Siempre me ha costado definir el ecommerce con todas las variaciones que ha tenido desde la primera definición que tuvo en 1984 por parte de Robert Jacobson, quien partió de varias premisas: es un espacio de compras, de bienes y servicios, mayormente no presencial y con transferencia electrónica de fondos. Sobre todo, por la parte final, porque me hace dudar si al pagar en efectivo un pedido en línea, era o no ecommerce.
El boom del comercio electrónico comenzó con Amazon, pasando por Alibaba y llegando a nuestra región con Mercado Libre El primero arrancó vendiendo libros, el segundo todo tipo de artículos emulando al primero y el último, como un espacio de subastas, dándole ese sabor latino de regateo, ñapa y rebaja.
Teniendo en cuenta lo anterior, hace años en RADDAR definimos que el ecommerce a la colombiana eran esas plataformas a través de las cuales se compra y paga en línea o en efectivo, pero de forma no presencial, lo que lo diferencia de los domicilios tradicionales. Tiempo después, con la llegada de Rappi, domicilios.com y hasta Uber, quedamos un poco limitados con la definición y la extendimos. En 2021 y 2022 los monederos electrónicos como Nequi y Daviplata, unidos con Whatsapp, Instagram y la llamada telefónica, ampliaron aún más el espectro.
El ecommerce a la colombiana se resume en poder hacer compras de manera digital no presencial, pagando con transferencias electrónicas y/o en efectivo contra entrega, lo que nos pone por fuera de las definiciones y comparaciones de las economías desarrolladas, pero nos acerca a nuestra cotidianidad.
Según el DANE, en 2022 el comercio electrónico fue cerca del 2,6 por ciento de todo el comercio minorista en Colombia, reportó un crecimiento del 14 por ciento anual, y representó cerca de 12 billones de pesos (todo esto desde la definición tradicional). En RADDAR hacemos seguimiento a la cantidad de transacciones de los hogares por medio de este canal, y según nuestras observaciones, el año pasado llegó a ser el 0,49 por ciento de todas las transacciones que hacen las personas.
¿Por qué tan poco? Porque cada vez los hogares hacen más transacciones y misiones de compra, debido a la reducción de la capacidad de compra, que aumenta la frecuencia de visita a los establecimientos de comercio, buscando poder pagar más, con base a presupuestos que a precio. Es decir, que el tendero pueda vender 10.000 de pan y no al precio de la bolsa que ofrecen las marcas.
Este freno en la capacidad de compra de los hogares, su aumento de visitas al canal tradicional y la devaluación, causaron que ese 0,49 por ciento de participación en las transacciones en 2022 estuviera muy por debajo del 1,52 por ciento de 2021. Esto fue lo que posiblemente dio el espacio de la nueva generación del ecommerce a la colombiana, con la combinación de QR y chat, que acercó al tendero y al comprador, con un mecanismo más seguro, reduciendo la limitación del dinero que haya en el bolsillo y aumentando las transacciones.
Si bien el ecommerce crece en valor en 2022, el efecto precio tiene mucho que ver y seguramente muchas plataformas y marketplace están pensado como cambiar para seguir creciendo, mientras “Alvarito”, el tendero de barrio, ya lo hizo.
*Fundador de RADDAR.
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