El caso de la familia Ligonnès comenzó cuando los vecinos de Nantes, la ciudad en el oeste de Francia, se dieron cuenta de que algo raro ocurría con ellos, en abril de 2011. Las ventanas de su chalet, siempre abiertas, llevaban días cerradas; los niños de la zona habían dejado de ver a los cuatro hijos de la familia (Arthur de 20, Thomas de 18, Anne de 16 y Benoît de 13); ya nadie escuchaba a los dos perros labradores de la casa y Agnes, la mamá de la familia, no había vuelto al trabajo. Literal: habían desaparecido de la noche a la mañana. De Xavier Dupont, el papá, tampoco nadie sabía nada.

La Policía, alertada por la comunidad, entró a varias veces a la casa, pero no encontró nada: la nevera estaba vacía, las camas no tenían sábanas, los portarretratos estaban sin fotos, los roperos desocupados y el único signo de vida era un juego de ajedrez en la mesa de la sala y unas guitarras sobre el sofá. Por esa misma época, además, los familiares lejanos y los amigos de la familia recibieron una extraña carta en la que les decían que Xavier había sido nombrado agente de la DEA, por lo que todos habían tenido que viajar abruptamente y de incógnito, y que por eso no podían contestar llamadas ni mensajes. Las sospechas de que algo malo había pasado aumentaron.

Todo cambió durante la quinta visita de la Policía a la casa, cuando un oficial vio que alguien había removido tierra cerca de una terraza baja ubicada en el jardín trasero. Se pusieron a investigar, encontraron una tapa de cemento cubierta por la tierra y al abrirla descubrieron algo macabro: los cuerpos sin vida de la mujer, sus cuatro hijos y los dos perros en bolsas y con símbolos religiosos pintados alrededor. Incluso había una pequeña estatua de la virgen María. Del papá, Xavier, no había ni rastro.

De inmediato, él se convirtió en el principal sospechoso del crimen y las autoridades comenzaron a buscarlo por cielo y tierra, sin éxito. Hoy continúa desaparecido. La historia volvió al primer plano por el lanzamiento de una nueva temporada de la serie Misterios sin resolver, de Netflix, que dedica uno de sus capítulos al caso de los Ligonnès. El crimen genera muchas preguntas porque los vecinos y familiares los describen como una familia casi perfecta y dicen que Xavier solía ser un esposo amoroso y un padre muy afectuoso con sus hijos. Al parecer, y según han investigado las autoridades, el crimen ocurrió por problemas económicos. Xavier, descendiente de una familia de nobles que se remontan al palacio de Versalles, heredó el título de conde de su familia, pero no la fortuna,  que había sido dilapidada en las anteriores generaciones. Su mamá, además, era una extremista religiosa que decía que recibía mensajes divinos sobre la cercanía del apocalipsis. 

Había intentado diferentes negocios, como uno de importación de automóviles desde Estados Unidos a Francia o un sitio de internet para buscar los mejores hoteles en Francia, pero nada le había salido bien. Las deudas lo ahogaban y al parecer habían afectado tanto su matrimonio, que la pareja vivió separada varios meses y él la engañó con una novia de su infancia. Algunos psicólogos que han estudiado el caso incluso dicen que, al final de sus vidas, él ejercía una increíble fuerza de manipulación sobre ella. Al parecer la presión económica fue demasiada y decidió asesinar a toda su familia y huir. El 3 de abril de 2011, los vecinos los vieron por última vez: Xavier, Agnes y tres de sus hijos salieron al cine y luego fueron a comer a un restaurante. Esa misma noche, según han calculado las autoridades, Xavier les dio a todos una bebida que tenía una sustancia para adormecerlos y luego, usando un rifle con silenciador, les disparó mientras dormían. Arthur, el hijo mayor, estaba lejos, pues estudiaba en la universidad de Angers, pero Xavier lo convoca a la casa y dos días después lo mata de la misma forma que a sus hermanos y a su mamá. Para evitar las sospechas, el hombre envió mensajes a los amigos de sus hijos y de su esposa desde sus propios celulares e incluso llamó a excusarse al trabajo de ella, y explicó que no podía ir porque estaba enferma. 

Luego se dio a la fuga. No fue recatado, pero como por esos días las autoridades aún no lo estaban buscando, nadie le prestó atención. Durmió en hoteles cerca de su casa, usó cajeros automáticos, siguió utilizando su celular e incluso volvió a la casa y pegó un mensaje en la puerta: “no dejar más correspondencia”. Incluso, salió con su propio carro a un viaje por el sur de Francia.  Cuando la policía emitió una orden de arresto en su contra, ya era demasiado tarde. El último rastro con su celular data del 15 de abril de 2011, unos días antes de que la policía descubriera los cadáveres de su familia, y lo ubica en Roquebrune-sur-Argen, un pueblo del sur de Francia. Una cámara de seguridad lo grabó estacionando su carro y caminando, con maleta y todo, hacia una zona rocosa y deshabitada. Algunos creen que se suicidó, otros que se perdió en la inmensidad del terreno, pero las autoridades sospechan que escapó por la costa hacia otro país europeo y que de allí pudo haber salido hacia otros países. Su mamá y su hermana, que se encuentran en una especie de encierro religioso, dicen que está vivo y que efectivamente se unió a la DEA. Lo único cierto es que desde hace casi 10 años nadie sabe su paradero y las autoridades lo siguen buscando.

Y ahora que su rostro ha salido en todo el mundo gracias a Netflix, es probable que, si sigue vivo, esté pagando escondedero.