Cuando Vincent van Gogh vio por primera vez La novia judía (1666), la icónica pintura de Rembrandt que retrata la afección de una pareja, le dijo a un amigo: “Daría diez años de mi vida a cambio de permanecer sentado ante este cuadro durante dos semanas sólo con un mendrugo de pan”. El pálpito de ese comentario puede sintetizar la profundidad técnica y psicológica que alcanzó el artista holandés en sus años finales, los mismos en los que perdió la mansión donde vivía, su legendaria colección de arte y sus seres más queridos. ¿Cómo el mejor pintor de su época acabó solo, embargado y, aun así, produciendo lo mejor de su carrera según muchos críticos? Esta es la pregunta central que aborda Rembrandt, el largometraje dirigido por Kat Mansoor que abre la temporada de arte 2020 de Cineco Alternativo y que tendrá funciones exclusivas el 30 y 31 de enero y febrero 1 y 2. El motor narrativo de este documental es el desarrollo de la exposición Rembrandt: obra tardía, que se inauguró en la National Gallery de Londres y luego fue trasladada al Rijksmuseum de Ámsterdam. Durante una hora y treinta minutos, los espectadores podrán fijarse, entre otras cosas, en la imagen serena y aplomada que exhibe el maestro del barroco en retratos que pintó de sí mismo en 1669, a pesar de que afrontaba el decaimiento anímico y estaba cerca de la muerte. Rembrandt decidió exponer sus entrañas, y el peso del tiempo sobre un cuerpo de sesenta y tres años, pero su actitud es desafiante. Aunque el artista nacido en Leiden (1606), a treinta y seis kilómetros de Ámsterdam, solía utilizar su propio físico para sus óleos, dibujos y grabados, fue en la vejez donde se multiplicaron los autorretratos con nuevas técnicas pictóricas para conseguir un escrutinio más hondo de sí.  También puede percibirse que desde 1650 hasta su muerte, en 1669, Rembrandt se abocó a la exploración de un nuevo estilo, reinterpretando temas clásicos del arte y rasgando las convenciones del canon. Se apartó de la pulcritud y de la exactitud de la pintura holandesa de su tiempo y, armado de pinceladas expresivas, empastes gruesos y desalineados, y colores más intensos, retrató gente corriente: ya no le interesaba plasmar a los ricos comerciantes que lo hicieron célebre. Ya no buscaba halagar a nadie, pero al dedicarse a pintar arrugas, flacidez y decadencia perdió buena parte de sus clientes y en su lugar coleccionó deudas.  Deudas que se volvieron insostenibles por su fiebre de coleccionista –desde armaduras japonesas hasta bustos de emperadores romanos–, al punto que tuvo que mudarse a un piso modesto y permitir que su hijo Tito, el único sobreviviente de los hijos de su matrimonio, lo mantuviera. Tito abrió una pequeña galería y lo contrató como pintor. Fue en ese momento que su obra comenzó a poblarse de ancianos y atmósferas veladas, íntimas. Pero eso no lo sacó del declive. En 1669, a los 63 años, fue enterrado anónimamente en algún lugar de la iglesia de Westerkerk en Ámsterdam. Dicen que ni siquiera tenía dinero para pagar una lápida con su nombre. Más de 300 años después, la muestra del National Gallery de Londres tuvo que extender su duración, para acomodar la demanda de los más de 250.000 asistentes a la exhibición. La temporada de arte 2020 de Cine Colombia continuará con los documentales Leonardo. Su obra (febrero 27, 28 y 29, y marzo 1); Lucian Freud. Autorretratos (marzo 19, 20, 21 y 22); Arte sacro (abril 16, 17, 18 y 19); Impresionistas secretos (mayo 21, 22, 23 y 24) y finalizará con Salvador Dalí. En busca de la inmortalidad (junio 18, 19, 20 y 21).   Por William Martínez