Desde que se conociera de la ruptura entre Isabel Preysler y el escritor Mario Vargas Llosa, el pasado 28 de diciembre, tras ocho años de noviazgo, han salido poco a poco a la luz nuevos detalles sobre la relación entre la socialité filipina y el Nobel de Literatura peruano. Ambos se han dedicado a sacarse los trapitos al sol.

Este domingo, la periodista Pilar Vidal en ABC de España aseguró que Preysler y Vargas Llosa estuvieron a punto de romper dos años atrás, en medio de supuestos planes de boda del autor con la filipina: “Estamos muy bien como estamos, para qué vamos a estropearlo”, decía ella siempre que la prensa le preguntaba por su compromiso con el escritor.

Vidal —también periodista del programa de televisión de farándula Sálvame— asegura que el motivo real por el que la pareja quería poner fin a la relación era la monotonía, como canta Shakira, pero que Preysler se resistía a dejarlo “por su avanzada edad” y porque temía que el círculo familiar del escritor de 86 años no lo cuidara suficientemente bien.

Varios medios en España aseguran que el premio Nobel estaba con la socialité justamente por su fortuna (Photo By Jose Oliva/Europa Press via Getty Images) | Foto: Europa Press 2022

También ha salido a la luz que el escritor solo vio en Preysler un “seguro económico”.

Famoso por su tacañería, desde hace varios años el peruano vivía junto a ella en un chalet de lujo en la urbanización madrileña Puerta de Hierro, sin pagar un solo peso. La prensa española asegura que además era Preysler quien costeaba los viajes, cenas y otras actividades que compartían como pareja. Una situación que también habría desenamorando poco a poco a la socialité.

De ahí que mucho antes de su ruptura, los rumores apuntaban a que el premio Nobel estaba con la socialité justamente por su fortuna, producto de dos divorcios con sus exmaridos millonarios: Miguel Boyer Salvador y Carlos Falcó.

Un gesto que ha sido catalogado como de mal gusto, toda vez que el escritor recibe por su trabajo intelectual grandes sumas. El peruano, cuya fortuna se estima en más de 10 millones de euros, recibe cerca de 200.000 euros al año por su trabajo en el periódico en donde escribe y percibe más recursos por cuenta de las conferencias y charlas de literatura que realiza por todo el mundo.

Isabel Preysler vive en un lujo chalet en el sector de Puerta de Hierro en Madrid. | Foto: Instagram @tamara_falco

Además, tiene un contrato con la editorial que lo publica, Alfaguara, que le asegura por adelantado un millón y medio de euros antes de la salida de sus libros, sean éxitos o no, debido a su categoría de premio Nobel.

Y aquí entra a jugar otro detalle bastante revelador: Durante los ocho años que Vargas Llosa estuvo en pareja con Preysler, publicó dos libros —Cinco esquinas y Tiempos recios—, que no alcanzaron éxito en ventas. De acuerdo con la revista ¡Hola!, Vargas Llosa entonces se valía de Preysler para atraer más prensa y repercusión en sus lanzamientos literarios, dada la atracción que la filipina genera en la prensa.

“Nunca más pude volver a ser feliz”

Y si Shakira le tira dardos a su ex Gerard Piqué a través de canciones, Vargas Llosa se los lanza a Preysler a través de lo que mejor le sale: la literatura.

Un cuento publicado en la revista literaria Letras Libres, cuando ambos convivían en la gran casa de la filipina en Puerta de Hierro, narraría ya la íntima decepción de Mario Vargas Llosa con Isabel Preysler.

El cuento se llama Los vientos y vio la luz en 2021. Y en esta historia no es difícil encontrar pistas de la relación del escritor con la Preysler. De hecho, es protagonizado por un señor mayor amargado por el presente y por haber dejado a un amor de juventud, Carmencita (quien sería Patricia Llosa, que se casó con el escritor con apenas 18 años), por un arrebato sexual “violento y pasajero” del que ha olvidado hasta el nombre (¿Isabel Preysler?).

Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa: El Nobel de Literatura admitió, en 2016, después de varias semanas de rumores, que se había separado de su segunda esposa, Patricia Llosa, con quien estaba casado desde 1965.

“De Carmencita, mi mujer por muchos años, me acuerdo muy bien (...). Todas las noches, parece mentira, desde que cometí la locura de abandonarla pienso en ella y me asaltan los remordimientos. Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valía la pena. Ella nunca me perdonó, por supuesto, jamás pude amistarme con ella, y, para colmo, Carmencita se casó con Roberto Sanabria, mi mejor amigo hasta entonces”.

En otro apartado del texto, asegura que dejó a su mujer por otra “que no valía la pena”. Y además relató que todas las noches piensa en ella y le pide perdón en silencio. El relato de Mario Vargas Llosa sigue y declara que eso fue tan solo un “enamoramiento violento y pasajero”, que con esa relación “nunca más pude volver a ser feliz” y que “nunca estuve enamorado”.

Lo más curioso del asunto es que el cuento, según el autor, habría quedado incompleto por lo que tuvo que publicar un final inesperado, que vio la luz hace unos días en el suplemento literario Abril y en los diarios del Grupo Prensa Ibérica.

Isabel Preysler, Mario Vargas Llosa y Támara Falcó, una de las hijas de la filipina. | Foto: Instagram @tamara_falco

En él se aprecian algunas reflexiones del protagonista que, de nuevo, se han interpretado como humillaciones hacia la familia Preysler. En concreto hacia Isabel y su hija, Tamara Falcó, a las que retrata como frívolas y obsesionadas por la estética. “Nuestro cuerpo es sagrado y hay que cuidarlo. Pero para ellas, en verdad, lo sagrado son las perfumerías y las farmacias. Me preguntaron si no me había echado algo para el sol y como les dije que no, que nunca usaba cremas protectoras, y se escandalizaron. Me confesaron que todo el dinerito que ganan con trabajos eventuales y las pensiones que recibían por el mero hecho de existir, los invertían en comprarse pastillas, lociones, tónicos, todo aquello que impide el deterioro de la piel, los ojos, los dientes”, relata Llosa en esta versión completa del cuento.

Y se atreve a decir más: que lo suyo fue “un enamoramiento de la pichula” (una manera de decir pene para los españoles), aunque después ni siquiera disfrutaba del sexo.