Va por la mitad de su segundo periodo como rector de la Universidad de Magdalena, pero las transformaciones que ha logrado parecen el resultado de décadas de trabajo. Pablo Vera Salazar ha enfocado su gestión en dos temas que para él son fundamentales: inclusión e innovación.
Las políticas que la institución ha puesto en marcha permitieron abrirles las puertas a la educación superior a comunidades que históricamente habían sido marginadas. “Mi experiencia personal me sensibiliza frente a la falta de oportunidades. Cuando llegué con mi mamá a Santa Marta tuve que trabajar en la playa, vender cerveza, alquilar carpas, luchar desde muy niño. Ella soñaba que yo fuera normalista, que pudiera trabajar en un colegio, ir a la universidad en la noche y de pronto conseguir algo más. Al final la vida me dio la oportunidad de ser rector en la universidad donde también soy docente”.
Talento Magdalena es el programa bandera de la política de inclusión de la universidad. Hoy beneficia a 1.800 jóvenes de 30 municipios del departamento, los dos mejores estudiantes de los colegios públicos de cada municipio. “Durante muchos años estos jóvenes no habían podido acceder a programas como Medicina o ingeniería. La iniciativa tiene cinco años y este año vamos a graduar a los diez primeros beneficiados, que regresarán a ser el orgullo de sus comunidades”, asegura Vera Salazar.
Para el directivo, una madre joven no debería tener que elegir entre ser mamá o ser profesional. Por eso les dan acceso a las madres cabeza de familia. “Ellas no pagan matrícula, reciben apoyo económico y cuentan con el centro de cuidado infantil, en donde pueden dejar a sus hijos. Este espacio está al servicio de las estudiantes, que pueden estar tranquilas porque allí sus pequeños tendrán acompañamiento psicológico, educativo y formativo gracias a que los alumnos de licenciaturas o de Psicología hacen las prácticas en ese centro. También hemos creado un centro de lactancia, con todas las comodidades que requiere una madre”.
Otro de los compromisos que asumió el rector fue la inclusión de las comunidades indígenas. “Existe la asociación de estudiantes indígenas con más de 200 miembros. Además de asegurarles el cupo, apoyarlos con una beca y darles acompañamiento para un modelo educativo intercultural y diverso, creamos una beca de posgrado”. No menos importante es el apoyo que se brinda a los jóvenes en situación de discapacidad. La universidad cuenta con más de 80 estudiantes sordos que reciben clases gracias a intérpretes en lengua de señas y un software especial para ellos; hay señalización y material en braille para los estudiantes invidentes y para las personas con movilidad reducida se creó un sistema de apoyo y accesos especiales.
Vera Salazar advierte que todos estos esfuerzos forman parte de una apuesta de respeto a la diversidad y reconocimiento a la heterogeneidad que caracteriza a los seres humanos.
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