En esta semana, Bill Gates reflexionó ante varios medios sobre el año duro que ha tenido que transitar por cuenta de su divorcio de Melinda French Gates, su esposa durante 27 años y madre de sus tres hijos: Jennifer, de 26; Rory, de 22, y Phoebe, de 19.
Hace un mes fue ella quien rompió el silencio tras la ruptura en una entrevista con la cadena de televisión CBS, donde habló por primera vez de esta difícil experiencia. Lo que se puede establecer de los dos reportes es que cada cual sufre de manera distinta. Ella está decepcionada de su marido, mientras él luce arrepentido. Pero ambos están tristes. “Yo también estoy de duelo de la misma manera que ella”, dijo Gates esta semana.
Para colmo de males, en medio de su separación, su hija menor partió para la universidad, lo que dejó a Bill en una casa (la de Seattle que ostenta más de 6.000 metros cuadrados,) “demasiado grande” para su gusto.
Como muchos recordarán, Melinda habría tomado la decisión de acabar la relación marital ante las evidencias de infidelidad de su esposo, algo que él mismo hoy admite. “Tengo gran responsabilidad de haber causado mucho dolor en mi familia”, dijo en esa entrevista.
Cuando le preguntaron directamente si había sido infiel, Gates, de 66 años, respondió: “Sin duda cometí errores y asumo la responsabilidad”. Las infidelidades saltaron a la luz en 2021, cuando el propio Gates aceptó que tuvo un romance con una empleada de Microsoft durante 20 años y que terminó de forma amistosa. Ante los cuernos, French Gates dijo que ella “creía en el perdón” y que estaba trabajando en eso.
Las cargas emocionales que permanecen tras un divorcio son diferentes para ambos cónyuges. Y así como en este caso todo parece indicar que Bill siente culpa y remordimiento por su comportamiento infiel, en el caso de Melinda su duelo ante la separación está asociado con la frustración y la decepción.
En la entrevista que dio a la cadena CBS dijo que había entregado “cada parte de mí misma” al matrimonio con el cofundador de Microsoft. “Simplemente llegó un momento en el que había sido suficiente… me di cuenta de que simplemente no era saludable”, dijo, y agregó que “no podía confiar en lo que teníamos”.
Aunque en esa declaración señala que no fue solo la infidelidad, sino muchos factores los que llevaron al divorcio, sus palabras dejan entrever cierta amargura. “Me comprometí con este matrimonio desde el día que nos comprometimos y hasta el día en que salí de él. No hice nada malo, así que mantengo la cabeza en alto”, dijo.
El divorcio, según los expertos, es uno de los traumas más duros por los que atraviesa el ser humano. Sin embargo, los caminos que cada cual tome después de disolver el matrimonio son insospechados. Algunas parejas no pueden volver a hablar con sus excónyuges sino lo estrictamente necesario. En otros casos logran dejar todo atrás y pasar la página, algo que les permite establecer una amistad incluso con sus nuevas parejas. Pero la situación de Bill y Melinda clasifica más en la primera categoría que en la segunda, y es claro que es ella quien no está aún lista para una relación de amistad con su esposo.
Así lo dijo Melinda en la entrevista a CBS cuando reveló que ella y el cofundador de Microsoft son “amigos en este momento”, pero no que está lista para etiquetar su relación con él como “amistad”. “Amigos es una palabra diferente para mí... eso podría suceder con el tiempo, pero para mí todavía hay una curación que debe ocurrir”, dijo. Él, sin embargo, se encuentra en un momento diferente.
En la entrevista con el diario The Sunday Times, dijo que, aunque Melinda había optado por no usar esa palabra, él sí lo haría. “Somos amigos. Tenemos una relación superimportante, compleja y cercana en la que hemos elegido trabajar juntos. Y estoy muy feliz de eso”, agregó.
Por lo visto, a ella le tomará mucho más tiempo aceptar lo ocurrido. Hay que tener en cuenta que la fama de mujeriego de Gates no se limita a la relación que tuvo con la empleada de Microsoft. De hecho, su nombre fue asociado a frecuentes reuniones con el financiero y delincuente sexual Jeffrey Epstein, hecho que también tuvo un papel en el divorcio. Ella declaró que “no me gustó que tuviera reuniones con Jeffrey Epstein… Se lo dejé claro”. Agregó que conoció a Epstein una vez, porque “quería ver quién era este hombre y me arrepentí desde el momento en que entré por la puerta”. “Era abominable, el mal personificado. Después tuve pesadillas al respecto”, dijo Melinda French Gates.
