Peter Bakker, presidente del Consejo Mundial para el desarrollo sostenible, ha hecho un llamado hacia una ‘revolución del capitalismo’. Se refiere a que los mercados deben aprender cómo valorar y manejar múltiples formas de capital, incluyendo el capital humano, social y natural. Otros líderes con perspectivas semejantes son Sir Richard Branson, fundador del Grupo Virgin, Paul Polman, director de Unilever y Jochen Zeitz, exdirector de la marca deportiva alemana PUMA. Le hemos hecho seguimiento a esta tendencia desde hace un tiempo. En nuestro Breakthrough Capitalism Forum del año pasado, conferencista tras conferencista hizo énfasis en que la inercia de ese orden económico antiguo, ahora es una restricción masiva para el cambio que el sistema necesita. “El sistema es ciego a posibles amenazas existente”, advirtió Jeremy Leggett, emprendedor líder en el tema de energía solar. Argumentó que el orden actual es “disfuncional hasta el punto de ser suicida”. Y no es el único que ha llegado a esta conclusión. El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha dicho en múltiples ocasiones que nuestra mentalidad y modelo económico parecen, cada vez más, “un pacto de suicidio global”. Hemos “minado nuestro camino hacia el desarrollo”, dijo. “Hemos quemado nuestro camino hacia la prosperidad. Todo porque creímos en el consumismo sin consecuencias”. Naciones Unidas tiene su sede en Nueva York. Al borde de las elecciones del 2012en Estados Unidos, la Súper tormenta Sandy golpeó la costa este y, sobre todo, la ciudad de Nueva York. Una de las voces que más claramente promovió un cambio disruptivo fue el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg. “Nuestro clima está cambiando”, advirtió cuando, inesperadamente, le dio su apoyo al presidente Obama justo antes de elecciones. Insistió en que Sandy “debería empujar a todos los líderes electos a tomar acciones inmediatas”. A diferencia de muchos líderes, él tuvo la capacidad de reportar un progreso real desde el lugar que estaba en sus manos. “Aquí en Nueva York”, dijo, “nuestro detallado plan de sostenibilidad ha ayudado a que disminuyamos nuestra huella de carbono en un 16 por ciento en solo cinco años, que es el equivalente a eliminar la huella de carbono de una ciudad que tenga el doble del tamaño de Seattle. A través del Grupo de liderazgo climático en ciudades, C40, –una sociedad en la que participan varias de las ciudades más grandes del mundo– los gobiernos locales están tomando acciones en lugares donde los gobiernos no están haciendo nada”. A medida que estos temas crecen y son vistos como retos para la seguridad, las agencias de inteligencia –El Consejo de Inteligencia Nacional (NIC por sus siglas en inglés) entre ellas– están pronosticando crisis sistémicas que suenan parecidas a las que los ambientalistas auguraron hace algunas décadas. Para el 2030, Shell predice que vamos a necesitar un 30 por ciento más de agua, un 40 por ciento más de energía y un 50 por ciento más de comida. Para ese mismo año la NIC concluye que el mundo estará: “…radicalmente transformado en comparación con lo que es hoy. Para el 2030 ningún país –ya sea Estados Unidos, China o cualquier otra nación de grandes extensiones– será un poder hegemónico. El empoderamiento de los individuos y la difusión del poder entre estados y de los estados hacia redes informales tendrá un impacto dramático, que reversará, en gran medida, el ascenso de Occidente desde 1750, restaurando el peso de Asia en la economía global y jalonando una nueva era de ‘democratización’ a nivel doméstico e internacional”. Estas tendencias facilitan el contexto para nuestro nuevo reporte titulado Breakthrough: Business Leaders, Market Revolutions. Este reporte destaca el trabajo de la primera ola de capitalistas disruptivos. Las primeras iniciativas buscan abordar la naturaleza sistémica que tienen muchos de nuestros retos, pero son, en su mayoría, experimentales, fragmentadas y poco claras para quienes toman decisiones –esto pasa porque muchas veces no dan beneficios a corto plazo en términos de empleo, ingresos e impuestos. Peor aún, las soluciones emergentes están, casi siempre, ferozmente impugnadas por aquellos a quienes afectan, porque amenazan modelos de negocios ya existentes. Para impulsar el cambio al nivel y escala que se necesita en este momento, los capitalistas disruptivos argumentan la necesidad de varias formas de sistemas de cambio, entre las que debe incluirse un reinicio de las disciplinas financieras fundamentales en los temas de economía y contabilidad. Si las finanzas son el flujo sanguíneo de una economía, hay que pensar la economía como el código genético. Los críticos han descrito la economía como cualquier cosa; desde la ‘ciencia funesta’ de Carlyle hasta una forma de ‘daño cerebral’ de Henderson, la economista enfocada en la sostenibilidad que decía sentirse como una ‘extraterrestre’ entre otros economistas con perspectivas más normales. Pero la disciplina ha sido unánime en cuanto al éxito del capitalismo. El problema de la economía convencional se puede ver acentuado en la primera subasta del mercado pesquero Tsujiki en Tokyo en el 2013. En un momento en el que muchas pescaderías oceánicas están al borde del colapso, un solo atún de aleta azul se vendió por la suma récord de US$1.67 millones. El ganador de la subasta dijo que quería darle un “empujón” a su país, pero lo que implican este tipo de precios para las ya amenazadas existencias de atún es algo que va mucho más allá de un ‘empujón’. Entre los que quieren reiniciar la ciencia de la economía está Pavan Sukhdev, exdirector ejecutivo del Deutsche Bank. Según un estudio que hizo para las Naciones Unidas sobre la economía de los ecosistemas y la biodiversidad, una inversión anual de US $45 billones para áreas protegidas podría asegurar el suministro de servicios de ecosistema valorados en US $5 trillones al año. Paradójicamente, no hay mejor momento que una crisis económica para promover políticas e inversiones disruptivas, una vez la gente se haya recuperado del pánico inicial. Dimitri Zenghelis, director económico para el cambio climático de Cisco y el hombre que dirigió la encuesta que investigó el tema del cambio climático durante el gobierno de Lord Stern, recalca este argumento. El cambio climático, concluyó dicha encuesta, va a ser nuestro mayor fracaso de mercado en la historia. Y por si eso no fuera suficiente, Lord Stern anuncio a comienzos del 2013 que se había equivocado –la perspectiva, dijo, es todavía peor de lo que había pensado. La realidad es que estamos encaminados hacia un aumento de temperatura global de 4ºC. Como lo dijo el presidente del Consejo Mundial para el desarrollo sostenible, Peter Bakker, “El mundo está que arde”. Resulta curioso que sea él quien lo dice teniendo en cuenta que es el exdirector y el exjefe financiero de la compañía de logística TNT. Siendo testigos de la impasibilidad y falta de acción de los gobiernos, la pregunta ahora es si los negocios pueden llenar ese vacío de una manera significativa. El mensaje central de nuestro informe es que, en últimas, no habrá otra opción.