"El duelo resulta ser un lugar que ninguno conocemos hasta que llegamos a él. Anticipamos (sabemos) que alguien cercano puede morir, pero no anticipamos más allá de unos días o semanas que le siguen a esa muerte imaginaria". El cándido relato de duelo escrito por Joan Didion en "El año del pensamiento mágico" ofrece una experiencia poderosa de lo que es perder a un ser querido. La gente se refiere a menudo a las cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Las cinco etapas se enseñan en todo el mundo, el artista Damien Hirst creó una serie llamada DABDA (el acrónimo de las etapas en inglés) y aparecen hasta en series de humor televisión como "Los Simpsons" y "La Oficina". Pero, ¿es cierto? No hay un período de tiempo establecido para pasar por estas etapas pero han sido aceptadas como parte del patrón normal del duelo. El concepto se origina en el trabajo hecho en los 60 por John Bowlby (1), el psicólogo que se volvió famoso por su trabajo sobre el apego entre bebés y padres, y Colin Murray-Parkes, quien ha escrito mucho sobre el luto. Juntos identificaron cuatro etapas del duelo basándose en entrevistas con 22 viudas: insensibilidad, búsqueda y anhelo, desorganización y desesperanza y reorganización. Después Elisabeth Kubler-Ross, famosa por cambiar las actitudes respecto al tratamiento de los moribundos, llevó a cabo una serie de entrevistas con enfermos terminales y formuló las cinco etapas que conocemos hoy en día para describir la experiencia de enfrentar la muerte inminente, aunque no las puso a prueba sistemáticamente. Su atractivo fue tal que pronto las mismas cinco etapas estaban siendo usadas para describir otras reacciones emocionales, como la pena. Al notar que se estaba usando sin que hubiera evidencia sistemática de tal patrón, investigadores de la Universidad de Yale (2) pusieron a prueba a las cinco etapas a principios de este milenio. Emociones encontradas Como la lista de las cinco etapas varía un poco dependiendo de la fuente, decidieron examinar incredulidad, anhelo, rabia, depresión y aceptación. Durante tres años recogieron información para el Estudio del Duelo de Yale. En total, 233 personas fueron entrevistadas aproximadamente seis, 11 y 19 meses después de que un ser amado (usualmente el/la esposo/a) había muerto. Aquellos cuyos familiares habían tenido una muerte violenta o estaban sufriendo lo que se conoce como duelo complicado fueron excluidos. El panorama resultante fue más complejo que lo que las cinco etapas dejan ver. Los investigadores encontraron que la aceptación era la emoción más fuerte en general mientras que la incredulidad era muy baja. La siguiente emoción en términos de intensidad era el anhelo, y la depresión era más evidente que la rabia en todas las etapas. Además, las emociones no remplazaban una a la otra en una secuencia ordenada; el punto más alto de cualquiera de esas emociones sí llegaba en la secuencia correcta, pero una persona en la tercera fase, por ejemplo, sentía más aceptación que rabia. Después de seis meses, los investigadores notaron que todas las emociones negativas empezaban a declinar, pero eso no quiere decir que la gente ya había superado las secuelas de la tragedia. Es común extrañar profundamente a los muertos durante muchos años, pero la mayoría de gente lo sobrelleva. Hay que tener en cuenta además que por razones éticas los investigadores sólo empezaban las entrevistas un mes después de la muerte del ser querido, así que no tenían datos de esas primeras semanas, que pueden incluir emociones conflictivas. El tiempo cura Un estudio (3) publicado unos años más tarde incluyó la reacción a las muertes violentas, pero en este caso quienes estaban en duelo eran estudiantes universitarios, así que la mayoría había perdido familiares menos cercanos que la pareja. Nuevamente, las fases no se sucedían con precisión, aunque los investigadores encontraron que la angustia era más alta antes y la aceptación llegaba más tarde. Pero a diferencia del otro estudio, no le hicieron seguimiento a la gente a través del tiempo. Capturaron un momento, así que no podían saber si los individuos estaban pasando por las etapas. Sólo podían afirmar que quienes habían sufrido la pérdida hace seis meses tendían a ser diferentes a los que lo habían experimentado hacía un año. Otro estudio confirmó que la gente mayor no responde de una manera establecida. George Bonanno, de la Universidad de Columbia, le hizo seguimiento a individuos antes de la pérdida, inscribiendo a parejas de edad avanzada en el estudio y luego revisando los obituarios en el diario local. Encontró que un 45% genuinamente no experimentaron angustia severa tras la muerte de su esposo/a, ni tampoco al pasar el tiempo: 10% de los/las viudos/as incluso mostraron señales de mejoría en su estado de salud. El estudio de Bonanno, publicado el año pasado (4), confirma que no existe un patrón establecido. Sin libreto A pesar de lo que la evidencia indique, la idea de las cinco etapas del duelo es atractiva, en el sentido de que le puede dar esperanza a la gente pues no importa cuán mal se estén sintiendo en el momento, eventualmente avanzarán a la siguiente fase hasta que se sentirán mejor. Sin embargo, cuando entrevisté a Ruth David Koningsberg, autora de "La verdad sobre el duelo", quien ha investigado las cinco etapas, me dijo que también podía hacer que quienes están en duelo piensen que deberían estar sintiendo algo específico. "Es reconfortante para quienes están experimentando alguna de esas emociones, pero estigmatiza a quienes no", dijo Koningsberg. "Uno puede sentir que está haciendo el duelo incorrectamente o que hay algo mal con lo que está sintiendo". Como muestran los estudios, no hay una forma "correcta" o "incorrecta" de llorar una pérdida: no todos experimentamos lo mismo, ni debe esperarse que sea así. La pérdida siempre está ahí, pero para la mayoría de la gente, la pena cambia con el tiempo. Eso no significa que todo el mundo tiene que pasar por todas las etapas, ni siquiera que los sentimientos aparecerán en ese orden. Quizás sea reconfortante tener un libreto, que muestre hacia dónde se irá después, pero desafortunadamente las experiencias de la vida real no son siempre tan metódicas como las teorías que las describen. La vida tiende a ser más desordenada.