Cuando se sumergió por primera vez, a Gunsey Nunmaku el fondo del mar se le hizo parecido a un páramo. Tuvieron que pasar cuatro siglos antes de que un arhuaco descendiera de la más alta montaña nevada del planeta junto al mar para meterse en el agua salada, así como lo hicieron sus antepasados y como nunca dejaron de hacerlo los mamos en sus viajes espirituales.  Pero no fue tan simple. 

Gunsey primero sintió pánico. Entonces le pidió permiso a ella, dado que el mar para los arhuacos es un concepto femenino. Luego, la reverenció e hicieron las pases. Porque “los navegantes murieron y los hijos de los hijos ya no entraban a la mar”, explica. Le sugerimos: El jaguar se deja ver, por primera vez, en la Sierra Nevada de Santa MartaEste arhuaco piensa cada palabra como debe hacerlo con cada una de sus acciones porque su cultura enseña que todo debe retribuirse: lo que consume, lo que respira. Por eso cada arhuaco llega al mundo con la misión de cuidarlo todo a su alrededor. Y por eso también es que Gunsey cuida hasta lo que habla. Y si algo de lo que toma o usa se daña, lo restaura. Los pueblos de la Sierra Nevada tienen claro que ellos son el equilibrio y viven para mantenerlo. El conocimiento del mar lo han transmitido de padres a hijos por generaciones y generaciones. Así supo Gunsey que en tiempos prehispánicos las embarcaciones de sus antepasados, los poderosos tayronas, dominaban el Caribe e incluso llegaron hasta México y Guatemala. 

Gunsey es conocido en el mundo de los ‘hermanos menores‘ como Jaison Pérez, de 41 años. El arhuaco que volvió a conectar a su gente con el fondo del mar. Foto: Jorge Ávarez ArangoY también supo que no solo navegaban en grandiosas naves fabricadas en caracolíes de Dibulla (Guajira), sino que nadaban a puro pulmón para pescar gigantescos tiburones. Por el afán de los españoles de dominar a este pueblo, casi acaban con ellos. Pocos lograron librarse de la esclavitud. Quienes lo hicieron debieron adentrarse en lo más alto de la Sierra.Gunsey piensa que no debieron ser pequeñas esas embarcaciones. Porque aguantaron para cargar cantidades importantes de cuarzo de la Sierra, de ida hacia Centroamérica, y otro tanto de jade de vuelta, producto de los negocios entre tayronas, mayas y quiches. Los tayronas también fueron buenos comerciantes.Esta teoría no solo la comparte sino que la sustenta Franco Ospina, uno de los hijos del legendario Capitán Francisco Ospina Navia. Franco es tan navegante como su papá y tan caribe como los arhuacos. 

El proyecto ‘Somos tayronas, regresamos al mar‘ cumple la doble función de retornar a los arhuacos a su relación con el mar y contribuir con el control de una especie invasora que ha hecho mucho daño: el pez león.  a Foto: Franco OspinaEl Acuario y Museo del Rodadero, en Santa Marta, que fue fundado por el ‘Capi’ Ospina, tiene piezas de jade que Franco, experto en cultura tayrona por herencia de su padre, entiende como piezas hechas por los tayrona con un jade que jamás pudo darse en la Sierra.El ‘Capi’ investigó este detalle, de hecho, en uno de sus libros sobre las rutas marítimas de los tayrona.El pez león: la ficha que faltabaGunsey conoció el mar a los 17 años cuando acompañó a su abuelo a realizar una ceremonia para sanar y reparar el territorio. Y algo empezó a conectarse en su interior.Años después, a través de Danilo Villafañe, un importante líder de su comunidad, conoció a Franco Ospina y a Fabio Arjona, otro estudioso de la Sierra, actual director de la organización ambiental Conservation International (CI). Arjona y Ospina, siempre se habían preguntado por qué los arhuacos, siendo tan grandiosos navegantes antes, no se aventuraban siquiera a nadar ahora.Franco y Arjona pudieron atar los cabos que le faltaban a su historia al intercambiar en largas tertulias con Villafañe y Gunsey lo que sabían de los ancestros arhuacos. Unos y otros se maravillaron.Y la conexión se hizo realidad alguna vez que Franco les contó su plan de bucear para reparar un equilibrio que se había roto: el del ecosistema marino por culpa del  pez león. Se trata de una especie invasora originaria de Indonesia que llegó a mediados de los años 80 como pez de acuario pero fue liberado en el Caribe y se convirtió en depredador muy difícil de controlar dadas sus brillantes espinas que también son venenosas. Acaba con las especies locales de manera certera. 

Durante varios meses 26 arhuacos se han preparado en la escuela de Franco Ospina para poder adentrarse en las profundidades el mar y empezar a trabajar par controlar el pez león. Foto: Franco OspinaLa idea es sacarlo del mar y aprovecharlo como alimento, para lo cual se requiere un manejo especial. Conservation International, entonces, concretó la financiación de un proyecto de pesca artesanal sostenible de peces león en el Parque Tayrona. Para empezar a pescarlos, liberar el mar de esta especie foránea y darles sustento a las comunidades que quieran hacer ese trabajo. Antes de que empezara el confinamiento obligatorio para evitar la propagación de la pandemia del coronavirus, 26 arhuacos se preparaban para ser el primer contingente que cumpliera con esa tarea.Pero uno de ellos lo hizo primero.Habían pasado meses de teoría de buceo, con Franco enseñando, y de sueños contados por los mamos acerca de cómo funciona y se ve la profundidad de mar.Y ahí estaba Gunsey, una mañana frente a la inmensidad, con la idea fija de reparar y volver a conectar. Hasta que ella, la mar, accedió a recibirlo, más de 400 años después. Para volver a empezar.  

Conservation International concretó la financiación de un proyecto de pesca artesanal sostenible de peces león en el Parque Tayrona que estará a cargo de los arhuacos.  Foto: Franco Ospina