Son los inconformes los que cambian el mundo. Aquellos que no aceptan las cosas como están porque creen que pueden construir nuevas posibilidades, crear oportunidades no solo para ellos sino para los que vienen. Estos atributos, tan fácilmente asignados a los jóvenes y a quienes usualmente lideran las protestas, son, precisamente los que tienen las empresas que, contra viento y marea, están haciendo posibles los sueños de todos los colombianos incluyendo aquellos que, desde diferentes orillas, han tratado sin éxito denigrar de la iniciativa privada. Es por eso por lo que debemos darles las gracias.
Gracias a las empresas por hacer posibles los avances (pocos o muchos) en la implementación del acuerdo de paz. Según el Observatorio de Inversión Privada en la Paz, las grandes empresas canalizan más de medio billón de pesos al año en inversión social y, mediante el mecanismo de obras por impuestos, solamente en 2022 han invertido otro medio billón de pesos en obras que se entregan a tiempo y con menores costos a los municipios más marginados del país. Son las empresas las que están proponiendo los grandes proyectos productivos que podrían cambiar la cara de esas regiones en las que nadie más ha creído. Y hablando de creer, no menos importante son las miles de micro, pequeñas y medianas empresas en los municipios PDET, que desde la firma del acuerdo de paz se han triplicado.
Gracias a las empresas mineras y de petróleo que no solo han permitido pagar la salud y educación de todos los colombianos, sino que han servido como motor de desarrollo rural de Colombia y han contribuido a que nuestro país sea uno de los Estados con la mayor soberanía alimentaria del mundo: el 83 por ciento de la oferta de alimentos del país se produce en nuestro territorio. Eso lo muestra el Monitor de Desarrollo Territorial, el cual indica que mientras en Colombia las áreas sembradas solo han crecido 7,3 por ciento en la última década, en las regiones productoras de petróleo y carbón lo hicieron cerca de cinco veces más.
Es grato saber que hoy, más que nunca, todos los colombianos aprecian lo que las industrias mineras y de hidrocarburos, tan denigradas por algunos sectores, hacen por nuestra nación. Según la Brújula Minera, siete de cada diez colombianos consideran que la minería es positiva para el país y de acuerdo con el Barómetro Petrolero, ocho de cada diez ciudadanos creen que la industria del petróleo y gas es positiva para Colombia.
Gracias a las empresas que están creando nuevas industrias como lo están haciendo los emprendimientos del cannabis: una posibilidad que se ha abierto aun en contra de la falta de conocimiento y prejuicios morales y que sigue buscando caminos para aportar, no solo a la economía, sino a la salud y al desarrollo agrícola e industrial del país.
Según el Observatorio Colombiano de la Industria del Cannabis, a siete de cada diez médicos sus pacientes les han preguntado sobre el uso del cannabis medicinal, y el 74 por ciento de los médicos de Colombia consideran que es una terapia legítima. No en vano, uno de cada cuatro colombianos ha usado algún producto derivado del cannabis y de ellos, el 92 por ciento lo recomendaría. La industria del cannabis medicinal no solo abrirá la posibilidad de tratar el dolor, sino también otras patologías como la artrosis, el glaucoma y la epilepsia. Esta industria también romperá el estigma de quienes la usan con propósito recreativo y pasarán de ser un grupo marginado en la ilegalidad a aportar con impuestos al desarrollo del país. Así mismo, el cáñamo se ofrece como una opción única para la producción industrial y, aun más, para la regeneración de suelos afectados por otras actividades agrícolas.
Gracias a las empresas por ir más allá del mínimo requerido y comprometerse con el desarrollo social. Según el Índice de Inversión Social Privada, solo el año pasado 165 de las 1.000 empresas más grandes de Colombia destinaron más de 5 billones de pesos en inversión social: dos veces más que el presupuesto de los ministerios de Agricultura y Ambiente, y el Fondo de Adaptación juntos. Esto sin mencionar los esfuerzos que hacen las compañías por fortalecer a los millones de pequeños y medianos emprendimientos que hacen parte de su cadena de suministro, y de abrir posibilidades a grupos vulnerables.
En definitiva, nuestras empresas, con su compromiso, inversión social y visión de futuro, son un pilar fundamental en la transformación y el progreso de Colombia. Es momento de reconocer y valorar su labor incansable, su contribución al desarrollo sostenible y su capacidad para generar un impacto positivo en la vida de todos los colombianos. En lugar de denigrar, es hora de agradecer y apoyar a estas empresas que están impulsando el cambio y construyendo un país con un horizonte lleno de oportunidades. Juntos, podemos seguir avanzando hacia un futuro más brillante y equitativo para todos.
*Director de JA&A.
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