Ambos coinciden, eso sí, en la tristeza que implica un divorcio. “El divorcio es definitivamente una cosa muy triste”, dijo Bill Gates esta semana al programa Today. Por su parte, Melinda dijo que era trágico y triste separarse, pero que ya estaba saliendo adelante. Melinda French Gates reveló que lloró numerosas veces durante todo el proceso, a veces mientras yacía en el suelo se preguntaba: “¿Cómo puedo levantarme? ¿Cómo me voy a mover?”. Este duelo es apenas natural y las razones las entiende bien el magnate.
“Crecimos juntos. Cuando me casé, sí, Microsoft era un gran problema. Pero yo era un joven de 38 años y ella una mujer madura de 28 años, y durante los siguientes años, en términos de lo que aprendimos juntos, lo que salió bien, lo que no salió bien... eso es más de la mitad de mi vida adulta”, dijo Gates al diario The Times. “Hicimos mucho juntos. Esto fue algo muy duro… Tuvimos muchas cosas increíbles en nuestro matrimonio: los niños, la fundación, el disfrute que tuvimos. Así que es un ajuste muy difícil. Es un cambio completo. Éramos socios, crecimos juntos, y ahora eso es diferente. No estamos casados”, agregó.
Los divorcios entre personajes de grandes fortunas siempre son contenciosos. Melinda y Bill fueron novios durante 7 años y se casaron en Lanai, Hawái, en enero de 1994 sin un acuerdo prenupcial. Durante los 27 años de matrimonio Gates se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo y eso podría haber generado todo tipo de peleas en la división de la sociedad conyugal. Pero ese no fue el caso de los Gates, quienes pasaron un gran tiempo decidiendo cómo dividir su fortuna.
Ante todo, querían un acuerdo justo y por eso, independientemente del resultado, las ganancias monetarias no eran lo que realmente le importaba a la pareja, sino que el enfoque estuviera en sus esfuerzos filantrópicos. Según el índice de multimillonarios de Bloomberg, tras el divorcio Bill Gates tiene un valor de $125 mil millones, mientras que la fortuna de Melinda French tiene un valor de $11,1 mil millones.
Gates afirmó que finalmente cada uno recibió lo que quería: “Somos personas muy afortunadas. Me da pena por cuando las personas tienen recursos superlimitados, pero esa no es nuestra situación. Vamos a poder ser razonablemente generosos con los niños, aunque la gran mayoría del dinero se destinará a la filantropía”. No obstante, Melinda anunció recientemente que ya no canalizaría la mayor parte de su riqueza a través de la Fundación Gates, una de las organizaciones filantrópicas más grandes del mundo. “Creo que la filantropía es más efectiva cuando prioriza la flexibilidad sobre la ideología, y por eso en mi trabajo en la fundación y Pivotal Ventures, que ella fundó en 2015, continuaré buscando nuevos socios, ideas y perspectivas”, escribió.
Sobre el futuro ella es optimista. Dijo que está abierta a volver a enamorarse y tener una relación de nuevo. “Espero que eso suceda. Estoy sumergiendo un poco el dedo del pie en esa agua”, dijo. En él, sin embargo, hay un dejo de nostalgia que aún no le permitiría pensar en su vida con otra mujer, y aunque señaló que recomienda el matrimonio, dice que no está pensando en ello. “Desde mi punto de vista fue un gran matrimonio. Yo no cambiaría nada, ¿sabes?, no elegiría casarme con otra persona... Sí. Estoy hablando de que me volvería a casar con Melinda. Bill planea organizar más cenas con expertos de los que quiere saber, y encontrar tiempo para escribir libros como lo hizo con el más reciente Cómo prevenir la próxima pandemia, que vio la luz el martes 3 de mayo.
Aunque señala que “adaptarse al cambio nunca es fácil, no importa cuál sea, Gates hizo una demostración de pragmatismo al conformarse con su suerte. “Cuando los niños se van de la casa los matrimonios sufren por una transición. La mía lamentablemente pasó por una transición llamada divorcio”.