El día en que el padre rector suspendió por una semana a todos los estudiantes de décimo A resembla la situación del mundo hoy con el cambio climático. Hace casi 30 años en medio de una clase, la profesora detuvo su explicación y preguntó: “¿Quién lanzó esa pepa?” Nadie dijo nada. Algunos celebraron el receso, pero otros reclamaron con lágrimas: “¿Por qué, si yo no hice nada?” Al final todos tuvieron que afrontar la decisión. Y es en este punto donde convergen esta historia y la situación actual.

Sin importar quiénes han tenido mayor o menor injerencia en la emisión de Gases Efecto Invernadero (GEI), todos (países, industrias y habitantes) son responsables de actuar para mitigar y gestionar los riesgos del calentamiento global. Las responsabilidades, si bien son comunes, también son diferenciadas. Los países con mayores niveles de industrialización son los que emiten más. El Parlamento Europeo informó que en 2015 encabezaban la lista China, Estados Unidos, la Unión Europea, India y Rusia. Por su parte, Global Carbon Atlas (2019) reportó que ese año en América Latina el mismo ranking lo encabezó Brasil, seguido por México, Argentina y Venezuela. Del total de emisiones, según el Ideam y el Pnud, Colombia aportó el 0,46 por ciento, lo suficiente para clasificar entre los cinco primeros de la región.

Volviendo al colegio, lo que cada uno de los 32 estudiantes hizo durante esa semana de suspensión es otra historia, o más bien 32 historias. Bajo la misma lógica, es imposible afirmar que los efectos del cambio climático son equilibrados. Los más vulnerables son los más amenazados. Si tenemos en cuenta que la tercera parte de la población de Colombia tienen alto déficit en la calidad de sus viviendas, como lo señala el Congreso Nacional de Arquitectura, medidas como paneles solares o electrodomésticos más eficientes no serían una opción, al menos por el momento. De la misma manera, los países con menor desarrollo tampoco disponen de los mismos recursos para afrontar fenómenos como el aumento de temperatura en la tierra. Es imperante, por ende, encontrar mecanismos que mitiguen la probabilidad de que justos paguen por pecadores. Pero, siendo más ambiciosos, donde dichos mecanismos generen lógicas en pro de la vida de todas las especies.

La agenda 2030 sobre el desarrollo sostenible, establecida desde 2015, se presenta como un derrotero frente a este reto. Es de destacar que propone la cooperación entre los distintos países. Desde luego no sería justo que la contribución de cada uno fuese establecida de la misma manera en que el padre rector decidió la suspensión de clases para todos los estudiantes, ya que, en materia de cambio climático, como lo evidencian las cifras, el mundo sabe quién, o quiénes, lanzaron la pepa de mamoncillo.

* Director de estudios sociohumanísticos, éticos y culturales de la Universidad Ean

Contenido elaborado con el apoyo de la Universidad EAN.