Sería interesante saber, cuando se les pregunta a las personas por sus opiniones frente a “los empresarios”, qué aparece en su imaginación. Yo misma quise hacer el ejercicio, busqué una definición de diccionario y la respuesta fue: “Persona que dirige o es propietaria de una entidad de mercado”. Para muchos lectores esto puede resultar obvio, pero hoy quisiera llamar la atención sobre el hecho de que hay una porción de la población para la que esta realidad es relativamente ajena.
A sabiendas de ello, al revisar encuestas de confianza, sentí que encontraba un panorama alentador. La encuesta Edelman Trust Barometer de 2023, por ejemplo, reportó que el 70 por ciento de las personas confía en los dirigentes de las empresas en que trabajan, y el 53 por ciento de las personas en general confía en los empresarios. Ese 70 por ciento son quienes viven de cerca la realidad de una “empresa”. El 53 por ciento, en cambio, recoge muchas que no necesariamente lo hacen y por eso me genera optimismo una cifra que en otros contextos podría parecer baja. Aun así creo que es fundamental ir pregonando reflexiones sobre las empresas, lo que hacen, y sobre todo lo que hacen los empresarios/as.
Para una parte del país, estas son personas que principalmente tienen dinero, porque así se repite en muchas retóricas. Pero esta no es la esencia de la naturaleza empresarial. Es un resultado para algunas, y para la gran mayoría tan solo una aspiración: más del 90 por ciento de las empresas son micro y pequeños negocios, y muchos de ellos vulnerables. Su esencia se encuentra en las apuestas que realizan todos los días. En efecto, eso es lo que distingue a quienes dirigen y sobre todo a quienes son propietarias de un establecimiento de mercado, del resto de nosotros. En el caso de quienes dirigen, las apuestas son las estrategias que definen para crecer, contratar, ser rentables. En el caso de las propietarias, la apuesta incluye, además, su capital.
Suena antipática esa palabra, sobre todo en esta era en la que hemos incorporado –para bien– muchos más elementos del desarrollo dentro de lo que valoramos. Pero esto no cambia que el capital es fundamental para el éxito de todo eso. En esas apuestas está la esencia de la actividad empresarial y del progreso del país, puesto que la suma de todas ellas compone la inversión de la economía.
La palabra inversión suena un poco lejana, como tantos conceptos macroeconómicos. Supongo que la mayoría pensamos en el riesgo de perder dinero. Pero este no es el único riesgo que implica la inversión y no siempre es el que más pesa en los miedos con los cuales estas personas se van a dormir. Están los riesgos reputacionales, la confianza de quienes dependen de ellas, el temor solitario al fracaso, el de no ser la persona que otros piensan si llegan a tomar una decisión equivocada, en fin. Esto es lo que es común a quien es dueña de un micronegocio y también de una gran empresa: los temores y el asumir riesgos.
Es por esta razón que tendríamos que tratar a estas personas con respeto y gratitud. Porque dependemos de su valentía para mover este país lleno de sueños que necesitan que haya inversión: pequeña, grande, pública, privada, toda.
El nivel de inversión como proporción del PIB, es decir, la cantidad de recursos como proporción de sus ingresos que esta sociedad está apostando, con corte al tercer trimestre de 2023, fue de 18 por ciento. Es un nivel insuficiente para el impulso al que aspiramos y uno de los más bajos que hemos visto en los últimos años. Necesitamos más apuestas, y apoyar a las personas, que, con su visión de futuro y capacidad de cargar la incertidumbre en sus espaldas, hacen que el optimismo se convierta en empleo, en productividad, en innovación, y ojalá en riqueza.
Es importante, entonces, que hagamos esfuerzos para acercar la esencia empresarial a personas y regiones que no han tenido cómo conocerla. También debemos presentarles a quienes arriesgan en sus empresas, esas otras realidades de nuestro país. Porque de ese vínculo de confianza entre dos mundos que aún no se conocen lo suficiente, depende en buena medida el futuro que tenemos que construir juntos. Esta puede ser nuestra apuesta colectiva para 2024: acercarnos para confiar.
*Presidenta del Consejo Privado de Competitividad.
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