Mirando al horizonte, silencioso, inmóvil como una estatua humana similar a las que se ven en las plazas de Colombia, Erdem Gündüz, un artista escénico, se paró en la plaza Taksim en Estambul hace unos días. Las horas pasaban y las personas a su alrededor no entendían qué hacía. Su protesta, que lo era, habría pasado desapercibida de no ser porque la televisión local y las redes sociales hicieron de su gesto una forma más para protestar contra el Gobierno del primer ministro, Recep Tayip Erdogan. “Los ciudadanos de pie” habían nacido en esta región del mundo. Se paran sin hablar ni moverse, en calles y plazas, para demostrar su rechazo al Gobierno turco. Esta forma de manifestación, se une a los gritos y marchas que han ocurrido en 79 ciudades del país desde el pasado mes de mayo, cuando un grupo de ambientalistas rechazó la construcción de un centro comercial que rememora los cuarteles militares del imperio Otomano en la ciudad de Gezi. Sin embargo, el parque contra el centro comercial es sólo una situación coyuntural. Lo que ha despertado el activismo y protesta social, de acuerdo con Mauricio Jaramillo, profesor de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, es que “las políticas de Erdogan han puesto en entredicho los valores occidentales arraigados en la sociedad turca desde los años veinte”. Esto quiere decir que, actualmente, en el interior de las protestas hay una lucha entre el partido de Erdogan y el vuelco hacía una democracia más islámica y la democracia laica y occidentalizada que se ha mantenido en el país. En los diez años que el primer ministro ha estado en el poder, ha buscado cosas como la prohibición del consumo de alcohol o el uso del velo islámico en algunas universidades del país. Esto va en detrimento de lo que los jóvenes turcos, mayoría en las protestas, consideran son las libertades del pueblo. Y es que los manifestantes se caracterizan por ser jóvenes con acceso y buen manejo de las redes sociales; de diferentes creencias e ideologías: armenios, anarquistas y gays, que tildan al mandatario de autoritario. Así mismo, los “indignados” de Turquía son clases medias emergentes y reclamantes de una bonanza económica que no llega de la forma deseada. Un estudio de la Universidad de Bahçesehir de Estambul difundió en Internet un cuestionario dirigido a participantes de las protestas y recibió unas 3.000 respuestas en 20 horas. Según los resultados, el 40% de los participantes tiene entre 19 y 25 años, y otro 24%, entre 26 y 30. Tres de cada cuatro han salido a la calle para participar en las protestas, un 54% nunca antes había participado en una acción masiva y el 70% no se siente vinculado a ningún partido político. Como señala Merve Alici, diseñadora de publicidad y activista de derechos civiles, en una entrevista al diario El Universal de Caracas (Venezuela) "No es que de repente los ciudadanos se hayan dado cuenta de que los medios sociales pueden ser útiles para algo que no encaja en la categoría de ocio. Sucede que ellos han cambiado de repente. Sienten la responsabilidad de comunicarse y mostrar a otros lo que ven" La reflexión que queda es que si bien sus acciones no lograrán un objetivo último como derrocar a Erdogan, Jaramillo explica que le han restado margen de maniobra, popularidad y han retrasado el ingreso de Turquía a la Unión Europea, debido a la denuncia de exceso de uso de la fuerza por parte de la policía. El reto está en cómo lidiar con la sociedad civil, sus demandas y el tipo de Estado que se quiere.