Ahora, a punto de asumir el nuevo gobierno, bien vale la pena una reflexión en torno a un asunto que la política educativa colombiana ha soslayado un poco en los últimos veinte años: la disponibilidad de materiales educativos para los estudiantes, en particular de textos escolares.Un estudio publicado en 2015[1], que revisa las políticas educativas en siete países de América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay), entre 2000 y 2015, en el que se destaca la expansión del sistema educativo en el periodo y el incremento en el gasto público destinado a educación. Al hablar de los textos escolares, señala que “América Latina vivió una transformación subterránea profunda en sus sistemas educativos. Una transformación de la cual se habla poco e incide mucho en qué, cómo y qué tanto se aprende en las aulas y hogares. Lo que ocurrió en los últimos 15 años es una multiplicación exponencial de los materiales y fuentes para enseñar y aprender. El crecimiento económico de la región, sumado al aumento del esfuerzo presupuestario por la educación, entre otras cosas, sirvió para regar las escuelas con libros de texto. Políticas en espejo hicieron esfuerzos por desplegar bibliotecas en cada escuela”. El documento destaca las importantes inversiones que realizaron países de América Latina en esos años (México, Brasil, Chile, Argentina) y señala que “queda el caso excepcional de Colombia. Como reflejo de su política curricular, Colombia tuvo una política explícita de rechazo al libro de texto desde 1994 hasta 2010…”. Muestra, además, cómo a partir de 2010, hay una nueva mirada al papel del texto escolar en Colombia, en la que se han retomado las compras públicas de materiales educativos, tanto impresos, como digitales.La evidencia internacional muestra cada vez más la correlación entre mejoras en la calidad del proceso educativo y la disponibilidad de materiales didácticos, en particular de textos educativos. La UNESCO señala que “Los libros de texto resultan especialmente pertinentes para mejorar los resultados del aprendizaje en los países de ingresos bajos, en los que hay muchos alumnos en las aulas, un gran porcentaje de los docentes no están cualificados y el tiempo de instrucción es escaso. Además de contar con buenos docentes, la mejor manera de mejorar la enseñanza y el aprendizaje es disponer de libros de texto bien elaborados y en cantidad suficiente…”[2].Son muchos los factores asociados a la mejora en la calidad de la educación y sobre todos ellos debe actuar la política educativa. En países de la región, además del esfuerzo en infraestructura y en la formación de docentes, la inversión en textos escolares ha sido notable. En México, por ejemplo, para el ciclo escolar 2018-2019, el gobierno entrega cerca de 250 millones de ejemplares, de 1.492 títulos, para 26,2 millones de alumnos y 1,5 millones de profesores. En Chile, el Ministerio de Educación anunció la entrega de textos para 2018, con un total de 18 millones de ejemplares, para 3,1 millones de alumnos (6 libros en promedio por estudiante). En Brasil, el Programa Nacional del Libro Didáctico PNLD entregó, en 2017, 152,4 millones de textos escolares a los estudiantes de la educación básica.Es indudable que el mundo del texto educativo vive una revolución, con la penetración de las nuevas tecnologías. Plataformas de aprendizaje que combinan herramientas digitales y materiales impresos están hoy a disposición del sistema educativo. Acceder a las mismas tiene mucho que ver con el ingreso de los hogares, la conectividad y las posibilidades de acceso a dispositivos electrónicos. En Colombia, el sector editorial ha hecho avances notables en este campo. Pero es indudable, también, que se ensancha una brecha entre los alumnos que pueden acceder a este tipo de alternativas pedagógicas, que se concentran en los estratos medios y altos de la población. Son cerca de 10 millones de colombianos que asisten hoy a la educación básica y media. El 80% de ellos concurren a la educación pública. Necesitan computadores para educar. Sí. Pero, también, textos para educar.[1] Axel Rivas (2015). América Latina después de PISA: lecciones aprendidas de la educación en siete países (2000-2015). Buenos Aires: Cippec. Natura. Instituto Natura.[2] UNESCO. Informe de seguimiento a la educación en el mundo. Documento de Política No. 23. Cada niño debería tener un libro de texto. 2016.