Muchos recuerdan los años noventa como una de las etapas más convulsas del país, marcada especialmente por la guerra que libraban los carteles de la droga. Solo dos cosas les servían a los colombianos de refugio en medio de tanta violencia: el fútbol, con una selección que al mando del Pibe consiguió llegar a tres mundiales, tras una sequía de más de tres décadas, y las reinas de belleza. De 1992 a 1994, el país vio brillar a tres colombianas en la final de Miss Universo: Paola Turbay, Paula Andrea Betancur y Carolina Gómez.
Esa nostalgia, precisamente, es la que revive la nueva novela del canal Caracol, Klass 95, en la que Nicole Santamaría, en el papel de Shaio Domínguez, interpreta a la mujer que descubrió a Turbay y que en la vida real se llama María Andrea Lara. Esta visionaria de la belleza, además, fundó la primera gran agencia de modelos del país: Klass Models.
SEMANA conversó con la actriz de corazón colombiano, nacida en Estados Unidos. Un rostro conocido ya por sus protagónicos en producciones como La promesa, Emma Reyes, Alias JJ y El cartel de los sapos, los orígenes.
SEMANA: ¿Tuvo algún contacto con la Shaio original, la mujer que descubrió a Paola Turbay?
Nicole Santamaría: Sí, fue lo primero que hice, hablar con María Andrea, su hermana y su prima, que fueron las que fundaron esa agencia, para entender de dónde había nacido ese sueño, qué tropiezos tuvieron en una época tan difícil para el país, y sin tener idea, ninguna de las tres, de cómo manejar una empresa, pese a que eran de una familia adinerada en Bogotá. Y, claro, cómo fue que en ese camino descubrieron a Paola Turbay. En esa parte, los libretos fueron muy fieles a la realidad, no solo de la historia de la agencia, sino de lo que pasaba en el país en los años noventa. Ellas me decían que era como tener una casa de muñecas, con mujeres muy muy bellas, que buscaban conquistar las pasarelas y la publicidad. Nadie, hasta antes de ellas, lo había intentado en Colombia.
SEMANA: Lo difícil es que la agencia nació en una época marcada por el narcotráfico, cuando los mafiosos también buscaban mujeres bellas.
N.S.: En esa época tenía unos 6 o 7 años y recuerdo que la preocupación de los papás era que uno llegara bien del colegio, sano y salvo. Todo el tiempo escuchabas noticias durísimas, atentados, todo lo que hacía Pablo Escobar. Era una locura. Pero también era la época en la que uno se sentaba, papel y lápiz en mano, para ver en familia los reinados. Una tradición muy colombiana. Recuerdo la alegría que nos produjo lo que pasó con Paola Turbay en Miss Universo. Así no hubiera ganado, que como país nos pasara eso, en medio de tanto dolor, era una alegría enorme. La belleza le dio un respiro a Colombia en medio de tanta oscuridad. Y, no nos digamos mentiras, estos personajes (los narcotraficantes) entendieron que una mujer bella les abría las puertas en ciertos entornos y lugares. Les daba estatus.
SEMANA: El gran fondo de esta novela es la belleza. ¿Qué presiones ha tenido usted en ese sentido?
N.S.: Lastimosamente, en este medio siempre está presente la presión de verse bella. Pero entendí que así esté pasada de peso o más flaca lo que importa es que me sienta bien conmigo misma. La belleza es un estuche prestado que algún día se va. Ya no me interesa verme bien para los demás, porque las críticas siempre van a existir, porque, además, las redes te venden esa idea de que eres bella si posas en Instagram con un vestido de baño diminuto y con el cuerpo de una determinada manera. Por fortuna, ha habido cambios: la publicidad ahora incluye a mujeres más reales, que se salen de los 1,80 metros y los 90-60-90, y son de tallas reales.
SEMANA: Usted nació en Estados Unidos y una parte de su trayectoria la ha desarrollado en ese país. ¿Cómo ha sido la experiencia de internacionalizar su carrera?
N.S.: Dura, muy dura. Y con una carrera aún en construcción, porque mi sueño es que me llegue un personaje para interpretar totalmente en inglés. Siendo norteamericana, quiero sacarle provecho a eso. Allá en realidad no les importa quién eres, ni si en tu país eres famoso. Me fui en el año 2017 para Los Ángeles, después de hacer Alias JJ, una serie a la que le fue muy bien y me trajo mucho reconocimiento. Estaba en un punto bonito de mi carrera. Pero, llegué a Estados Unidos y fue empezar a tocar puertas, contactos, oportunidades, lo que ya había hecho en Colombia. Estuve dos años y medio enfocada en estudiar, en buscar papeles. Y con un costo personal grande, porque tienes que sacrificar todo, la distancia de la familia y los amigos, para entender la industria americana y aprender a moverme en ella.
SEMANA: ¿Cómo es eso de que fue niñera?
N.S.: Y muchas otras cosas, porque allá vives preocupado también por pagar la renta. Entonces, hice de todo, trabajé de niñera, también en una empresa de galletas, en el área de ventas online, como asistente personal, en un hotel como hostess. Y volvería a hacerlo si fuera necesario, si eso me ayuda a cumplir todos esos sueños que tengo. No me avergüenzo. Todos los que queremos abrirnos paso en este oficio en esa ciudad pasamos por lo mismo. Vine a tener un respiro económico, después de muchos meses duros y muchas audiciones que no llegaban a nada, con un comercial de una marca de carros. La competencia es dura, pero toca seguir haciendo la fila.
SEMANA: ¿En medio de una carrera tan compleja la ha tentado la maternidad?
N.S.: Es un tema que me ha rondado mucho en el último año, porque varias amigas están en ese proceso. No te miento, los años van pasando, ya tengo 37 y uno dice: “¿Será que esto es algo que yo sí quiero?”. No fui la mujer que desde pequeña anheló casarse y tener hijos. Pero, a principios de año, decidí congelar mis óvulos. Lo hablé con muchos médicos y me explicaban que los óvulos se van deteriorando, y una mujer que es mamá después de los 35 no va a tener el mismo huevito que a los 40. A veces me animo, pienso que sería divino. Pero otras veces digo: “Prefiero ser la mejor tía del mundo”. A veces me da susto pensar en la idea de traer hijos a un mundo como este.