Cada avance tecnológico genera disrupción e incertidumbre. La incomprensión de sus efectos, en el corto y mediano plazo, suele traducirse en una amenaza para el ser humano. La automatización de la producción industrial y el internet, por ejemplo, transformaron el estilo de vida, la industria, el aprendizaje y hasta las interacciones sociales. Sin embargo, la velocidad de su incursión permitió, con el paso del tiempo, cierta adaptabilidad, luego de haber comprendido sus potenciales usos.
Con la inteligencia artificial (IA), sin embargo, el escenario es distinto y mucho más complejo. La rapidez de su irrupción “supera la comprensión humana de su implementación e implicaciones”, reflexiona Luis Andrés Ochoa, director de UPB Virtual de la Universidad Pontificia Bolivariana.
En el campo educativo, agrega Ochoa, el desafío es aún mayor: tras el surgimiento del ChatGPT revivieron los temores de plagio y de una cultura del poco esfuerzo, alimentados por un ‘asistente digital’ capaz de desarrollar tareas y operaciones humanas. “Pero la pereza o el esfuerzo mínimo, muchas veces, los generamos los mismos docentes. Es importante que la clase conecte emocionalmente al estudiante. La decisión de aprender es emocional”, enfatiza el docente, licenciado en educación y magíster en Tecnología Educativa y Medios Innovadores.
Entonces, ¿cómo ‘sacarle jugo’ a la inteligencia artificial en el aula de clase? Lo primero es convertirla en una herramienta que enriquezca el aprendizaje y conecte a los estudiantes con su proyecto de vida. La IA genera datos y conceptos que pueden ayudar a resolver problemas en un contexto real: construir un prototipo que purifique el agua o que reduzca el riesgo de transmisión de una enfermedad transmitida por vectores es una manera de agregarle valor a la información que brindan las herramientas y aplicaciones digitales.
“El uso apropiado de la IA permite encontrarnos con la gente y resolver problemas en equipo con los datos y predicciones que proporciona”, explica. Este aprendizaje basado en proyectos no solo integra y potencia habilidades y valores, sino que fomenta el pensamiento crítico de los estudiantes.
Recientemente, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y la Fundación Profuturo presentaron el documento ‘El futuro de la inteligencia artificial en la educación en América Latina’, en el cual hacen referencia a un potencial uso de la IA en el aprendizaje “más allá de la escuela”, particularmente en beneficio de los alumnos con necesidades especiales.
“La IA puede ayudar a personalizar el aprendizaje, facilitando la creación de trayectorias individuales con retroalimentación inmediata y adaptaciones constantes al ritmo de cada alumno. También puede ser una vía para potenciar la enseñanza, generando información automática para los docentes, disminuyendo el tiempo de corrección y administrando datos refinados sobre el aprendizaje de grupos numerosos de estudiantes. A escala sistémica, la IA puede brindar nuevas herramientas de gestión que alerten de manera preventiva las dificultades de aprendizaje o el abandono escolar”, señala el documento.
Para no ir más lejos, las actuales plataformas de cursos virtuales (Coursera, Edx, FutureLearn, entre otras), basadas en inteligencia artificial, permiten adaptar un contenido específico a las habilidades y preferencias de aprendizaje de cada estudiante, hacerle seguimiento a su avance y retroalimentarlo.
En el campo de la analítica de datos, la organización de la información y las tendencias de aprendizaje, sustanciales en el ámbito educativo, ya está probada la aplicación de la IA.
Con la inteligencia artificial el docente deja de ser un transmisor de conocimiento para convertirse en un guía del aprendizaje, un facilitador, encaminado a desarrollar competencias en sus estudiantes. “Tendrá más tiempo para escucharlos, motivarlos y entender sus emociones, así como prestarle mayor atención a la manera como estos aprenden”, enfatiza el director de la UPB virtual.
No se trata de llenar de pantallas y robots las aulas de clase, aclara; sino de conectar experiencias, crear retos y potenciar capacidades para transformar la realidad, aplicando el conocimiento adquirido a través de las herramientas digitales.
En su momento, el metaverso (simulaciones) y el aprendizaje adaptativo también incursionaron con fuerza; y en el aula de clase ofrecen hoy una experiencia enriquecedora porque potencian el aprendizaje de niños y jóvenes a partir de contenidos, retos y actividades creados en entornos virtuales y realidades digitales. Sin embargo, el apoyo y orientación del docente siempre debe permear esa interacción.
Herramientas como ChatGPT, Clipchamp, Eleven Labs, Varia o Audemic llegaron para quedarse. Ya la Unesco, en 2019, con el ‘Consenso de Beijing sobre la inteligencia artificial y la educación’, trazó una premisa muy clara acerca de su uso en el sistema educativo: “la IA debe estar al servicio del empoderamiento de los docentes y su enseñanza, y al servicio del aprendizaje y de la evaluación de los resultados”.
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