Leonidas López lleva tres años en la rectoría de la Universidad Minuto de Dios. La institución educativa más grande del país es también un proyecto de inclusión social con presencia en 13 departamentos. El legado del Padre García Herreros está hoy más vigente que nunca. Se siente en cada corredor y en cada salón de la Universidad Minuto de Dios, institución que educa a 79.000 estudiantes en 13 departamentos de todo el país, convirtiéndose así en la universidad más grande de Colombia. Lo que muchos no saben es que el Padre García Herreros es uno de los grandes innovadores sociales. Sus ideas y proyectos fueron de avanzada para su época y hoy se ven reflejados en decenas de acciones agrupadas a la Corporación Minuto de Dios. Importante jugador en la construcción de una nación que le apuesta a la transformación a través de la educación. Semana Sostenible: ¿Qué significa para Uniminuto el término educación? Leonidas López: Tiene su origen en el padre García Herreros. Él fue un personaje que a través de su compromiso con la sociedad y con la comunidad, creó una forma de servir, donde lo primero es el desarrollo de la persona a partir de valores como la solidaridad y el compromiso. Él siempre quiso tener una universidad grandiosa, de principios científicos, que llegara a muchos jóvenes soñadores; Uniminuto es el reflejo de ese pensamiento alrededor de la educación. S.S.: Ustedes son el único proyecto educativo que quedó preseleccionado para el premio Finanzas Sostenibles, que otorga este año el Financial Times. Este medio evalúa la inclusión de sectores vulnerables de la sociedad, ¿cómo se concreta esto en su proyecto educativo? L.L.: El inconveniente principal que tienen los jóvenes en Colombia para acceder a la universidad es el económico: ¿Cuánto vale la matrícula? ¿Quién la financia? ¿Quién la avala? Uniminuto ha creado condiciones para darle la oportunidad a personas que no tienen ese acceso. Por eso, 65% de nuestros estudiantes son de estratos 1 y 2. Para lograrlo hay que combinar varios elementos. Primero, mantener el costo bajo de la educación sin sacrificar la calidad. Segundo, usar tecnología de punta para formar a los estudiantes y llevar el conocimiento a otras regiones. Tercero, tener programas enfocados a las necesidades de la comunidad. Cuarto, pensar en posibilidades de financiación. S.S: En los últimos cuatro años Uniminuto pasó de 20.000 a 79.000 estudiantes. Eso implica ser la universidad más grande del país. ¿Cómo lo logró? L.L.: Yo creo que el crecimiento se da desde antes. Uniminuto empezó en 1992 con poco más de 200 estudiantes. El rector anterior, el Padre Camilo Bernal, diseñó una estrategia con varios componentes: agenda misional, financiación para apoyar el acceso a la educación, ampliación de la oferta académica, uso de la tecnología y un modelo de regionalización. Hoy tenemos sedes en 40 municipios del país y estamos creciendo en educación virtual. S.S.: ¿Cuáles son los avances en educación a distancia? L.L.: Tenemos de 25.000 o 30.000 alumnos con un modelo a distancia, el cual, aunque usa mucha tecnología, tiene momentos presenciales. Los fines de semana los estudiantes van a la universidad y se reúnen con compañeros y profesores. S.S.: Un ejemplo de la financiación es la Cooperativa Minuto de Dios. ¿Cómo funciona? L.L.: Es un mecanismo que se creó para financiar sin muchos requisitos a los estudiantes. Casi que de manera abierta se puede adquirir un crédito e ingresar a la universidad. En este momento la cooperativa tiene dos fuentes de financiación: recursos propios con los que respalda a los estudiantes por seis meses, pues la universidad no tiene el músculo financiero para prestar a largo plazo. Y los recursos de la cartera del ICETEX, ya que la cooperativa le sirve como administradora. Hace todos los trámites para que los estudiantes puedan acceder a los créditos. S.S.: ¿Cuál es el índice de pago? L.L.: Otorgamos cada año 50.000 créditos, más o menos 25 millones de dólares. El índice de cartera que castigamos es muy bajo, no alcanza a ser de 3%. La cooperativa tiene un espíritu de servicio y ayuda a que los estudiantes consigan los recursos. S.S.: También dan subsidios para rebajar el costo de la matrícula. Esto implica un reto, pues se necesita encontrar recursos para mantener la calidad. ¿Cómo lo logran? L.L.: Otorgamos casi 30.000 millones de pesos en descuentos el año pasado. En sedes como la de Ciudad Bolívar pueden llegar hasta 60% del valor de la matrícula, mientras que en la sede principal es menor porque los estudiantes tienen más capacidades económicas. Estamos creando constantemente mecánicas de fundraising a través de alianzas. Por ejemplo, al establecernos en un municipio tenemos que tener algún aliado. Puede ser la alcaldía o empresas locales. Esa estrategia nos permite usar infraestructura del Estado, como colegios a contrajornada. Eso, además de bajar los costos, también nos ha permitido crecer. Otro ejemplo es la cooperación internacional. Nos hemos convertido en operadores de proyectos de inclusión social, donde se involucran nuestros estudiantes. S.S.: Cuando se trabaja con la base de la pirámide hay unos asuntos que no se relacionan con el dinero. Muchos estudiantes son los primeros de su familia en ir a la universidad. ¿Qué seguimiento le hacen a cada uno de ellos en esta transición de vida? L.L.: Nos centramos en el concepto de éxito. No es suficiente que el estudiante entre y no deserte, sino que tenga éxito en su paso por la universidad. Hay un acompañamiento permanente durante el año siguiente para llenar sus vacíos de la formación anterior y enseñarlos a trabajar en equipo y a ser solidarios. Esa condición de ser buenos seres es lo que los hace tan solicitados por el mercado laboral. Esa es nuestra tasa de éxito.