teníamos las grabaciones originales, muy malas, y unas versiones reparadas también terribles”. Martin y su equipo repararon el material y le insuflaron magia, pues ahora, como nunca antes, se puede ver el audio y el video de ese concierto del Shea Stadium con su sonido original, no con remaches o grabaciones, como salió en 1967 por televisión.Para Peter Bradshaw, crítico de cine, la virtud de la película de Howard radica en mezclar lo conocido con lo inédito, y saber cómo y cuándo sorprender: “Ofrece muchos momentos de placer. Por ejemplo, en su concierto en el Candlestick Park en San Francisco, los rostros de querubines de los músicos son irresistibles: parecen criaturas intergalácticas que encontraron un hogar en nuestro planeta”. A esto se suman pequeños detalles. Se puede ver a Sigourney Weaver viéndolos en 1964, a sus 14 años, y luego compartiendo sus memorias del momento, así como a Whoopi Goldberg relatando cómo su madre la llevó con pequeños engaños hasta el Shea Stadium, en un día que ahora considera imborrable.El público parece opinar igual. En Estados Unidos la cinta se estrenó en 85 teatros con la intención de salir una única noche, pero la demanda suscitó que la mayoría de las salas extendieran la proyección por dos semanas más. Richard Abramowitz, el distribuidor, aseguró al diario LA Times que la audiencia reúne a varias generaciones: “Escuché a una niña, de unos 14 años, salir del teatro con su padre y decirle ‘La música fue increíble. Paul es mi favorito, ¡pero Ringo es dulce!’. Es increíble como hay cosas que nunca cambian”.