Series de televisión como el Superagente 86 (1965-1970) y películas como The Men Who Stare at Goats (2009) no exageraban. En su afán por sacarle ventaja a la Unión Soviética, los servicios de inteligencia estadounidenses no dejaron tema sin examinar ni teoría sin explorar: buscaron recetas para tinta invisible, registraron movimientos de vida extraterrestre y ovnis y llevaron a cabo análisis de las capacidades de un ‘mago’ autoproclamado con poderes mentales. Todo mientras analizaban información dura sobre criminales de guerra nazis, examinaban maneras para matar a Fidel Castro (con planes cómicos como tabacos explosivos y amantes asesinas) y evaluaban información de vigilancia en plena Guerra Fría.La semana pasada, la CIA desclasificó una avalancha de información gracias a la acción de varios grupos activistas que por años la presionaron apoyados en la Ley de Libertad de Información. La persistencia funcionó y lograron su cometido: poner al alcance de la mano de quien quiera analizarlos, vía internet, 930.000 documentos que suman 12 millones de páginas. La mayoría ya estaban disponibles, algunos desde 2000, pero solo en cuatro computadores en College Park, Maryland, donde prácticamente permanecían sepultados.Así quedaron al descubierto varias curiosidades que dan una idea de cómo procedía la CIA y de su manera de ver el mundo. Por ejemplo, se destaca el programa StarGate, registrado en 32 páginas con los respectivos dibujos de soporte del experimento, que solo llegó a su fin en 1998. Este pretendía evaluar la efectividad de los poderes psíquicos y de la percepción ultrasensorial de los seres humanos. Si funcionaba, consideraban aplicarlo cerca de fortines soviéticos, para borrar información de disquetes y computadoras e infligir daño en instalaciones y personas.Para estas pruebas la CIA convocó a Uri Geller, un psíquico de televisión famoso mundialmente en los años setenta. En esa época Geller, israelí de nacimiento, salía con frecuencia en programas de televisión en Estados Unidos y en Reino Unido (incluso vino a Colombia), y si bien los escépticos lo criticaban ferozmente, dejaba sin aire a las audiencias cuando doblaba cucharas sin más herramientas que su mente. Es inevitable comparar la experiencia de Geller con la del personaje ‘Once’, de la exitosa serie Stranger Things de Netflix, una niña cuyos poderes mentales una agencia gubernamental medía y quería explotar.A instancias de representantes y científicos de la agencia, del 4 al 11 de agosto de 1973, Geller se internó en el Stanford Research Institute para someterse a las pruebas que le tenían preparadas. Los experimentos no le dejaron duda a la CIA de “su convincente e inequívoca habilidad perceptiva paranormal”. ¿Cómo lo comprobaron? Lo sentaron en un cuarto aislado, a media milla de otro cuarto en el que varios agentes de la CIA sacaban palabras de un diccionario y uno de ellos hacía un dibujo acorde a la palabra. Cuando el dibujo, casi garabato, estaba listo, le avisaban a Geller, que entonces ponía sus capacidades a prueba.Primero escribieron la palabra firecracker (petardo). El agente lo dibujó y lo pegó en la pared. Geller de inmediato respondió: “Veo un cilindro, y ruido que le sale”. Dibujó su propia versión y dejó boquiabiertos a quienes supervisaban pues resultó bastante parecido al del agente. Procedieron entonces a confirmar con una segunda. El diccionario arrojó “racimo” y el agente dibujó 24 uvas. Geller aseguró que veía “gotas de agua”, luego corrigió y describió “círculos púrpura”. En el papel dibujó 24 uvas, tal y como lo había hecho el agente. Si bien Geller se sometió a unos cuántos días más de pruebas similares, no siempre acertó. Cuando no encontraba una imagen clara se abstenía de participar.Según Geller confesó en entrevista con el diario The Daily Telegraph, “otra agencia internacional me pidió matar a un cerdo con mi mente. Probablemente querían ver si era posible hacer lo mismo con Yuri Andropov, quien dirigía la KGB”. En efecto, Geller asegura que en The Men Who Stare at Goats, cuando George Clooney miraba fijamente a una cabra para matarla con su cerebro, “básicamente me interpretó a mí”. A pesar de que los resultados nunca fueron suficientemente confiables, los responsables de la CIA persistieron en el programa hasta 1998. Aún no está claro qué tanto funcionó.