La danta de montaña (Tapirus pinchaque) es una de las tres especies de dantas que habitan en el territorio nacional. Su sola presencia es catalogada como fundamental para las zonas gobernadas por los bosques andinos y los territorios paramunos, ya que dispersa semillas por montones. Los excrementos que va dejando en los caminos que transita contienen diversas semillas de plantas, que con el paso del tiempo retoñan en nuevos árboles. Esta danta también se alimenta de enormes porciones de pastos introducidos que suelen cubrir los suelos e impiden el crecimiento de flora nativa. Le puede interesar: Día de la Danta: una especie clave para recuperar las selvas degradadas “Las dantas de montaña están adaptadas para apoyar la regeneración botánica, la misma que necesitamos para tener alimentos, aire fresco y agua pura. Este mamífero, tan alto como un ternero, pesado como dos jaguares robustos, marrones como la tierra y con una trompa que por algunos instantes nos recuerda a un elefante, es considerado el más grande de los Andes de Sudamérica”, dice Diego Lizcano, uno de los colombianos que más conoce sobre la especie.
La deforestación es el mayor verdugo de la danta de montaña. Foto: Diego Lizcano. El experto ha recorrido la región Andina para analizar los rastros de la danta de montaña o tapir, información que busca frenar la extinción de esta especie clave para el sostenimiento de los bosques. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), esta danta es una especie catalogada como en peligro. Lizcano explica que este es una clasificación que se sustenta en el hecho de que ha sido cazada por años para comer su carne y, en algunas ocasiones, porque los campesinos la buscan para matarla por retaliación, luego de que se come las hojas de los cultivos de papa. Le puede interesar: Paulo Quintero, un pereirano que lucha por la conservación de la danta “Pero lo que más la afecta es la pérdida de su hábitat. Sabemos que la tala de bosques se ha concentrado en la Amazonia y ha cedido parcialmente en algunos puntos de la región Andina, donde hay sectores que se han regenerado por sí solos. De concretarse la construcción del túnel de La Línea, por ejemplo, esto nos daría ventajas de conexión y algunas oportunidades para construir corredores biológicos entre los Parques Nacionales como Los Nevados y Las Hermosas-Gloria Valencia de Castaño”, afirma el biólogo.
Cámaras trampa han captado varias dantas de montaña en zonas del Risaralda y Huila. Cortesía: WCS. La mayoría del hogar de la danta de montaña ha sido devastado por la influencia de los cultivos de café y el avance de la tala para darle paso a la ganadería. La problemática se torna aún más crítica porque las vacas se alimentan con las mismas plantas que comen los tapires, lo que crea una competencia perjudicial. “Hoy, sólo 15 por ciento del hábitat de las dantas de montaña está cobijado por Parques Nacionales o por áreas nacionales protegidas, por eso la mayoría vive por fuera de esas zonas. Hay cálculos que indican que sólo podría haber no más de 3.000 ejemplares en vida silvestre, una estadística que incluye las que habitan en Colombia, Perú y Ecuador”, dice el experto. El Estado redactó un programa nacional para su conservación, pero para Lizcano este mecanismo perdió el impulso. Aunque hay esfuerzos como los concretados por la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM), con algunas iniciativas comunitarias para su monitoreo en Huila, y la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (CARDER), con investigación en el parque regional Ucumari, la danta de montaña sigue siendo ignorada.
Una danta de montaña transitando por las zonas boscosas del departamento del Huila. Cortesía: WCS. “Además, está aún muy lejos de ser un animal carismático que mueva sensibilidades, como si lo logra en ocasiones el oso de anteojos o los jaguares. No nos queda otra opción que seguir investigando y educar y enseñar a los colombianos con base en certezas, sobre el valor de este mamífero y los beneficios que nos aporta”, concluye Lizcano. Amor por el tapir Diego Lizcano estudió biología en la Universidad de los Andes. Al comienzo pensó en dedicarse al desarrollo de proyectos biotecnológicos con base en la flora, pero cuando vio las primeras clases de ecología, quedó encantado con la ecología de la danta de montaña. Esto fue en la década de los 90. Le puede interesar: Siete especies, bajo amenaza de extinción, fueron vistas en el humedal más grande del planeta En el momento de redactar la tesis, Lizcano se topó con un anuncio de un profesor que ofrecía un trabajo de investigación en Risaralda con dantas de montaña. “Sabía muy poco de ellas, pero me gustaba caminar y explorar. Duré casi ocho meses en campo buscando sus rastros y sus huellas, para hacer un conteo de sus poblaciones”, le dijo Lizcano a Wildlife Conservation Society (WCS).
Diego (centro) ha recorrido la región Andina para analizar los rastros de la danta de montaña. Foto: cortesía WCS. Luego, el biólogo participó en trabajos de dantas con cámaras trampa, cuando estas funcionaban con rollos fotográficos. No las olvidó ni cuando viajó a Inglaterra a hacer un doctorado en la Universidad de Kent. Su tesis tuvo en cuenta lo que le ocurría con la vegetación cuando los mamíferos grandes desaparecían por la cacería. Lizcano siguió nutriendo su conocimiento en otras experiencias con WCS-Bolivia y en Pantanal, Brasil, mientras era profesor de la Universidad de Pamplona, en Norte de Santander. Según WCS, el experto hoy es especialista en biodiversidad para la oficina de The Nature Conservancy (TNC) en los Andes del Norte y sur del Caribe, desde donde impulsa la protección de la especie. Además, desde la Fundación Caipora, que fundó Silvia Álvarez, su esposa, instala cámaras trampa en zonas de Risaralda, Quindío, Huila y Nariño para seguir a este tapir.
Lizcano quiere monitorear las dantas de montaña que habitan en el páramo de Sumapaz. Foto: Jhon Barros. Los esposos, ambos biólogos, han logrado registros sobre la presencia del mamífero en la zona cercana al Parque Nacional Cueva de los Guácharos, situado entre Caquetá y Huila; en los alrededores de la laguna de La Cocha y en el Cerro Patascoy (Nariño). “Con la Fundación queremos instalar cámaras en el páramo de Sumapaz para despejar una duda que nos ronda. Y es que la danta de montaña fue descrita a partir de un cráneo que fue encontrado en ese lugar, pero desde ese registro nunca más se ha reportado allí”, le dijo a WCS.