Las brechas en la sociedad son innegables. La más diagnosticada de todas es la brecha de género, pero no es la única. Con seguridad es la que más nos afecta a todos como sociedad, porque el 52 por ciento de la población en el mundo son mujeres.
Todos estamos impactados por las brechas de género. Pero esto no significa que la discriminación que se genera contra diferentes etnias, o aquella que afecta a las personas con discapacidades en el país, o la que no tiene en cuenta las diferentes clases sociales, o las diferentes orientaciones y preferencias sexuales, no sean igualmente relevantes para caminar hacia una sociedad más equitativa y justa, hacia una sociedad en paz.
Respecto a la brecha de género vemos avances importantes en su reconocimiento desde el sector empresarial. Es un tema que trabajamos pero que estamos lejos de comprender y solucionar de manera efectiva. Por lo menos lo reconocemos y lo visibilizamos. Esto ha hecho que las empresas con mejores prácticas corporativas estén desarrollando acuerdos institucionales y de voluntades entre los tomadores de decisiones para enfrentar el problema que tenemos como sociedad.
Contar con ejecutivos de alto nivel dedicados a ello, incluir indicadores en los tableros de desempeño y compensación de la alta dirección o desarrollar políticas y programas en pro del desarrollo y acompañamiento de la mujer en el sector empresarial, son muestra fehaciente de la importancia que ha cobrado.
Sin embargo, incluso en las organizaciones más avanzadas, más comprometidas, con los equipos directivos de mayor liderazgo en este tema, el avance es muy lento. Sabemos que tomará tiempo, pero es importante reconocer que la principal barrera es la sociedad que somos. La cultura, aquello que nos define de manera implícita y tácita, que configura la manera en que actuamos, nos relacionamos y tomamos decisiones, es la principal barrera en el avance hacia la sociedad que soñamos. Trabajar en una transformación cultural será lo más complejo, pero más efectivo en este camino hacia resignificar el valor de aquellos que no han recibido la atención que merecen y el valor que tienen.
En este sentido, nuestros esfuerzos se encaminan, no solo a la comprensión del problema, sino a incentivar la reflexión continua y profunda sobre lo que debemos hacer hacia adelante. Esto pasa, obviamente, por la visibilización del problema.
Saber que las mujeres en nuestro país participan en menos del 15 por ciento de las presidencias o gerencias generales de las empresas, y en menos del 25 por ciento de las juntas directivas de las grandes organizaciones, ya nos permite reconocerlo. Nos preguntamos si nuestro lector sabe que en las juntas directivas de las grandes empresas en Colombia no hay una sola mujer afrodescendiente y solo un hombre afrodescendiente. En los equipos de alta gerencia y en las juntas directivas de América Latina la participación de los afros es inferior al 1 por ciento, cuando representan el 15 por ciento de la población. Esperamos que esto despierte el interés por conocer más de otras diversidades que debemos trabajar.
*Codirectores del Centro de Estudios en Gobierno Corporativo (CEGC) del Colegio de Estudios Superiores de Administración (Cesa).