Cuando el relleno Doña Juana se emplazó en el barrio Mochuelo, en Ciudad Bolívar, hace más de 30 años años, los vecinos creyeron que se venían los años de esplendor para esa comunidad rural: inversiones en colegios, carreteras, infraestructura. Con los primeros entierros de basura aún no había nubes de moscas ni malos olores ni enfermedades.Pero pronto comenzó el desengaño. La plaga de insectos apareció progresivamente pero se agravó hace una década, recuerda la profesora Gloria Montañéz, quien ha trabajado en la escuela de Mochuelo Alto desde 1980. Hoy, la vida en esa comunidad rural, dedicada al pastoreo de vacas y a los cultivos de papa es muy distinta.Solo entre 2004 y 2016, un periodo en el que los problemas del relleno se agravaron, la población pasó de 2.200 a 728 personas. Muchas de ellas abandonaron la zona porque no resistieron más los coletazos de Doña Juana, indica un estudio elaborado la Universidad Antonio Nariño.Entre los habitantes de Mochuelo hay consenso al señalar a Doña Juana como la detonante de sus males. El 97% de ellos se siente perjudicado por el relleno y solo el 3% señalan un beneficio paradójico: han podido comprar su vivienda porque por el basurero, los precios del sector no incrementan.Puede leer: Los niños de preescolar que aprendieron a jugar con las moscas de Doña JuanaEsa inconformidad se hizo desesperante para la comunidad, en agosto pasado, cuando por fallas en el basurero arreció la presencia descontrolada de moscas entre las viviendas, y hasta en los salones de clases. Entonces, los vecinos se manifestaron, incluso hubo choques con la Policía antidisturbios y, como tantas veces en los últimos años, exigieron la reubicación del relleno, que por el límite de su licencia ambiental, solo podría estar en el sector hasta el 2022, aunque la intención del alcalde Enrique Peñalosa es que ese periodo se prorrogue por varias décadas más, pues la ciudad, asegura, no tiene un sector que sea una alternativa clara para reubicar el basurero.La vida se ha transformado totalmente en Mochuelo. Los habitantes reportan que el 71% de las enermedades -principlamente las respiratorias, las infecciones estomacales, la dermatititis y la irritación de los ojos- son derivadas de la presencia del basurero.Pero los cambios permean todo, hasta el aspecto del paisaje. La vista que tienen de la ciudad, que antes les mostraba una postal panorámica, ahora se interrumpe ante los cerros de basura. La presencia de pájaros ha disminuido y en contraste, han sufrido una invasión de perros atraidos por los residuos. El 98% de los pobladores señalan como un problema grave los malos olores y el 63% la contaminación del suelo.Ante los problemas generados por Doña Juana en la población, tanto el operador privado como los entes distritales han implementado un programa de compensación en distintos niveles, desde lo ambiental y laboral hasta la salud. Pero en eso, la comunidad también se siente decepcionada. El 67% de los encuestados para el estudio liderado por Diana Quintero, decana de la Facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad Antonio Nariño, cree que el gobierno nacional y el distrital les han inclumplido las promesas.En contexto: Bloquean ‘Doña Juana’ por las terribles condiciones ambientalesFrente a la vinculación laboral que esperaban los habitantes del Mochuelo en Doña Juana, las expectativas se desinflaron. Actualmente, dice el estudio, solo el 8% de los habitantes trabaja en el relleno. El 70% se dedican a las actividades agrícolas de siempre (siembras de papa, cebolla, lechuga, pastoreo y crianza de animales) y el 22% restante trabaja en el sector urbano de Bogotá.En cuanto a las campañas de salud para mitigar los efectos del basurero, solo el 43% de los habitantes dicen haberse beneficiado de campañas médicas, vacunaciones, capacitaciones, entre otros.El estudio de la Universidad Antonio Nariño pone en números una situación que los habitantes de Mochuelo ya habían expresado antes: no soportan más la presencia del relleno, tan cercano a sus viviendas, colegios y vidas. Por ahora, esperan que se defina su futuro, y se pegan a la letra de la licencia que dice que en cinco años, Bogotá no podrá seguir vaciando las 6.000 toneladas de basura que produce a diario en su vecindario.