Las condiciones de salud no suelen tener efecto, exclusivamente, sobre quien las posee, también tocan la cotidianidad de sus familiares, seres queridos y expertos. Estudios científicos concluyen que el apoyo de este grupo, personas que aportan parte de su rutina y energía para asistir a alguien más, es fundamental en la evolución y mejoría que presenten. La asistencia puede darse formalmente —por especialistas instruidos para ejercer un cuidado técnico de nivel superior— o informalmente — cuando se brinda por voluntad propia, en la mayoría de los casos por parientes—. ¿Cuál opción es preferible? La respuesta es relativa. “Operativamente, los cuidadores formales pueden ser más eficientes, pero su apoyo emocional es más limitado frente al que ofrecen los informales. Muchas veces los familiares con menos conocimientos profesionales pueden brindar un soporte mayor”, explica Magnolia Ballesteros, Ph. D. en salud pública y docente del Departamento de Psicología de la Universidad Nacional. Más allá del tipo de acompañante, sus funciones son similares: son casi una extensión del sistema de salud, brindan atención, se con- vierten en un primer auxilio, una gran colaboración en el hogar y en estancias hospitalarias en términos de higiene, alimentación y sostén psicológico. También puede incluir actividades que requieren un saber más profundo como cambio de sondas, reemplazo de catéteres y entrenamiento fisioterapéutico. Los efectos positivos de su presencia sobre los pacientes son amplios: mejoran la calidad de vida, reducen los posibles niveles de depresión y ansiedad, e impactan favorablemente su estado médico al disminuir reingresos a la clínica y evitar complicaciones. “Sentirse querido y apoyado por alguien es primordial en la recuperación de las personas, incluso es un factor que puede disminuir la duración del proceso”, asegura Ballesteros. Uno de los lineamientos que facilita realizar la labor y que incide directamente sobre su éxito es comprender con la mayor profundidad posible la valoración médica. Esto deriva en la comprensión de la situación física y mental que se atraviesa, permite entender las necesidades específicas de cada caso, facilita hallar soluciones sencillas y las herramientas disponibles para hacerlo. Además, da luces sobre qué tipo de asistencia se necesita, si los requerimientos exigen que esta sea formal y demanda la presencia de un profesional. “Es fundamental aprender a cuidar a cada persona según el caso particular para evitar cargas excesivas. Por ejemplo, si se trata de alguien que está en cama, saber cómo movilizarlo es clave, mientras que si se tiene dificultad para comunicarse es vital saber cómo interpretarlo”, dice María Elisa Moreno, Ph. D. en enfermería, docente de la Universidad de La Sabana y autora del libro Cómo cuidar un enfermo en casa. El acompañamiento también influye en la percepción que tiene de sí mismo el paciente pues puede preservar su dignidad y fomentar su autonomía en la vida diaria. “Cuando una persona siente que tiene más libertad, que está mejorando y puede valerse por sí misma, eleva su autoestima y está mucho mejor”, agrega Moreno. ¿Cómo hacerlo? Se recomienda, en la medida de lo posible, dejar que la persona haga sola todo lo que esté dentro de sus capacidades físicas y emocionales. Por supuesto sin dejar de apoyarla y estar dispuesto a atenderla.