Los 17 objetivos de desarrollo sostenible, y sus metas, están profundamente relacionados. Pero, hay algunos que son fundamentales para el logro de los demás. La disponibilidad del agua, su gestión sostenible y el saneamiento (Objetivo 6) es uno de los que determina los demás. Depende de la gestión del territorio. Porque el agua, tanto en su cantidad como calidad, denota la salud de los ecosistemas, o la falta de ella. En este sentido está íntimamente ligado con el ODS 15, en especial los sistemas ecológicos que sustentan el ciclo del agua. No son solo unos pocos de los llamados “ecosistemas estratégicos”. La meta 6 del ODS 6 dice: “proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos los bosques, las montañas, los humedales, los ríos, los acuíferos y los lagos”, o sea prácticamente todo el territorio en donde el agua discurre, mientras regresa a la atmosfera.Los asentamientos urbanos y las comunidades (ODS 11), hacen parte de ese territorio, y de la producción y consumo responsable (ODS 12) y el tipo de industria e infraestructura (ODS 9), depende si el agua regresa con calidad suficiente. Cuando hay escasez crónica del líquido en comunidades rurales, usualmente la lucha por conseguirlo genera cargas hacia los más vulnerables (ODS 5) y desigualdades (ODS 10); en escala superior nacional o regional, genera los conflictos, entre ellos las llamadas “guerras del agua” (ODS 16). Su gestión adecuada debe contribuir a la sostenibilidad. Con buena agua tenemos energía renovable (ODS 7), oportunidades económicas ligadas con el desarrollo de sectores dependientes del recurso (ODS 12) y, en fin, bienestar (ODS 3). La integridad de la biodiversidad acuática continental (ODS 15) es el indicador de alerta temprana más claro de cómo vamos. Sin agua no hay vida. Sin vida acuática, el agua no es la misma. Finalmente, el ODS 13 Acción por el Clima, integrado con la gestión ecológica del territorio, a la larga determina la disponibilidad del agua para uso humano y para el soporte de las funciones de los ecosistemas. Así las cosas, la gestión del agua es ante todo socioecosistémica, en escala global y local, y determina la posibilidad de alcanzar todos los objetivos. Sin gestión integral del agua, el desarrollo sostenible se hace más costoso, inequitativo o simplemente imposible. Porque el agua es finita. Fluye en los territorios, y de su calidad, cantidad y disponibilidad estacional, además de la vida que contiene, podríamos inferir si estamos discurriendo en una vía hacia la insostenibilidad. Por ahora ya sabemos del largo camino que falta por recorrer.