La vivienda sostenible se está abriendo paso en el mundo a gran velocidad. En la pequeña ciudad de Norwich, en Reino Unido, hay una calle en la que sus habitantes pagan hasta un 70 por ciento menos de electricidad gracias a que sus casas están orientadas al sur y sus techos están calculados al milímetro para captar la luz solar. En Milán, un proyecto llamado L’innesto tendrá techos cubiertos de vegetación y un sistema para aprovechar la totalidad del agua lluvia, convirtiéndose en el primer proyecto de vivienda VIS de Italia en ser carbono neutral. Y en Copenhague, Dinamarca, viejos contenedores se han convertido en casas flotantes que extraen el calor del mar.
Este tipo de proyectos ya no solo se encuentra en los países más ricos. En 2019, una encuesta realizada por el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina arrojó que el 92 por ciento de los colombianos estaba muy preocupado por el medio ambiente, incluso por encima del desempleo. En un afán por cumplir las metas de sostenibilidad y responder a esta nueva tendencia de consumo, el sector de la construcción ha venido acelerando el desarrollo de proyectos de vivienda con conciencia ambiental.
El creciente número de edificaciones certificadas con Edge –un sello de construcción sostenible– es un indicador de esta transformación. Actualmente, existen 138 proyectos residenciales certificados en el país, según la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol). Más aún, el último informe del Consejo Colombiano de Construcción Sostenible señala que el 5 por ciento del área licenciada para vivienda en la última década está en proceso de obtener este sello. Para ello, los proyectos inmobiliarios deben garantizar como mínimo un 20 por ciento de ahorro en energía y agua, y en la energía necesaria para la producción y transporte de materiales.
A partir de este 2022, además, las familias interesadas en comprar viviendas no VIS con certificación de sostenibilidad podrán aplicar a Ecobertura, un programa de subsidios lanzado por el Ministerio de Vivienda que cuenta con un presupuesto de más de 250.000 millones de pesos. “Se están alineando los astros de manera que, a lo largo de los próximos cuatro años, al menos una de cada dos viviendas nuevas será certificada en construcción sostenible”, afirma el vicepresidente técnico de Camacol, Edwin Chiviri.
El ahorro está en los detalles
Las propiedades residenciales producen entre el 17 y el 21 por ciento de las emisiones de carbono a nivel global, según el Consejo Mundial de Construcciones Verdes. Hoy, la principal forma en la que las constructoras están reduciendo la huella de carbono es haciendo diseños más eficientes. Por ejemplo, la correcta ubicación de las fachadas respecto al sol permite aprovechar al máximo la luz natural y regular de mejor manera la temperatura.
Una de las estrategias más utilizadas a nivel mundial es la implementación de pequeñas cámaras de aire entre las ventanas y ladrillos, que sirve para disminuir el impacto de los cambios del clima en la temperatura interior de un edificio. Todo esto se traduce en una reducción del uso de electricidad y aire acondicionado, un detalle clave teniendo en cuenta que, generalmente, el consumo de energía de los hogares supone entre el 20 y el 30 por ciento de las emisiones de carbono de una ciudad, según un informe de C40 Knowledge Hub.
El manejo del agua también es fundamental. En Boreal, un proyecto inmobiliario desarrollado por Amarilo y certificado con Edge, se instalaron dispositivos ahorradores de agua potable y sanitaria, y sistemas para la recolección de agua de lluvia. El resultado es un ahorro de agua del 43 por ciento durante la operación de este proyecto. En el edificio corporativo, se ha logrado aprovechar el 70 por ciento del agua lluvia y reutilizar casi el 37 por ciento de ella en sanitarios.
“Este conjunto de decisiones en el diseño tiene un impacto muy importante durante casi un siglo y, por lo tanto, es donde se debe enfocar la mirada en primera instancia (a la hora de desarrollar un proyecto de construcción sostenible)”, afirma el profesor Andrés Ibáñez, experto en arquitectura sostenible y ecoproductividad.
La suma de estas eficiencias también significa buenas noticias para el bolsillo de los residentes. Según la directora de sostenibilidad de Camacol, Katherine Bobadilla, “el posible mayor costo que puede involucrarse en un proyecto sostenible es una inversión que se recupera a lo largo de cinco o seis años solamente con el ahorro energético”.
Nada se desperdicia
La energía necesaria para que los materiales de construcción lleguen a la edificación –desde la extracción de materias primas hasta su transformación y transporte– suele ocupar entre el 10 y el 25 por ciento de todo el consumo de energía del ciclo de vida de un proyecto inmobiliario, según estimaciones del manual ‘Ecología de los materiales de construcción’. Ante esto, Roberto Moreno, presidente de Amarilo, explica que cada vez es más importante adquirir productos y materiales que demanden menor cantidad de energía durante su producción y transporte.
En línea con este modelo de economía circular, Amarilo ha logrado que más del 90 por ciento del acero de sus proyectos provenga de material reciclado, certificado por el proveedor. La totalidad de los residuos de carácter metálicos o chatarra para el 2021 fueron entregados en su totalidad al proveedor del acero como insumo y materia prima del acero que es suministrado a las obras de Amarilo, garantizando con esto un contenido de más del 90 por ciento de material reciclado en el acero consumido y aprovechamiento del ciento por ciento de la chatarra. En cuanto a los residuos de carácter pétreo, más del 35 por ciento fue reutilizado en actividades como nivelación de terreno, mejoramiento de carreteables, pasos peatonales y cubrimiento de zanjas.
Estas estrategias conforman el ADN de los dos proyectos de vivienda de Amarilo certificados con Edge: Cantabria y Boreal, ambos ubicados en Bogotá. Además, la constructora cuenta con otros 15 proyectos residenciales que están en proceso de obtener su sello de sostenibilidad.