Estados Unidos mantiene con arraigo muchas de sus costumbres. Celebra el Día de Acción de Gracias el último jueves de noviembre, su sistema electoral le rompe la cabeza a los extranjeros y siempre que puede muestra sus aviones de guerra en eventos deportivos. Pero a pesar de la creencia popular, el paso del tiempo ha modificado algunas verdades incontestables en la política del país del norte. Un ejemplo es que el puritanismo fanático, con el que los votantes medían a sus candidatos, se ha ido aplacando al punto en el que hoy no es más que una nota al pie de página.Antes un asunto así las definía. Por eso, Nelson Rockefeller, gobernador del estado de Nueva York en los años sesenta, hubiera deseado haberse postulado hoy. Rockefeller sufrió las inclemencias de un electorado que no le perdonó el pecado de divorciarse de su esposa Mary luego de 31 años de matrimonio. En 1963 se casó con Margaretta Fitler Murphy, apodada Happy, una mujer 18 años menor que él, también casada y con hijos, con la que había sostenido un affaire.Los detalles de ese romance salieron a la luz pública poco después de la boda y causaron controversia en la sociedad de la época. Prescott Bush, entonces senador y hasta ese momento partidario de la candidatura de Rockefeller, expresó la indignación popular: “¿Hemos llegado al punto en el que un gobernador puede dejar a su mujer y a sus niños y convencer a otra de abandonar a sus cuatro hijos y su marido? ¿Hemos llegado al punto en el que uno de los dos grandes partidos entregará su máximo honor a semejante personaje? Me arriesgo a soñar que no será el caso”.Las tajantes declaraciones del padre de George H., y abuelo de George W. y de Jeb Bush, acabaron de destruir la aspiración presidencial deRockefeller. Solo una década después este alcanzó la Vice-presidencia en un volátil contexto político marcado por el escándalo de Watergate que tumbó a Richard Nixon. En ese marco, subió a la Presidencia Gerald Ford, el único hombre que ha llegado a la Casa Blanca y a la Vicepresidencia sin ser elegido. Este, a su vez, se había casado con una bailarina divorciada, pero no sufrió las consecuencias porque no ganó el voto popular.En definitiva, Rockefeller fue quien le dio alas a la creencia de que en Estados Unidos la vida privada de los dirigentes tenía tanto peso como cualquiera de sus propuestas. Fiel a su costumbre libertina, el exvicepresidente murió en enero de 1979 mientras tenía relaciones sexuales extramatrimoniales con una joven.Joseph Pika, profesor de la Universidad de Delaware y estudioso de las dinámicas entre relaciones sentimentales, divorcios y política, aseguró a SEMANA que entre Rockefeller y Trump varios casos ilustraron la evolución de los estadounidenses ante el divorcio de sus candidatos. “Otro gran ejemplo es Ronald Reagan, cuyo divorcio de Jane Wyman mojó prensa ampliamente entre los años cuarenta y cincuenta. Cuando lanzó su candidatura ya llevaba casado décadas con Nancy y eso lo diferencia mucho”. Reagan, de hecho, estuvo del otro lado de la situación pues aseguró tajantemente y en varias ocasiones que fue ella quien lo abandonó después de tener un affaire.Los demócratas siempre tendrán a cuestas el escándalo de Bill Clinton con la becaria de la Casa Blanca MonicaLewinsky. Su esposa Hillary es la más probable candidata demócrata a la Presidencia en 2016, y en su momento tuvo que superar las burlas asociadas a la infidelidad de su marido. Por su parte, y a pesar de ser un adúltero impenitente, Bill Clinton acabó siendo uno de los hombres más populares de los Estados Unidos, un síntoma de que en los años noventa la marea ya respondía a otros criterios.Todo indicaría que a los norteamericanos ya no les impresiona el estatus familiar de los candidatos porque su propia situación ha cambiado. Las estadísticas revelan que la mitad de los matrimonios en Estados Unidos terminan en divorcio y, como aseguró a SEMANA Joseph Pika, “con tantas revelaciones sobre relaciones extramaritales de los presidentes (Eisenhower, Kennedy, Johnson, Clinton), el hecho dejó de escandalizar. El público se acostumbró a saber que hombres admirados eran infieles”.La verdadera prueba de que el puritanismo quedo atrás llegó con Donald Trump. No solo se ha casado tres veces, sino que todas sus mujeres son lo que llaman en Estados Unidos ‘trophy wives’. Esposas trofeos, mujeres espectaculares que sirven más para salir en las páginas sociales de las revistas que para convivir toda una vida con ellas. Primero se casó con la esquiadora checoslovaca Ivana Trump, con quien tuvo tres hijos, pero la dejó por la exreina de belleza Marla Maples. Esta última se inmortalizó cuando en medio del escándalo hizo una declaración para el periódico New York Post sobre las aptitudes sexuales de su entonces novio y futuro marido. Al día siguiente el titular que ocupó la totalidad de la primera página fue: “The Best Sex I’ve Ever Had”, que en español sería ‘El mejor sexo que he tenido en mi vida’. Hace apenas 20 años nadie podría tener una carrera política en Estados Unidos tras ser mencionado en ese sentido en un medio de comunicación. Hoy en día poco critican la desordenada vida sentimental de Trump, y su espectacular tercera esposa, Melania, una modelo eslovena, aparece siempre a su lado como una Barbie silenciosa cuya voz nadie conoce.Como si eso fuera poco, el candidato puntero de los republicanos pronuncia frases inauditas, casi incestuosas como “Si Ivanka no fuera mi hija, saldría con ella”. Negar el atractivo de la muchacha sería necio, pues acaba de brillar en el Fashion Week de Nueva York, pero solo basta imaginarse cómo recibiría Prescott Bush una afirmación de esa talla para saber que definitivamente los tiempos han cambiado.Los descaradosVarios candidatos republicanos han transitado el camino del descaro. John McCain, el héroe que sobrevivió al campo de prisioneros en Vietnam y ganó la candidatura republicana en 2008, peló el cobre cruelmente. Su esposa Carol Shepp había criado a sus tres hijos y mantuvo la fe de que su marido saldría con vida. Pero tras su regreso, ella tuvo un accidente que la desfiguró y la condujo al sobrepeso. No imaginó que McCain la ignoraría y la sacaría de su vida en 1980, en su peor momento. Un mes después del divorcio se casó con Cindy Lou Hensley. En la campaña poco o nada se habló el hecho.Newt Gingrich, postulado a la candidatura en 2012, se casó tres veces, se divorció dos y le fue infiel a todas. Pero impacta, especialmente, que pidió el divorcio a su primera esposa cuando esta se recuperaba de una cirugía contra el cáncer.