Carlos Enrique Cavelier tiene muy claro el legado por el que trabaja por Colombia. Alquería, la empresa que fundó su padre en 1959, creó los cimientos para, cinco décadas después, constituir la Fundación Alquería Cavelier, el vehículo que le permitiría concretar lo que hoy es una misión de vida: incidir en la mejora de la educación media pública y el acceso de jóvenes vulnerables a la educación superior de calidad. “Arrancó tratando de tener unas becas, algo muy de la filantropía tradicional; pero era una gota en un balde”, recordó. Así que se propuso un plan muy ambicioso.
Hablar de educación lo apasiona. Con orgullo rememora los logros alcanzados con la Fundación, que más allá de las cifras que reportan un impacto positivo en Cundinamarca y sobre todo en Cajicá, están soportadas por historias inspiradoras, como la de Mateo Chilito, a quien conoció en 2015 cuando era personero del Colegio San Gabriel y bregó hasta ser trasladado a otra Institución Educativa, la Departamental Capellanía. “Barrió en el Icfes y gracias a eso hoy cursa dos ingenierías en la Universidad de los Andes: Electrónica y Sistemas”.
Para facilitarle el proceso educativo, lo apoyaron con City U, que se enfoca en ofrecer soluciones de vivienda para estudiantes universitarios. Esto le facilitó inscribirse en la segunda carrera, al no tener que perder tiempo en traslados. Su nivel es tan elevado, que luego de participar en un Congreso de Matemáticas en Bucaramanga, lo invitaron a pasar el verano en el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Logros como los de Mateo son los que impulsan a Cavelier a seguir siendo “coordinador de sueños”. Este enfoque de vida, con la educación como norte, se lo debe a su padre, quien fundó una escuelita en la finca familiar, en Cajicá, para garantizar que los niños de la zona pudieran estudiar. El legado ya tiene herederos: su hija, siguiendo estos pasos, trabaja como profesora en una escuela pública de Bogotá.
Usted ha enfatizado siempre la importancia de la educación, no solo como un proceso académico, sino como el cultivo del deseo de aprender …
CARLOS ENRIQUE CAVELIER: Es clave crear espacios desde temprano para que los niños y adolescentes desarrollen el amor por aprender; y luego, a lo largo de la vida, hay que hacer lo necesario para mantener vivo ese vínculo extraordinario que surge desde que estamos en el vientre de la madre.
¿A qué se debe que en Colombia la educación haya sido culturalmente tan fuerte?
C.E.C.: Comencemos recordando que la Universidad Santo Tomás y la Javeriana son más antiguas que la de Harvard. Es por esto que Bolívar decía que Quito era un convento, Caracas un cuartel y Bogotá una universidad; y a esto responde también que en el libro de Jhon Lynch sobre este prócer, los generales de Santander eran graduados en Filosofía, Letras o Derecho y los de Páez, finqueros. Sin embargo, la historia de la educación básica y media es otra. El escritor Jorge Isaacs fue inspector de escuelas durante la República de los Estados Unidos de Colombia. En un libro, en el cual documentó sus recorridos por las instituciones educativas públicas de lo que ahora conocemos como Cauca y Valle del Cauca, destacó su impresión sobre los avances de la época: pequeños grupos de cinco o diez niños atendidos por maestros financiados por el Estado. Aunque lo consideró una revolución, advertía sobre un problema vigente: le hemos dedicado demasiada energía y recursos a la educación superior, y muy poca a estos niños.
Ha dedicado energía y recursos a la educación básica y media. Sin embargo, como usted mismo reconoce aún hay mucho por hacer…
C.E.C.: Es maravilloso poder entender lo que hay detrás de una estadística o de una certificación. Detrás de un A + en cualquiera de los colegios públicos que hemos impactado hay una serie de procesos y transformaciones increíbles. Detrás de los 188 niños que han logrado estudiar en la Universidad de los Andes, hubo un trabajo consciente de coaching con los rectores; y otro de mejoraría de la calidad de la educación que imparten los profesores de los colegios beneficiados, en alianza con universidades como los Andes y la Javeriana.
Entre los programas destacados de la Fundación se encuentra Talentos Excepcionales, con el cual le ha facilitado a 529 bachilleres su ingreso a la educación superior…
C.E.C.: Este programa facilita el acceso a la educación superior a estudiantes sobresalientes de colegios públicos, apoyándolos para que permanezcan y terminen con éxito sus estudios. Los últimos 38 beneficiarios lograron un promedio de 383 en las Pruebas Saber 11 (sobre el máximo de 500): 114 puntos por encima del nacional (259); mientras que el mejor colegio público, la IED Alexander Von Humboldt de Barranquilla, obtuvo 371 en 2024. Recientemente, en el encuentro anual del programa, un niño se presentó y dijo: “Yo soy de Medina, Cundinamarca”, que queda a 20 kilómetros de Gachalá, aquí atrás de Bogotá. Sin embargo, una gran montaña hace que haya que llegar a Villavicencio para lograr entrar al municipio. El niño contó que todos los días llevaba en su maleta ropa porque tenía que atravesar un río y claramente mojaba lo que llevaba puesto, cuando no contaba con la suerte de que lo pasaran a caballo. Así que se cambiaba antes de llegar a clase. Este niño que sacó 445 puntos en el Icfes, hoy estudia Ingeniería Industrial en la Universidad de los Andes. Como él, tenemos dos talentos excepcionales en Francia, uno en España, dos en Estados Unidos y uno en Alemania.
Lo que es indudable es que este es un proyecto de vida que no tiene fecha de culminación…
C.E.C.: Es un trabajo que no va a parar. Yo aspiro que en 17 años, cuando yo tenga 80, Cundinamarca sea el mejor lugar de América Latina para estudiar; y Colombia el mejor país de la región para estudiar en una escuela pública. Para cumplir con este propósito es clave el programa de Mejoramiento de la Calidad Educativa (PROMCE), implementado desde 2012 en el departamento. De hecho, es el único modelo nacional que articula administraciones municipales y departamentales, con directivos docentes y docentes, estudiantes y familias.